¿QUÉ BENEFICIOS SE OBTIENEN AL MATRICULARSE EN UN TALLER LITERARIO?

Preguntas como esta, o tales como:
- ¿Es bueno matricularse en un taller literario?
- ¿Qué me aporta el matricularme en un taller literario?
- ¿Seguro que se puede aprender a escribir en un taller literario?

Preguntas similares y muchas más las he estado escuchando los últimos seis años, los que tiene de vida el taller.
A quienes me las hacían, bien por correo electrónico, bien por teléfono, traté de sacarles de dudas lo mejor que supe o pude.
He de decir que, como tallerista que fui durante más de ocho años en uno de los más antiguos aparecidos en la ciudad de Madrid, más dos cursos en una escuela de prestigio diré que:
1.- Los genios literarios, salvo muy raras excepciones no nacen, se hacen a base de esfuerzo y trabajo constante (al igual que cualquier trabajador en la disciplina que sea: para ser realmente bueno es preciso constancia y trabajo).
2.- En todas las universidades anglosajonas, los talleres literarios son una asignatura más en las facultades de letras.
3.- Cualquiera que sepa redactar medianamente bien, y que tenga inquietudes literarias, puede ser un magnífico alumno.
4.- A un taller literario hay que llegar con humildad y con el pensamiento de que se va a aprender, no creyéndose de entrada un Cervantes o mejor que el insigne alcalaíno porque será un pésimo alumno que no se dejará corregir, se aburrirá y entorpecerá las clases.
5.- Quizá este punto debí ponerlo en el 1º o 2º lugar. Escribir es: CORREGIR, CORREGIR, CORREGIR y CORREGIR, de tal modo que el texto quede pulido, tanto como una pista de patinaje por la que, el lector, deslice la vista y no se encuentre obstáculo alguno que le haga desechar la obra que tiene entre manos bien por aburrimiento, falta de comprensión, exceso de rimas...
6.- Y por último, para no aburrir como pongo más arriba, quien desee escribir, llegar a tener un estilo propio, debe leer mucho y bien, es decir: beber de los autores clásicos y contemporáneos pero no sólo ir a conocer el argumento, sino ver las figuras retóricas empleadas, el tono, el estilo, las formas de lenguaje... Es necesario hacer un estudio en profundidad e, incluso, intentar parecérsele (con los ejercicios de intertextualidad) y, cuando menos se lo espere, habrá llegado, si no a la cumbre, sí a empezar la escalada de esa montaña que, aunque parezca que no, se conseguirá con tesón.

Un saludo, Juana Castillo


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domingo, 10 de agosto de 2008

Jugando con la retórica: jitanjáfora por Adriana SALCEDO.

PASOS
Adriana Salcedo Jaramillo


La lluvia, espesa, chistarreando la mentena del agraviado hombre. Su compañero le rechinaba su ojalastra, casi hasta reventársela. ¡Shi!, ¡shi!, le respondió, sin que éste se diera por aludido. Fue cuando su mentena casi al rojo vivo, por tanta verborrea, ¡de un parsetano en la espínula! lo lanzó al charquerío de la enfurecida lluvia.
Siguió solo, parloteando, en el recinto de sus infiernos.
Los flecos de la chicharreante lluvia, lo siguieron en sus pasos circulares. El hombre vomitó sus entrañas, y cayó debajo de los cordones oscuros, enrabiados, entrelazado de pies y manos. Las lianas empulpecidas lo retocigaron con toda su fuerza, como si fuesen enemigas. La lucha a pulso le retoncó la espalda, las piernas y brazos, hasta quedar siniestrado en su membrana propulenta; desvanecido en sus propios pasos, se quedó dormido. La lluvia se fue con sus flecos pulposos.
Como sin dueño, en una cama maltrecha, el hombre empobrecido abrió sus cóncavos hasta salirse de ellos por aquel corrientazo de “salud mental”. El compañero de blanco mandil respiró sus inciertos y lo abrazó por la espínula.

miércoles, 25 de junio de 2008

Tema VI: Entre el principio y el final

La Mansión


En medio del enorme jardín se levantaba una mansión de estilo victoriano, al verla nos sentíamos como si estuviésemos en medio de una de esas grandes películas inglesas. Mis hermanos y yo nos acercamos muchas veces y nos subíamos uno encima de otro para poder mirar sobre el ancho muro. Nos parecía que lo que veíamos era otra vida completamente distinta a la nuestra. Tras la tapia, en el jardín, varios hombres trabajaban afanosamente, podando árboles, cortando flores o dando distintas formas a los setos. Era el jardín más grande y hermoso que habíamos visto en toda nuestra vida. En él había paseos con arcos cubiertos de bellas enredaderas de todos los colores, caminos de pequeña gravilla que pasan al lado de los arriates de tulipanes, varias fuentes donde los pájaros se paran a beber y, entusiasmados ante tanta belleza, continúan con su canto.
La casa era un continuo entrar y salir de doncellas, cocineras, niñeras… Muchas veces nos preguntamos cuántas personas vivirían allí. Nunca lo supimos, pero nos imaginamos que eran muchas. Desde luego la mayor parte eran empleados. Los dueños de la mansión eran un matrimonio y sus tres hijos. Eso lo sabíamos con certeza porque solían pasar por el pueblo en el coche. Alguna vez se bajaron para asomarse en el viaducto y ver el caudaloso río. La señora era muy guapa. Una mañana que se acercó a dar una limosna a la viejecita que pedía sentada junto al puente, mi madre dijo que: ni en las mejores escenas del cine vio ropas tan hermosas. Él era también muy elegante y distinguido. Sus dos hijos varones tenían cara de pillos, quizás lo imaginamos así por ser pecosos y pelirrojos. La niña sí que era guapa, lástima que no pueda caminar y siempre estuviese en su cochecito de ruedas.
Una tarde después de salir de la escuela y mientras observaba lo que ocurría tras el muro, subido a los hombros de mi hermano, la niña a la cual le daban un paseo cerca de él, me descubrió. No pareció asombrarse y me sonrió, yo me quedé tan aturdido que, al intentar retroceder, casi nos vamos al suelo mi hermano y yo.
Después de ese primer encuentro procuré estar a la misma hora y siempre ella estaba como si me esperase y de nuevo me sonreía. Yo entonces ya había cumplido doce años y no recordaba otra sonrisa tan hermosa como la de esa niña, ni unos ojos tan grandes y de un azul tan profundo.
Una mañana se fueron de improviso, igual que habían llegado. Una profunda tristeza se apoderó de mí. Mis hermanos ya no quisieron volver allí, ya no tenían nada que ver. Pero yo, con unos viejos palos, me fabriqué una tosca escalera. Subido a ella observaba el jardín cómo poco a poco se iba abandonando y también la hermosa casa. Después la escondía bajo la gran buganvilla junto a la que yo me asomaba para pasar desapercibido cuando ellos aún vivían allí.
Una tarde que pensativo le tiraba piedras al río, se me acercó Julián, un vecino del pueblo de mediana edad que tanto trabaja de carpintero como de albañil, me puso la mano en el hombro y me dijo:
- No pierdas tu tiempo aquí, tienes que estudiar, tú serás alguien muy famoso -me quedé mirando a aquel hombre. Antes de que articulara una sola palabra, él continuó-. Te he visto muchos días mirando por el muro a la gran casa.
Yo me quedé muy sorprendido, nunca le vi allí. Entonces él me comentó que estuvo trabajando de jardinero. La noticia me llenó de contento y le pregunté que a donde se había marchado la familia. Él me contó que los señores compraron aquella hermosa casa para ver si el clima mejoraba la extraña dolencia de la niña, que le impedía caminar, pero que alguien les habló de un famoso neurólogo en un país europeo y que allá se habían ido. En ese mismo instante me dije que yo sería medico y en un futuro curaría a esa hermosa niña.
La verdad es que, después de mi conversación con Julián, cada vez estudié más y mis notas eran muy buenas, mis estudios superiores fueron en el condado vecino y, cuando les dije a mis padres que quería estudiar medicina, los pobres casi se desmayan. Me dijeron que ellos no podrían costear unos estudios tan caros en la ciudad. Pero yo solicité una beca, casi obligado por Julián, que no se descuidaba en ningún momento de mis estudios. Me llegó muy pronto y me vi en una ciudad importante estudiando medicina. Acabé mis estudios gracias a las becas que últimamente me gestionaba Julián. Pude ir a un lugar que ni en sueños imaginé que yo haría la especialidad de cirujano neurólogo. Afortunadamente para mí fueron apasionantes aquellos años de estudio, y siempre que veía a un paciente, sin querer, yo volvía a ver a la niña rubia de mi niñez.
Nada más terminar la especialidad me llamaron de un Hospital famoso donde empecé a practicar mis primeras operaciones con bastante éxito.
Les escribo largas cartas a mis padres, al igual que a Julián a quien hago partícipe de todos mis logros. Un mañana, al terminar una operación, cuando ya me iba a mi casa, una enfermera vino a buscarme y me dijo:
–Doctor, en su despacho le espera una joven, dice que le conoce desde niño y desea hablar con usted.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, sin saber por qué corrí en dirección a mi despacho. Abrí la puerta y, aunque estaba de espaldas a mi, sentada en su silla de ruedas, supe que era ella. Se volvió, me sonrió, y fue igual que la primera vez que la vi. Me quedé tan aturdido como cuando casi me caigo de lo alto del muro. Me miró y no pude articular ni una sola palabra, mientras le estrechaba su mano.
Pasaron unos instantes. Nunca podré saber si fueron segundos o minutos, lo único que recuerdo es que nos mirábamos y sonreíamos. De pronto ella empezó a hablar, lo hacía atropelladamente, como si quisiera resumir en un minuto todos los años pasados. Me contó que desde la primera vez que me vio tuvo el presentimiento que yo podría curarla en un futuro. Por eso, cuando se marchó, se quedó de acuerdo con Julián para que le contara todas mis andaduras. Ella le explicó a su padre su intuición, y este fue el mecenas que estuvo detrás de cada beca. Ahora quiere que yo estudie su caso.
Sentí una responsabilidad enorme. A pesar de ello en ese mismo día empezamos a hacer pruebas y, en poco tiempo, supe con toda seguridad que mi primer y único amor volvería a andar.
La operación fue un éxito y, poco a poco, Rebeca comenzó a caminar. Ella había estudiado fisioterapia, ya que su sueño era ayudar a personas que tuvieran problemas parecidos al suyo y necesitaran rehabilitar sus músculos.
En cuanto se mejoró nos casamos.
Luego, lo primero que hicimos, fue volver a la mansión abandonada y convertirla en un centro donde rehabilitar a personas que carecieran de medios económicos. Allí trabajamos juntos, aunque yo tengo que trasladarme un par de veces a la semana a la ciudad donde sigo operando.
Junto a la buganvilla, donde seguía escondida la vieja escalera, mi esposa hizo esculpir una de mármol, exactamente igual a la que yo construí, en ella sólo hay una fecha: la del año en que nos vimos por primera vez.



