Queridos hijos:
Si estáis leyendo ahora esta carta es que por fin Olga se acuerda de las cosas; que no ha perdido la memoria completamente, como muchas veces vuestra madre y yo pensábamos que iba a suceder y que gracias a Dios los dos seguís llevándoos bien. Obligamos a Olga a que nos prometiese, como hermana mayor que era, que cuando pasaran exactamente 25 años, es decir, en marzo del año 2.010, te llamaría a ti Juan, y sólo y únicamente cuando estuvieseis juntos los dos, abriríais esta carta. Os tengo que decir que se me hace raro que me estéis leyendo cuando probablemente, nosotros dos ya estemos muertos, pero a la vez me da cierto cosquilleo el pensar que al menos habremos encontrado una forma de comunicarnos. Si os parece, vamos al grano: Vuestra madre se enteró hace un par de semanas, de que la Asociación de vecinos, había convocado un pequeño concurso literario en el que se animaba a la gente a escribir sobre el futuro del barrio. Nada más llegar a casa esa noche, me lo contó entusiasmada. Durante el postre, me aclaró lo que pensaba y cómo creía ella que iba a ser nuestro barrio dentro de 25 años. A mí, a pesar de lo poco que le gusta a vuestra madre que le lleven la contraria, se me ocurrió abrir la boca. Le dije que yo veía el barrio en el futuro, casi de una forma completamente opuesta a como lo veía ella. Le dije, que el barrio en el que iban a vivir nuestros hijos y nuestros nietos no tenía nada que ver con lo que a ella le gustaría, sino con lo que realmente será. Pero lo dije mirando al periódico, os lo juro. La dirección de la mirada poco sirvió esta vez… y se montó el follón. Total que a las dos de la madrugada todavía estábamos discutiendo. Dios no lo quiera, pero yo le decía que no esperara nada bueno. Los inmigrantes serán cada vez más y eso desatará las envidias latentes hacia todo lo que viene de fuera. La historia se repetirá y no será fácil para ellos la convivencia. Serán huérfanos de cariño, menospreciados y tratados injustamente la mayoría de los casos. Si se buscan culpables, ellos serán los primeros en aparecer en las quinielas. No todo acabará ahí. Leía esta mañana en el periódico, que tardaremos más en morirnos. Ya me estoy imaginando las calles llenas de viejitos, sin poder sortear a penas las cacas de los perros que poco a poco van adueñándose de las calles, sin oír a penas las voces de los niños un domingo por la mañana, que es el termómetro que marca cuánto de vivo está un barrio. La charcutería de Lolo habrá desaparecido, ya hoy se está quejando de que no puede competir con las grandes superficies, además su hijo no quiere saber nada del negocio. Trabajar tantas horas para ganar tan poco, no es una herencia agradable. Me gustaría pensar que son nuestros jóvenes los que nos salvarán de todo esto, pero al parecer sólo se comunican con una pantalla de por medio y así será difícil.
Ella insistía en que nuestro barrio se convertirá en una encantadora mezcla. Los chinos tendrán abiertas las tiendas para que las cosas que antes se te olvidaban, ahora puedas tenerlas con sólo acercar tu mano al bolsillo. Conoceremos fiestas y costumbres que antes sólo veíamos en películas y eso nos hará ser mejores personas y más comprensibles con lo que le pasa al mundo. Que si tardamos más en morirnos, dice que será para disfrutar más de nuestros nietos. Que entonces la figura de los mayores estará mucho más valorada, como en las tribus de África del libro que ahora está leyendo. Que no, que me dice que no desaparecerá la charcutería del Lolo. Que sí. Que está pasando por un bache, pero que se recuperará. Que la gente sabrá apreciar lo que te da el Lolo, no por el chope que lo tiene buenísimo, sino porque sabes que además puedes contar con él, y no te hace falta ver su nombre en una chapita, porque ya lo conoces desde hace más de diez años y eso dice, que la gente lo valorará. Y que los jóvenes gracias a esas pantallas de las que yo tanto me quejo serán capaces de conseguir cosas que nosotros no somos capaces de imaginarnos. De repente, a vuestra madre, se le ocurrió una solución al importante conflicto familiar desatado. Y como sabéis que siempre ocurre, me convenció. Se trataba de que cada uno, escribiera su propia carta, donde contaría su idea sobre cómo sería el barrio en el futuro, para que fuera el jurado del concurso el que dirimiera quién de los dos, se acercaba más al verdadero futuro del barrio. Y ahora viene lo más gracioso. Al día siguiente concluía el plazo límite para entregar las cartas. Yo había quedado con vuestra madre en que al salir del bar del Ernesto, donde había quedado con los amigos para celebrar el cumpleaños del tío Julián, me pasaría por la Asociación de vecinos y entregaría nuestras cartas. Pero se me olvidó. De vuelta a casa, no hacía más que pensar en qué le iba a decir a vuestra madre... menudo disgusto para ella. Menuda bronca para mí. Afortunadamente el hada de la inspiración bajó a rescatarme. Cuando llegué a casa, aparentando una febril excitación cogí a vuestra madre de la mano y la llevé hasta el salón. Allí, justo debajo de la lámpara que nos regalaron vuestros abuelos, le dije que había tenido una idea más bonita para las cartas. ¿Por qué no las guardamos hasta que las puedan leer los niños y que sean ellos los que decidan quién se ha acercado más a la realidad? Y como siempre que se le hablaba de sus niños, el milagro y mi salvación se consumaron. Ahora tenéis en ese sobre que acabáis de abrir, otros dos sobres uno, con la carta de vuestra madre y otro con la mía. Pagaría por veros, en el momento exacto que os asoméis a la ventana, después de haber leído las cartas, para decidir quién ha sido el ganador. Estaba dándole vueltas a cómo sería posible que nosotros nos enteráramos del resultado y se me ha ocurrido una tontería pero que a vuestra madre le ha hecho mucha ilusión. La carta que haya ganado, la atáis a un globo y la dejáis que suba hacia arriba. Ya la intentaremos recuperar nosotros. Ha sido muy bonito volveros a decir cosas, sentiros tan cerca y tan unidos. No os olvidéis nunca de que os queremos mucho.
Nota 1.- Los relatos están copiados tal y como llegaron al concurso, sin corrección ortográfica ni estilística.
Nota 2.- Como el autor no pudo estar en la entrega de premios, envió esta carta. Fue leída durante el evento y la añado a continuación:
"Hola Juana:
Gracias por el mensaje. Ya sólo ser finalista te hace sentirte un poquito más cerca de ser escritor, y eso me gusta mucho.
Lamentablemente no podré estar el día 22 porque tengo un trabajo al que no puedo faltar.
Me encantaría disfrutar esa tarde con vosotros y ten por seguro que me estaré acordando de que estáis juntos y de que hay gente que disfruta contando historias a los demás. Mi agradecimiento sincero por haberme propiciado una bonita ilusión.
Soy de Valencia, vivo aquí con mi primo, la única persona con la que tengo suficiente confianza en Madrid como para pedirle que fuera a la entrega... pero tampoco puede, con lo que... misión imposible.
Lo dicho, muchas gracias de verdad y ha sido un placer participar en vuestro concurso.
Si que te querría pedir un favor. Me gustaría poder leer los relatos ganadores... ¿los publicaréis en algún sitio? ¿Cómo podría acceder a ellos? Lo dicho, muchas gracias por todo.
Lunes, 19 de abril, 2010 Fernando Ros. Autor de Olga y Juan".
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