Pepi Núñez Pérez 26/ 03/ 08



domingo, 25 de mayo de 2008

Jugando con la retórica: hipérbole por Adriana SALCEDO

Don Diego de Silva y VELÁZQUEZ
"El niño de Vallecas"

RUPERTO

Adriana Salcedo Jaramillo



Hace ya algunos veranos o primaveras, sumados también los otoños e inviernos. El pequeño Ruperto inició una gran caminata por lugares insospechados sin temor alguno, pues su arrojo era aún mayor. Se dirigió a la puerta, siempre abierta, mostrando su seguridad. No miró hacia atrás como suele hacerse cuando uno parte.
La audacia se transformó en su mejor aliada. Con el mentón en alto y sus manos en los bolsillos empezaba la aventura, “el sueño de su vida”. Kilómetros y kilómetros casi sin detenerse, hasta que la noche se hizo presente durmiéndolo en algún rincón del camino. No le fue difícil encontrar alimento en su aventura, su pequeñez lo hacía verse indefenso, su “audacia” la acurrucó en los pliegues de su vestimenta.
¡La gran ciudad! Se le presentó como un desafío a su propia osadía. El pequeño jamás conoció lugar tan inmenso, cargado de casas, edificios, autos…, que se prolongaban hasta el cielo; sólo recordaba referencias de aquel mundo por algunas revistas viejas, y ahora, esa inmensidad frente a él… Su cabeza se hinchó como una sólida roca, y sus ojos no pestañaron por varios segundos. Se olvidó del cansancio, la oscuridad no atrapó sus párpados. Su caminata iba por delante, a pasos agigantados, como un elefante tierra adentro.
La noche ciudadana lo detuvo por la espalda, sus inquietos pasitos aquietaron toda su estructura ¡La ciudad en luces! Carteles fosforescentes titilando a cada instante, colores y formas con alma propia, la velocidad de los autos…, implacables ante el recién llegado. Al pequeño Ruperto le temblaron las piernas. En aquel mundo, preso en un laberinto sin salida, los destellos como garras de dragón entorpecieron sus pensamientos. El pelo desordenado se agitaba en su ancha cabeza, y en su rostro se le dibujaron marcadas líneas, como riachuelos incrustados en su piel.
Fue el hambre que detuvo los pasos del andariego, llevaba dos días con sus noches sin parar, dando vueltas en el encandilado laberinto. Fue su pequeñez la que lo salvó, una vez más, extendiendo sus manos en un mesón al que no alcanzaba. La señora del mostrador, ocupada en su quehacer, se mostraba indiferente. Después de algunos intentos logró que ésta se percatara de su presencia… Su hambre llegaba a marearlo. En una mesa, y trepado en una silla, comió sin respiro todo lo que la amable señora le sirvió. Casi saltando, con la sonrisa en toda su cara, le dio las gracias por el plato servido y devorado. Fueron muchos los días que Ruperto volvió al mismo lugar para alimentarse.
Menos enajenado en las infinitas calles, la audacia del pequeño tomó la anchura de su cabeza, y pronto, Ruperto, dejó de sentirse asfixiado.
¡El gigante letrero no paraba de destellar sus potentes colores!, tan fuertes que lo hipnotizaban hasta quedar perplejo. Sin dudarlo, se encaminó a él. Toda la noche fue su cómplice en sus pasitos acelerados. El amanecer daba sus inicios y Ruperto llegaba al luminoso cartel. Una casona, aún sus luces no cesaban, ingresó a ella sin aviso.
Con esfuerzo tuvo que recorrer el lugar en sombras, a media luz. Hermosas mujeres contentaban a los hombres con vasos de licor, todos ellos grandes, se desplazaban por el lugar como dueños del entorno. Nadie se percató de su presencia, pues sus miradas se enfocaban a la mujer: esbelta, moviendo sus caderas obscenamente, agitándolas a un largo pedazo de fierro que colgaba desde el techo hasta el suelo, lentamente se quitaba la poca ropa.
El pequeño Ruperto la observó sin parpadear, le parecía tan alta y voluptuosa que no alcanzaba a atraparla con una sola mirada, giró su ancha cabeza como un búho para captarla en su totalidad. La mujer advirtió su presencia con una extravagante carcajada, fue cuando todos miraron a la criatura maltrecha. La bailarina, sin pudor alguno, lo tomó de sus cortos brazos y de un tirón lo llevó al centro del escenario y, con un ademán notorio, presentó al invitado de honor. Todos soltaron sus aullidos y aplaudieron al honorable. Ruperto sonrió con su cara completa, confundido entre tanto alboroto como ebrio de felicidad, todos reían con él. Sin recato alguno le dieron de beber mientras la mujer le sacaba la sucia vestimenta que lo envolvía.
Ruperto, ya algo borracho, resaltó su instinto guardado… La excitación que le producía aquella desnudez… A sus 37 años jamás había podido tocar mujer alguna, como tampoco sentir el trato tan directo de sus contemporáneos. Su regocijo fue completo, todo cuanto le estaba pasando, en una especie de milagro, soltó un caudal de sentimientos guardados, tocaba aquella mujer con sus manos deseosas y ella se dejaba acariciar.
Iniciaron un baile de a dos, el enano y la bailarina se entrelazaron con aquel fierro, en tanto que los demás, en una locura completa de instintos perversos, cargaron al hombrecito y lo empezaron a lanzar de mano en mano, hasta tirarlo a la calle. El pequeño hombre cayó debajo del cartel luminoso, que ya había apagado sus destellos.
Don Ruperto Salgado fue apresado por enormes policías, su comportamiento era un agravio a las buenas costumbres ciudadanas.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Jugando con la retórica: jitanjáfora por Isabel FRAILE.

DESTINO INMINENTE
Isabel Fraile Hernando


La mirria de planchar espera ser trujada como todos los días, no puede quedarse proloma necesita actividad. Un montón de patriña de diversos rolescos se ve encima del marrinio utilizado para tal menester. Pero los minutos pasan y la tranchula de la casa no parece tener poprasa en empezar .La mirria impaciente se decide a hablar con la ripola.
-Oye, Vaporina, qué te parece si te crosto caer desde lo alto, así llamamos la ciparro de la zamporra, que cada día está más opesare.
-De eso nada.¿Quieres que me escachifolle?
Vaporina esta muy molesta ante la proposición de la mirria. Ella, una ripola de timala generación fostarse espachurrada en el suelo. Y todo por la impaciencia de la dichosa mirritina.
En esas estaban, cuando la zamporra se acerca con el plumero en noma y se deja caer de golpe sobre la silla.
-Que zumbarrian. Creo que dejaré la ripola para mañana, digo yo, que lo mejor sería deshacerme de la mirria, total, para lo poco que la translapo. Además aunque parezca una balonda la noto..., no sé, como hostil. Sí, esta noche la bajo al contenedor de la capolatona.
La zamporra se calata con dificultad y sale de la plotinosa cerrando la ombita. La mirria, al oír lo que diesto la depara, se deparrama hasta el soloton,con lo que las dos, mirria y ripola quedan, escogorciadas contra el suelo.

lunes, 12 de mayo de 2008

Tema I: una anécdota

EL CAMBIO

Adriana Salcedo


Nunca esperé que la mudanza llegara tan puntual. De hecho es todo un tema, eso del horario. Los europeos siempre nos critican la impuntualidad, "a los sudacas". Si conocieran los beneficios que traen los horarios flexibles, tal vez, les agradaría. Pero ese no es el tema… Es que esa llamada, y yo apenas despertando, me hizo detestar la puntualidad. De inmediato telefoneé a mis sobrinos, los que debieron salir de la cama en menos de un segundo, ya que eran ellos los que se cambiaban. Me encontraba ya muy despierta y pronta a salir, para realizar el cambio tan esperado.
Cuando llegué al departamento de los dormilones, se me activaron todas las fuerzas físicas para bajar cajas, muebles, cocina… Un quinto piso y sin ascensor, merita un buen estado físico. Observar las caritas de cada uno de ellos, ya muy despiertas, me irradiaban el alma… Era el día esperado desde hace ya un par de años.
Todos, algo aliviados, terminamos con la primera parte del traslado, aún nos quedaba continuar con la mudanza de Juan Carlos, el mayor de mis sobrinos, que por cierto, su departamento quedaba en un quinto piso, la felicidad de ese momento era, ¡el ascensor del edificio!
Las cosas delicadas, frágiles, fueron metidas en mi auto, las arreglé con especial cuidado… Eran de mi madre.
El camión lleno en su totalidad se dirigía a la nueva casa. Cuatro dormitorios, una amplia sala, la cocina bien equipada y tres baños.
Me sentí aliviada y orgullosa, mis sobrinos relajaban su felicidad ordenando sus cosas, en los amplios dormitorios. El trabajo había terminado a ritmo dinámico.
Dormí la mejor siesta desde hace tiempo; mientras recordaba cuán bellos se veían, ellos, los cuatro… En su nueva casa.
David, tan largo y estirado como una espiga, sus ojos chispeantes acusan su corta edad, el bailarín, tiene ahora, un dormitorio para él, después tres años de haber dormido en un sofá- cama en la sala. Daniel, con su sensualidad serena, el músico, podrá tocar su guitarra, con la destreza de un artista en camino, sin molestar a nadie. Andrés, de rostro bello y sonrisa angelical, el estudiante de medicina, y Juan Carlos, el mayor de todos, de ojos tan grandes como la luna llena, el joyero, vive ahora, junto con sus hermanos.
¡Al fin, mis cuatro sobrinos en una misma casa! Unidos y confiados…, derrochando jovialidad por cada rincón del nuevo hogar.

domingo, 27 de abril de 2008

Ejercicio de Intertextualidad inspirado en el cuento de Yourcenar: “Cuento azul” y propuesta de trabajo Tema II: esbozar el retrato de un personaje.

Mujer leyendo
UMBERTO BOCCIONI. FUTURISMO. (1882-1916)
PRESENCIA


Habían pasado más de tres semanas, y Cecilia continuaba despertando de madrugada. Aunque no se veía inquieta en su desvelo, algo le hacía caminar por la casa, como si no hubiese despertado. Era aquel sueño constante, recurrente. Se lo había transmitido a su marido un par de veces.
Acostumbraba a tener sueños premonitorios, tanto que en la familia y amigos los acataron siempre como avisos, de una u otra manera todos eran certeros. Este sueño no les importó mucho, ya que cuando el marido se lo contó, nadie se sintió involucrado en él, por lo cual, y sin perderle el respeto a sus premoniciones, a éste, no le dieron ninguna importancia.
Esa madrugada, en el sofá del dormitorio, Ricardo se le acercó con cierta inquietud, y la acompañó con otro cigarrillo, su actitud calmada, le produjo la necesidad de contárselo nuevamente.

¡La mujer…, la misma mujer siempre! La puedo describir como si ella estuviese aquí, en este sillón, así muy cerca. No tiene más de cincuenta años, su pelo castaño oscuro le llega hasta el cuello, usa lentes de amplios vidrios y suele tener un colgante con una piedra negra que le llega hasta su escote, sus ojos de color café le dan un reflejo de profunda serenidad, también su amplia frente acusa sus pensamientos, como si nunca los detuviera; y siempre…, siempre, la veo en una biblioteca muy equipada a sus espaldas.
No la conozco, pero en mis sueños, somos tan amigas…, como si nos hubiéramos conocido desde la infancia. Aunque no me lo ha contado sé que está casada y es ama de casa y, claro, es una escritora, basta verla, sus manos siempre llevan libros… Pareciese que desde sus dedos salen frases escritas, textos corregidos. Esa es la parte del sueño, que me toca con profundidad, necesito que alguien escriba, lo que tú y yo sabemos. Esa presencia, ya desde hace un par de meses.
El bosque se bañó de color naranja, la noche se encendió con aquel reflejo inmenso que abarcaba todo cuanto podía ver, y esas figuras como grandes luciérnagas me rodearon. Perpleja en mis emociones, las observé por largo rato, ellas, casi inmóviles se comunicaban conmigo a través de esa corriente naranja, sin palabra alguna, sin miradas; eran simplemente formas… Seres emanando todo el amor que jamás he sentido. Entendí todo lo que me transmitieron, era todo tan sencillo, tan fluido, que bastaba, con su presencia, para comprender la vida misma. Te puedo decir que el paraíso tiene los colores de los atardeceres, algo de amarillo, un poco de rojo, y todo anaranjado; la paz, pues, es de color naranja.
Así como llegaron, así desaparecieron, con la calma de un niño amantado.
La noche fue oscura, a penas unas pocas estrellas y la luna durmiendo detrás de una espesa nube. Los árboles, como vetustas construcciones se anclaron en sombras, al igual que la tierra, los pastos… No era necesario prender mi linterna para llegar a la cabaña, pues todo lo veía, o mejor dicho, lo sentía claramente.
Los olores fueron más penetrantes que nunca, reconocí al eucalipto, al nogal, al álamo, por su fragancia opulenta; de la tierra salía un olor a leña, y de los pastos una humedad refrescante… Entendí su idioma y su sentir, así como en una sola especie.
Me dirigí a la cabaña sin mirar mis pasos. Los olores, sus idiomas me guiaban en una sola conexión. La noche oscura, y yo tan clara en ella, irradiando aún ese color naranja que me hacía verlo todo.
Mi sueño, entonces, es encontrar a aquella mujer, aquella escritora que podrá ayudarme. Escribirá ésta experiencia para la humanidad. No la busco; la espero, porque sé que llegará, está en mis sueños, está dentro de mí.


Adriana Salcedo Jaramillo.

sábado, 26 de abril de 2008

Ejercicio de Intertextualidad inspirado en el cuento de Yourcenar: “Cuento azul”

El Retiro
Las Palmas de Gran Canaria
Verde esperanza

Una mañana la esperanza se puso un hermoso vestido verde claro y se fue a pasear a un parque cercano. Tomó asiento en un banco bajo un hermoso árbol de hoja perenne. Miró el verde brillante de sus hojas y le preguntó:
-Tú eres un Ficus benjamina, ¿verdad?
El árbol no tuvo necesidad de mover ni una rama, ya que la esperanza podía escuchar su respuesta, que en este caso era afirmativa.
-¿Sabes?- Continuó-, eres uno de los árboles que más me gusta, tu crecimiento es muy rápido y, en poco tiempo, puedes hacer de un descampado, un lugar con agradable sombra.
-…
-No, no me des las gracias, deberían de plantarte mucho más. Me imagino que a tu sombra se sentarán diferentes personas y habrás escuchado miles de historias.
-…
- Ya, eso es lo que pensaba, tú no tienes tiempo de aburrirte. Desde este lugar el verde da sensación de paz y tranquilidad, no me extraña que elijan tu sombra.
-…
-¿Vienen muchos enamorados?
-…
-Claro, si te entiendo, ellos prefieren el atardecer, pero por la mañana también vendrán algunos, supongo.
-…
_ ¿Personas mayores? Si, es natural, con la edad necesitan dar paseos y coger sol. Pero, dime, ¿vienen parejas de mediana edad enamoradas?
-…
-¿Pocas? ¡Qué lastima! Yo creo que el amor debe de continuar hasta el final.
-…
-Tienes razón, muchos han perdido a sus parejas, la soledad es muy triste, pero supongo que aquí se encontrarán con otros amigos.
-…
-¿Unos si y otros no? ¿Los hay solitarios?
-…
-¿Cómo es esa señora?
-…
-¿Es la que suele ir vestida de verde como yo? ¿La que sus canas brillan al sol?
-…
-Sí, ya sé quién es. Es cierto siempre va sola y muy triste. Pasea, se sienta un poco, y no habla con nadie, su pelo es cano, pero su cara es jovial, le falta compañía.
-…
-¿Tú no has visto al señor que pasea un perrito por la parte de enfrente?
-…
-Sí, ese mismo, el del semblante siempre alegre… Pues tendré que ayudarles… Vienen a la misma hora, pero nunca se ven.
-…
-Dentro de un rato, cuando venga ella a sentarse, yo lo iré a buscar a él, y haré que se le escape su perrito y lo traeré hasta aquí, bajo tu sombra. A ella sé que le gustan los perros, verás cómo le sujeta la correa, hasta que él llegue a recogerle. Hoy se conocerán, te aseguro que se enamorarán bajo tu sombra.
-…
-Claro que sí ¿No ves que están los dos muy solos?
-…
-Mira, ahí viene ella. ¡Qué hermoso vestido verde esmeralda trae! Me marcho, le dejo el banco libre y voy a buscarle a él, desde hoy ya no estarán más solos
La Esperanza se levanta y cruza el parque alegremente, mezclándose con el verde de los árboles, va en busca del señor de la eterna sonrisa que desde hoy enseñará a reír a la señora del bonito vestido verde esmeralda.

Pepi Núñez - 27/02/08


viernes, 25 de abril de 2008

Ejercicio de Intertextualidad inspirado en el cuento de Yourcenar: “Cuento azul”

Mañana de otoño
Johann Friedrich
Cuento en otoño

El bosque se viste con los colores rojizos del otoño dando paso a otro ciclo más. Un sol tibio se cuela entre las ramas. Su calor ya no es agresivo como en verano, cuando los humanos se resguardan de su fuego bajo las verdes hojas. Ahora, al contrario, las escasas personas que pasean por el hayedo buscan su cálida caricia.
Sentadas en un tocón centenario, cerca de la vereda que lleva al riachuelo, tres figuras femeninas descansan. Desde hace un lustro, como en un ritual, ninguna de las tres falta a la cita.
Los ojos de dos de ellas son verdes, igual que esas primeras hojas de la primavera, y sus cabellos dorados reflejan aún más los rayos del sol. La otra mujer es pelirroja, de mirada color de mar. En sus rostros se pueden ver las huellas de la vida. Ya no son jóvenes, pero necesitan de esos encuentros anuales para recargar la energía que poco a poco se les escapa.
Las hayas, con sus ramas cuajadas de rojo, forman una tupida capa a su alrededor y las cubren, protectoras, como si de una pasmina carmesí se tratara.
Ellas charlan, se cuentan los sucesos acaecidos todo el tiempo que estuvieron lejos porque, a pesar de la distancia, sus corazones siempre están unidos. En sus cabezas unas hebras como rayos de luna salpican los cabellos. Ese año ha sido duro para las tres por distintos motivos.
En un momento de la conversación, el agua de sus ojos brota al unísono formando un reguero que llega hasta el río cristalino, en él, unos peces de lomo colorado, se estremecen al notar la sal que procede de las lágrimas y escapan ribera abajo.
Las amigas, ajenas a la pequeña convulsión provocada por su llanto, siguen con las confidencias. El sonido de sus palabras cincela los troncos y envuelve las ramas como una melodía.
El tiempo pasa como un suspiro y ese encuentro anual llega a su fin. Así lo anuncia el atardecer púrpura que se extiende con lentitud por el hayedo.
Al ponerse en pie vuelven a notar del peso de su cuerpo. Ese peso que mientras están juntas se desvanece. Caminando despacio, se pierden por el sendero que las devuelve a su realidad cotidiana, donde la carga de su apariencia terrena se hace a veces insoportable.


Isabel Fraile.



jueves, 24 de abril de 2008

Ejercicio de Intertextualidad inspirado en el cuento de Yourcenar: “Cuento azul”

Maximino Peña
-Nacido el 29 de Mayo de 1863 en Salduero (Soria)-

Un sueño Dorado



Me despierta un salto en el vacío. Entre la realidad, y la semipenumbra del sueño, ponen mi conciencia en la cuerda floja. La cordura y la razón se ponen de uñas conmigo. Me exigen, me ruegan, que no cometa despropósitos dejándome llevar por la curiosidad, que no entre, que soy adulta, que no es un sitio seguro hacia donde me dirijo.
Ellas, gesticulan y gritan, me advierten que es un lugar prohibido y se niegan a asumir el riesgo. Yo, cierro los ojos con fuerza y me resisto a despertar. Me mantengo en mi sitio y, por unos momentos, detengo el tiempo para sumergirme en aquel sueño dorado que se me dice está lleno de peligros. Ellas, la cordura y la razón, taciturnas y a su pesar se alejan hacia el silencio.
El sueño va tomando cuerpo y del vacío más absoluto, emerge ante mí una puerta. Es enorme, gigantesca más bien. Es una puerta forjada con un material dorado. Contemplo con asombro el oro con el que están trenzadas las guirnaldas que la adornan. Sobre ella, enmarcándola, unas palabras, tienen ese color que toman las espigas al sol. La verdad es que lucen espléndidas. Las leo despacio, recreándome:

“Jardín de los asombros... Financiamos sueños... Albas de dorados horizontes, pintados con sonidos y palabras”.

No lo dudo un instante, mis brazos se extienden y empujan la verja. Haces de sol me ciegan pero, tozuda, no cejo en mi empeño... Avanzo casi a tientas, hasta que mis ojos se acostumbran a la intensidad de aquella luz. La estancia es estrecha y de una gran altura, a ambos lados, anaqueles hasta donde alcanza la vista. La impresión es análoga a la de entrar en una extraordinaria biblioteca, pero mis ojos ávidos no vislumbran libro alguno...
Sin previo aviso, a mi alma le inunda una alegría extraña y comienzo a reír a carcajadas. El lugar es vistoso, vivificador de ilusiones y esperanzas.
¡Oh!, sí, al fin veo el contenido de los anaqueles: frascos repletos de cantarinas y doradas letras... Miles de frascos y millones de letras con los que reconstruir los sueños. Aquellos que ya quedaron viejos o simplemente murieron, aquellos que nos acompañaron en nuestros primeros amaneceres o tal vez en nuestra lejana adolescencia. Veloz, corro hacia la puerta. Reúno todas mis fuerzas y empujo hasta que oigo el clic que la cierra. Desde dentro, le grito a la razón y a la cordura:
-¡Iros, iros, he entrado y no volveré a miraros, lo que he dejado fuera corre de vuestra cuenta...!
Escucho cómo se alejan sus pasos en silencio. De la nada aparece en mis manos un surtido de pinceles...


Gloria Grau Baeza.

viernes, 4 de abril de 2008

Ejercicio de Intertextualidad inspirado en el relato de Boccaccio: “Meter el diablo en el infierno”

El amor y la muerte
"Los caprichos" de Francisco de GOYA

¡Yo ya no estoy para estos trotes!
Thaï de Arriba Ortuño




Yo soy el miembro más paciente en el Congreso, pese a ello, tengo muy mala fama entre los sujetos del pueblo llano. Creo que me temen y, por esta causa, he decidido llevar una vida retirada, relajada y sin ajetreos. Y así llevo años, sin entrar en acción. Mas, hete aquí, que llega alguien a la morada de mi superior, al que no siempre hago caso, y se me exige que regrese a la actividad con el pretexto de una misión beatífica y… ¡Yo ya no estoy para estos trotes!
Pienso protestar con una huelga de brazos caídos e intentar que vuelva la paz a mi dominio. Estoy harto de que me expriman… Son crueles conmigo y lo único que he hecho es ponerme un poco tenso fuera de contexto. En mi juventud, y ahora, que soy anciano, desear el descanso.
¡Al diablo con todos ellos!

martes, 1 de abril de 2008

Tema IV: relato de género (en un cuento realista aparece algo fantástico).

El saquito azul

La sala de espera del Ambulatorio está llena de pacientes. Los asientos, todos ocupados. La inmensa mayoría esperan de pie con la espalda apoyada en la pared. Las toses son como una música de fondo. Cuando el señor mayor de gafas para de toser, entonces empieza la jovencita del pelo rizado y, antes de terminar ella, ya tosía la señora del pelo blanco. Sentada allí, en medio de tantos griposos, me pregunto si no me pondré peor de lo que ya estoy. La puerta de la consulta se abre y sale una señora con mucha prisa, lleva en la mano un papelito blanco y se dirige rápidamente a la mesita del fondo, que es la entrada de urgencias. Cuando vuelvo a mirar ya se ha cerrado, observo alrededor y me fijo que falta la chica del pelo con rizos, así que sólo queda el señor de gafas y después pasaré yo.
Por el fondo del pasillo aparece un hombre cuya figura alta y andar vacilante llaman mi atención. Se dirige hasta donde esperamos nosotros. Se acerca a mí y, con voz metálica, me pregunta:
- ¿Quién es el último?
Yo le miro algo asustada y le señalo a un joven que, apoyado en la pared, lee un libro. El hombre alto se pone frente a mí y se queda con sus ojos fijos en mi bolso. Yo trato de disimular, pero cada vez aprieto el bolso más fuerte. Cuando me toca el turno de entrar, al pasar a su lado, ni se aparta, continua igual, como si en la sala no existiese otra cosa que mi bolso. Entro en la consulta y le cuento a la doctora atropelladamente cómo me encuentro, pero pensando en el hombre alto que no pierde de vista mi bolso.
Al salir, él sigue allí. Yo me alejo a toda velocidad hacia la puerta de salida, cuando llegué al final del pasillo me doy la vuelta y, ¡Oh! Dios mío, aquel gigante está detrás de mí. Me paro en seco y él también lo hace, siento ganas de llamar al guardia de seguridad, pero sin saber porqué, salgo corriendo, me vuelvo y veo que él, con su paso vacilante, no puede correr como yo. Así que sigo mi camino a paso ligero en dirección a la parada de autobuses. Llego y veo con alegría que se acerca mi línea, me quedo esperando el autobús al tiempo que busco el bono. Cuando este llega subo precipitadamente, noto que alguien lo hace tras de mi. Mientras pico en la máquina, siento su voz metálica preguntando el precio del viaje. Me horrorizo. Aprieto mi bolso fuertemente al tiempo que me abro paso entre las personas que viajan de pie. Él me sigue y, cuando me paro frente a una ventana, él también lo hace. Se acerca y me dice lo más bajo que le permite su voz de metal:
-No tenga miedo, sólo quiero ayudarla.
Yo le miro con los ojos muy abiertos, al tiempo que le respondo:
–No le he pedido ayuda, déjeme en paz.
Entonces él me explica:
–Busque en su bolso un saquito azul y, por favor, démelo.
Le miro a los ojos y entonces es cuando noto que son de un color amarillento que me produce un escalofrío. Casi balbuceando le digo:
–No tengo ningún saquito azul.
–Sí que lo tiene -me contesta-. Mis pasos me llevaron hasta el Ambulatorio siguiendo ese rastro, le pregunté a usted por casualidad, pero al momento me di cuenta que está en su bolso. Por favor, mire y compruebe.
No sé por qué abro mi bolso y allí está el saquito azul. Me quedo sorprendida y él me afirma:
-No lo toque, si lo hace se apoderarán de usted, deje que yo lo coja. Es mejor que nos bajemos en la próxima parada.
Cuando el autobús para, nos bajamos. Él insiste:
-Por favor, abra el bolso.
Así lo hago y veo con asombro que dentro del saquito algo se mueve. Él saca de su bolsillo un guante de un extraño tejido, se lo pone. Con mucho cuidado toma el saquito, abre un maletín y lo pone junto a otros 10 ó 12 más. Lo cierra y con su voz de robot me explica:
-Lamento haberla asustado, dentro del saquito hay unos seres que quieren apoderarse de ustedes para venir a vivir a su planeta, a nosotros nos toca evitarlo, gracias por su colaboración.
Se aleja sin más. Yo permanezco quieta viendo cómo se marcha con su paso vacilante. Me pregunto si es cierto lo que me ha ocurrido, o es efecto de mi estado gripal. Pero desde luego estoy parada en medio de la acera con mi bolso abierto.

Pepi Núñez - 9/2/08

Tema IV: relato de género (en un cuento realista aparece algo fantástico).

El premio
Cristina Ghiorghiu



¡Ya las tenía! Le habían costado los ahorros de un mes. Todas las mañanas sin desayunar para podérselas comprar. Fue duro, pero lo consiguió. Eran dos, blancas y relucientes, con su marca roja en el lateral. ¡Preciosas! Con ellas podría ir a todas partes, podría volar. Sus bambas, le aseguraban el paraíso. Se sentía como si ya tuviese los trece; aún eran doce, pero con ellas parecía mayor. Además, era conocedor de un gran secreto. Sus zapatillas eran mágicas.
Se las puso el domingo, y se fue al parque. Iba a ser la sensación de todos. Al pasar cerca del roble vio a su amigo Caronte. Un señor un poco excéntrico, al que le gustaba mucho hablar. Bueno, él no sabía el significado de excéntrico, eso es lo que afirmaba su madre. Pues bien, su amigo contaba siempre cosas muy interesantes. Le explicó que Niké era la diosa de la victoria, la que inspiraba y defendía a los atletas. Él era uno de ellos. ¿Cómo podría perder la carrera con sus Niké? ¡Imposible, llevando a la diosa alada en los pies!
Saludó a su amigo:
- Hola, ¿qué haces?
- Ayudo a las almas a pasar al otro lado.
Eso le pareció algo raro. Pero no tenía tiempo para quedarse e investigar, así que se despidió:
- Me voy. Mira, ya vuelo, las llevo puestas.
- Adiós, llegarás el primero, pero no ganarás la carrera.
- ¿Por qué? No te entiendo. Si llego el primero, es que he ganado, ¿no?
Su amigo sonrió.
Él salió corriendo, llegaba tarde al punto de encuentro. Allí, en medio del parque, permanecían dos de sus compañeros de aventuras dispuestos a empezar.
- Hola, ¿estáis preparados?
- Sí.
- Pues a la de tres. El que llegue antes al río gana.
Las alas se desplegaron e hicieron que volase. Antes de darse cuenta, era el vencedor. Se encontraba al otro lado del río. El Averno. Le costó pocos años, su joven alma llegó deprisa. Su pecado, matar a un sin techo. Motivo, ninguno; le pareció divertido. Sus dos amigos de carrera, lo grabaron todo con el móvil, mientras cometía la proeza. Ellos, ya llegarían, ¡seguro! Pero él había sido el primero, ¡le encantaba destacar! Estaba inquieto, era el momento de recibir su recompensa... Sufrir de por muerte, las llamas con las que prendió al indigente.




martes, 25 de marzo de 2008

Tras las Pascuas, de vuelta al Taller...


Un anorak rojo

Un tren a media tarde...
Viajeros variopintos. Algunos leen, otros miran por la ventana, los demás charlan.
Una voz se alza sobre todas, como una nota discordante en la sinfonía. La voz guarda cierto tono infantil.
- Uno, dos, tres..., uno, dos, tres… ¿Alguien puede ayudarme para comprar un café? Con la A, amor, con la M, mamá… Uno, dos, tres... -La propietaria de la voz sigue con su invocación.
Miradas de soslayo. Curiosidad, sólo curiosidad en los ojos que, por un momento, atienden y traspasan a la figura sin quererla ver. Luego..., cada uno a lo suyo.
La mujer de voz aniñada sigue con su recorrido.
- Uno, dos, tres… ¿Me pueden dar para un poco de comida…? Con la I, indiferencia, con la D, desprecio…
Un anorak rojo sobre un saco de huesos. Profundas ojeras en un rostro que alguna vez fue bello.
- Uno, dos, tres…, con la D, desamparo, con la I, indefensión...
En el habitáculo, la sordera colectiva. Almas agarrotadas, sujetan bolsos de firma falsos.
Cuando el esbozo humano sale del compartimiento en busca de mejor suerte, le sigue un suspiro unánime de alivio. Después, el murmullo vuelve a subir de tono. Otra vez cada uno a lo suyo.
El gusano metálico llega a su destino y vomita su contenido en el frío andén. Al fondo, mezclado entre la multitud, un cuerpo esquelético vestido de rojo sigue pidiendo:
- Un..., dos..., tres... ¿Me pueden...?
Isabel Fraile Hernando

viernes, 7 de marzo de 2008

Ejercicios de Intertextualidad inspirados en el relato de Chejov "En la oscuridad".

Piotr Ilich Tchaikovski
(en ruso Пётр Ильич Чайковский; Votkinsk, 7 de mayo de 1840 - San Petersburgo, 6 de noviembre de 1893)
es uno de los compositores rusos más importantes del siglo XIX.
Una foto con autógrafo
Isabel Fraile Hernando






El consejero suplente Gaguin, mira con orgullo el autógrafo del procurador de la Audiencia. Con orgullo y una especie de codicia. Nikolai Popov se jubiló y el consejero suplente sueña con mejorar su posición dentro de la Procura, al menos dejar de ser suplente. No habló a su esposa, María Michailovna, de sus planes, la mujer le hubiera mareado como era su costumbre. Se ajustó los quevedos y lanzó una última ojeada a la foto antes de guardarla en el bolsillo de la levita.
No iba a ser fácil aquel ascenso, otros compañeros esperaban como él mejorar de situación. Por eso su actitud con el procurador fue casi de servilismo en aquellos últimos meses al llamar todas las mañanas en su despacho para brindarle sus servicios. Aquel ofrecimiento siempre tenía la misma respuesta, la franca sonrisa de aquel hombre de aspecto bonachón.
Nikolai Popov fue procurador es San Petersburgo durante toda su vida. La manera en que llegó a desempeñar ese cargo era un misterio. Según las malas lenguas, todo era gracias a su matrimonio con Tatiana Sergeyevna Ivanova. La mujer, que no era agraciada, contaba con una considerable dote .Su padre, un rico banquero, buscaba marido para su hija única. Cuando Nikolai Popov la conoció nada sabía de aquella dote, quedó prendado de la sencillez de la joven. Si bien era cierto que no era bella, su conversación la hacía atractiva, al menos para el futuro procurador, acostumbrado a las necias conversaciones de las mujeres conocidas hasta entonces.
Al poco tiempo de entablar amistad, los sentimientos de Nikolai fueron cambiando y decidió pedir la mano de Tatiana. Sergei Ivanov accedió de buen grado al matrimonio de su hija. Veía en su futuro yerno, por entonces estudiante de abogado, un joven capaz y honesto.
Después del matrimonio, el padre de la muchacha movió los hilos en su mano para que su yerno pudiera entrar en la Procura. Por todos estos rumores, ciertos o no, el consejero suplente no tenía el respeto que debiera al hasta entonces jefe. Para él un hombre tiene que llegar a conseguir una buena posición por sus propios méritos, y no a través de una esposa rica.
¡Las mujeres, siempre con sus reproches, son tan molestas! Sobre todo su esposa María Michailovna. Ella se encontraba preparando el equipaje para viajar a Samara, allí tenían pensado pasar el verano. Pelagia, la cocinera, y Vasilia, la niñera, le ayudaban en ese menester. Su mujer era tan simple que no era capaz de hacer las cosas sin ayuda.
Vasili interrumpió sus pensamientos al oír las campanadas del reloj de la plaza.
- ¡Terminó el trabajo! Mañana a estas horas estaremos de viaje hacia nuestra casa en Samara -se dijo y, cogiendo el sombrero, salió del despacho.


miércoles, 5 de marzo de 2008

Ejercicios de Intertextualidad inspirados en el relato de Chejov "En la oscuridad".

Museo-Hacienda Kusokovo

Sorpresa a tientas
Cristina Ghiorghiu

Lo dudó durante unos instantes, pero... ¡No! ¡Era cierto! Estaba seguro de haber visto a alguien, entrar por la ventana del consejero suplente Gaguin. El movimiento de la capa hizo que se percatase de ello. ¡Qué suerte la suya! Iba a poder detener a un ladrón en casa de un mandamás. Eso, le haría sumar puntos de cara a una vacante en el departamento. El tenía cualidades, pero no recomendación. Por ello la última vez, se quedó en sereno, y fue el hijo del panadero quien entró, pues su madre no paró de regalarle bollos a la esposa de Gauguin. En cambio ahora, cogiendo a un ladrón, ¡fijo que lo conseguía! ¡Qué bien le iba a quedar el uniforme!, y lo mejor, no tendría que hacer la ronda todas las noches, sólo las de guardia. ¡Todo un lujo! Además, el sueldo era un poco más alto.
Entró decidido a darle. Nada más saltar vio cómo estaba de pie, en la cocina, de espaldas a él, con la capa todavía puesta. Enfrente, la cocinera permanecía estática, atónita, con cara de espanto. ¡Claro!, se dijo, la pobre mujer está asustada. El caco también se hallaba inmóvil, pues no debía conocer la casa y se había dado de bruces con la Pelagia. No lo pensó un ni un instante, y le asestó un golpe certero en toda la cabeza.
¡Pam!
El intruso cayó redondo al suelo.
- ¡Animal! ¿Qué haces? -Gritó Pelagia.
- Salvarte la vida, ¡tonta! -Le contestó él.
Ella se agachó y, bajo la capa..., Gaguin yacía aturdido en el suelo.


Ejercicios de Intertextualidad inspirados en el relato de Chejov "En la oscuridad".

Trajes típicos rusos s. XIX
PELAGIA
Pepi Núñez

Pelagia no puede dormir, la dureza del arcón bajo su cuerpo y el terrible frío de sus pies la mantienen despierta. Está muy cansada, no ha parado en todo el día, pero esa noche, pese al cansancio, sus ojos se niegan a cerrarse. De pronto, escucha un rumor de pasos. Se incorpora asustada. Al momento alguien golpea suavemente el cristal de la ventana de la cocina. Pelagia salta del arca y se dirige a tientas, en medio de la oscuridad, con los brazos extendidos al final de la cocina, donde se escuchan los pequeños golpes. Casi a ciegas logra abrir muy despacio la contraventana.
Envuelto en las sombras puede descubrir la silueta de Dimitri, aunque en realidad sólo adivina el blanco de sus dientes. El bombero atraviesa la ventana con rapidez, pasando a la cocina. Se abraza con fuerza a la joven. Después se despoja de su capa y la cuelga a ciegas en un clavo que hay cerca de la estufa. Pelagia tira al suelo la raída manta y se acuesta junto a su amor: el bombero que, desde que le conoce, la hace soñar con un mundo mejor. Permanecen en silencio, muy abrazados, hasta que sus cuerpos entran en calor. Sólo entonces empiezan a besarse con pasión.
Dimitri lleva dos años en el cuerpo de bomberos y espera que le llegue pronto el nombramiento de su plaza fija. Entonces su sueldo se incrementará en unos cuantos rublos más y, aunque Pelagia tendrá que seguir trabajando, ya no lo hará todo el día, sólo por las mañanas, las tardes serán para atender su propia casa y estar juntos.
También la cocinera sueña con ese mañana, no soporta la casa donde trabaja y mucho menos a los señores: los seres más mezquinos de todos los que ha conocido. Pero ahora no es cuestión de pensar en el futuro. Mejor dar rienda suelta a la pasión que les embarga. Dimitri deshace la trenza a la joven cocinera, al tiempo que le dice casi en un susurro.
- No soportaba otro día sin verte. Te necesito cada vez más junto a mí.
- Pronto estaremos unidos y en una cama mullida -contestó la joven-. Prométeme que será la cama más cómoda de todo el mundo.
El joven la besa con dulzura, al tiempo que le asegura:
- Aunque no podamos tener otros muebles, te juro que dormirás como una reina.
Pelagia empieza a quitarse el abrigado camisón de franela cuando le parece escuchar voces y pasos en la habitación de los señores. Le pone la mano en la boca a Dimitri al tiempo que le dice muy bajito que escuche.
La voz de la señora se oye muy fuerte. Pelagia le pide a su enamorado que corra a esconderse en la despensa. Mientras, ella a tientas, en la oscuridad, recoge la manta del suelo y se vuelve a poner sobre el baúl. Al momento escucha cómo se abre la puerta de los amos y oye cómo el señor se acerca al dormitorio de los niños y cruza unas palabras con la niñera, pero no puede entender lo que dice. En pocos segundos, y con pasos vacilantes debido a la oscuridad, se acerca el señor Gaguin que la llama:
- Pelagia, Pelagia.
La muchacha, intentando hablar con voz soñolienta, contesta:
- ¿Qué ocurre señor?
- Vamos, Pelagia, deja de hacerte la tonta, quiero saber ahora mismo quien entró por la ventana.
- ¿De qué me habla, señor? Le juro que no entiendo nada.
El señor Gaguin muy sofocado la increpa:
- Así que, ¿no sabes nada? Dile ahora mismo a ese bombero que salga por donde entró.
Pelagia comienza a llorar al tiempo que dice:
- ¿Cómo puede decir el señor una cosa así de mi? ¿Cuándo le he dado yo motivo de queja? El que sea pobre no significa que me tengan que humillar de esta manera.
El señor Gaguin algo confundido carraspea, al tiempo que intenta suavizar la situación.
-Vale, vale, no te pongas así, la señora estaba en la ventana y dice que vio entrar una sombra por la cocina, con tanta oscuridad se habrá despistado. Sigue durmiendo. Espera, ¿sabes dónde está mi bata?
Pelagia, con voz aún llorosa, responde:
– Perdone el señor, me olvidé de dejarla en su dormitorio. Está colgada en el clavo, junto a la estufa.
El señor Gaguin se dirige a tientas donde está el clavo, toca la bata, la descuelga, se la pone sobre sus hombros y se marcha.
Mientras, la cocinera aprieta con fuerza sus manos sobre el corazón que le galopa fuertemente. Cuando la puerta de los señores se cierra. Pelagia va a tientas a la despensa, llama a Dimitri y le dice que tiene que marcharse. El bombero obedece. Va hacia el clavo donde dejó colgado su capote, tantea, pero lo encuentra distinto, lo descuelga y busca su insignia de bombero, no la encuentra y se lo dice a Pelagia, quien busca una cerilla que se dispone a encender. Cuando lo hace los dos se quedan blancos, sin una gota de sangre en sus cuerpos. Lo que tiene Dimitri en sus manos, es la bata del señor Gaguin.

Ejercicios de intertextualidad inspirados en el relato de Chejov "En la oscuridad"


Una vida... en la oscuridad


Confusa y perdida recordó que, antes de que el sol se hubiese ocultado, había hecho su última ingesta de comida y que, después de ello, la digestión del delicioso manjar fue la inductora a aquel amodorramiento. Así pues, su conciencia del transcurrir del tiempo hizo su escapada al deseado paraíso del sueño reparador.

Al abrir los ojos, fue consciente de que se hallaba en medio de la más absoluta de las oscuridades y con unas ganas locas de tomar líquido, lo que fuese, pero líquido, que aplacara aquel tremendo vacío de su estómago.

Primero estiró su cuerpo e hizo un vano intento por acomodar sus ojos a las tinieblas. ¡Nada!, ni un reflejo de la luna, ni la tenue luz de una lejana vela que suavizase aquella negrura. Sintió una sed acuciante, pero la prudencia aconsejaba tener cautela con el terreno desconocido... Recordó las historias que había escuchado a sus mayores y las muertes de sus hermanas irreflexivas. ¡En ella, la prudencia y su alerta constante, fueron siempre sus mejores aliadas!

Despacio, se desplazó unos metros por aquella superficie resbaladiza; los nervios empezaban a restarle aire a su organismo... O, ¿tal vez estaba cerrada la ventana y era ella la culpable de su ahogo? Por fin, haciendo acopio de todas sus fuerzas y la valentía que tenía guardada, dio un pequeño salto para comenzar el vuelo... Ziuuuuuuuuu... ziuuuuuuuuuuuu

Dos o tres vuelos por la estancia, sin tropiezos, la hicieron sentir cierta confianza en su capacidad de orientación... Repitió los movimientos, esta vez con mayor aplomo, hizo unas ligeras modificaciones en sus coordenadas... Ziuuuuu, ziuuuuuuuu, ziuuuuuuuu.

¡Mejor, sí, mucho mejor! En el último vistazo, a su izquierda, vio una oquedad con cierto brillo. Estaba segura de haber visto algo de líquido y, su instinto le decía, que no era cuestión de perder tiempo. Se lanzó en un vertiginoso vuelo a su destino. Entró con el impulso de la velocidad que obtuvo... Se enredó en un enjambre de vellosidades que dificultaron su aterrizaje y, antes de darse cuenta..., salió disparada del lugar con un gran estruendo y envuelta en un líquido pegajoso.

El consejero suplente Gaguin, en su magnífico estornudo, no sólo despertó a su esposa María Michailovna, ni con su brutal movimiento se limitó a mover los resortes de su cama sino que, dormido y sin conciencia de hacerlo, puso fin (con un golpe certero) a la existencia de una atolondrada mosca de mediano tamaño perdida en la oscuridad de su alcoba.




Gloria Grau 21-febrero-2008


viernes, 22 de febrero de 2008

Tema II: esbozar el retrato de un personaje que, sin nombrarlo, sea fácilmente reconocible por el lector

Una estación en el camino
Isabel Fraile




En una estación de la que no importa el nombre, dos trenes se encuentran en paralelo. Su destino es diferente, contrapuesto. De uno de ellos desciende una figura. El chorro de vapor que expele la máquina parece un saludo militar, acorde con la vestimenta del viajero. En un ademán mecánico el hombre coloca la gorra de plato que cubre el oscuro cabello. Los negros ojos recorren con rapidez el andén. Nadie. Solo se escucha el sonido de sus botas en el frío pavimento.
La cantina de la estación está abierta toda la noche y el militar se dirige a ella. Entra. Se despoja del grueso abrigo que le protege y se acerca al mostrador. Tiene hambre, pregunta al encargado qué puede ofrecerle, este le contesta con amabilidad:
- A estas horas no hay mucho donde elegir, pero le puedo preparar unas salchichas.
Nuestro viajero niega con la cabeza. El no come carne, ama a los animales. Se decide por unos huevos, pan y café caliente.
La puerta del establecimiento se abre de nuevo dando paso a un viajero del otro tren. Es una persona menuda, también lleva un cuidado bigote, como el militar, pero este de color blanco debido a su edad, el cráneo brilla bajo la luz de la lámpara. Sus ojillos vivaces se pueden apreciar a través de unas gafas redondas. A pesar del frío reinante calza unas sandalias y, por toda vestidura, un shari casi blanco envuelve su cuerpo delgado.
La mirada de los hombres se cruzan cuando el hindú se acerca al mostrador. Su destino es tan distante como el de los trenes.
-Por favor, una taza de té -pide cortés al mozo de la cantina.
-¿Algo para comer?
El recién llegado mira el plato humeante del militar y señala con el dedo.
-Lo mismo, por favor.
Él tampoco come carne. Considera a los animales criaturas a las que cuidar, piensa que el ser humano puede prescindir de ella en su alimentación.
Se han reconocido. Allí, en la lejanía de una estación cualquiera, dos formas distintas de entender el mundo, de mirar al ser humano.
-¿Le importa compartir mesa conmigo? -Pregunta el anciano.
Su interlocutor coge el plato y le acompaña. Cuando están sentados frente a frente el militar alemán toma la palabra:
-He leído algunas cosas sobre usted. La forma de llevar “La lucha” en defensa de la independencia de su país. Su oposición a los ingleses. ¿En realidad cree conseguir algo con la resistencia pasiva, con la desobediencia civil...?
-Yo le hago a usted otra pregunta: ¿Por qué tanta violencia, por qué imponer su visión del mundo por la fuerza, por qué ese odio a los que usted cree diferentes? Los resultados de combatir al enemigo de forma pacífica puede que sean más lentos, pero causan mayor desgaste en el adversario. El ser humano está preparado para contestar siempre a una agresión, para eso se entrena a los militares de cada país, pero se desarma ante la no respuesta..., ante lo que no entiende.
El oficial bebe un sorbo de su taza antes de contestar.
-Yo defiendo el nacionalismo alemán de la mejor manera. Alemania es una nación fuerte que hay que limpiar de parásitos. Solo los fuertes sobreviven. Le voy a contar algo que pocas personas saben. De niño mi padre me azotaba con asiduidad, hasta que un día decidí que no volvería a llorar más. Las lágrimas no conducen a nada. Después, cuando no pude entrar en la Escuela de Bellas Artes, sobreviví vendiendo mis pinturas y, durante tres años, me alojé en un albergue para indigentes. Demostré ser fuerte al llegar donde estoy y eso es lo que le pido al pueblo, esa fortaleza. Los débiles no tienen cabida en la nueva Alemania...
El silbido del tren ahoga las últimas palabras dichas con vehemencia. Los dos hombres se ponen en pie al dar por terminada la conversación.
Ya en la calle, el frío de la noche hace tiritar al anciano bajo su shari. Antes de retomar su camino dirige hacia el oficial una última mirada.
—Jamás pensé que le conocería, Adolf. Tal vez, de habernos encontrado años atrás, el rumbo de la historia fuera distinto.
Y, dándole la espalda, Gandhi se encaminó a su tren.

Tema II: esbozar el retrato de un personaje que, sin nombrarlo, sea fácilmente reconocible por el lector

Estatua del ángel caído, de Ricardo Bellver,
sita en el parque de El Retiro de Madrid.
DANIELA Y LOS DOS
Marta-Guadalupe de Andrés


Frente a las puertas del viejo cementerio se encontraron los dos hombres. Esa mañana se levantó gris, dejó caer finas gotas que formaron pequeños charcos de barro frente a la reja de hierro forjado que protegía al cementerio y sus muertos.
Uno de ellos, de estatura normal, vestido completamente de negro, sostenía un cigarrillo sin encender entre los dedos de su mano derecha. Su pelo, castaño oscuro, casi negro, descendía hasta la mitad de la cara en finos mechones.
- Fue una gran mujer -dijo mientras sacaba del bolsillo de su abrigo un encendedor de plata con las iniciales J. D-. No creo que mereciese acabar enterrada aquí.
Se colocó entre los labios el cigarro. La llama del mechero iluminó su rostro. Un poco de vello le comenzaba a asomar en forma de bigote y se extendía por la barbilla. Sus ojos marrones, atentos al cigarrillo, se llenaron de luz pese a las gafas de sol con los cristales azules.
– Sí señor, una mujer que valía mucho.
Dio la primera calada al tiempo que sus mejillas, ligeramente hundidas, se convirtieron en profundos hoyos. Después expulsó el humo de su cuerpo. Le echó un vistazo a la figura de su lado y su mirada, dura y medida, le preguntó:
-¿Cuándo la conociste? Siempre fue una persona amante de los sitios espectaculares, así que no pudiste encontrarla en un sitio común. La verdad es que se me hace difícil imaginarle en un parque, en una fiesta…, es imposible que ella fuese a sitios de esos.
El otro hombre, envuelto enteramente en blanco, sonrió mientras pensaba su respuesta. Sus ojos azules despedían la ternura infantil de un niño. Alzó la vista y se encontró el cigarrillo encendido.
-En un sueño.
-Sí, eso me lo puedo creer. ¿Qué clase de sueño era?
-Bueno, pues… -titubeó y pasó la mano por su pelo castaño deshaciendo el peinado que pretendía parecer revuelto haciendo que en realidad lo fuese-. En un sueño que empezó mal, creo que al principio era una pesadilla.
-¿De verdad que ella no creó la pesadilla? -Interrumpió el de negro después de dar otra calada-. Albergaba esas extrañas manías, ya sabes. Colarse donde no debía y revolver todo para que sufrieras, una de ellas.
-Conmigo nunca se portó así. Ella era dulce y suave como la brisa de primavera -y su voz se mezcló con nostalgia y cariño-. Todo un ángel.
-Un demonio -sentenció el otro pero el hombre de blanco no se dejó influir por su opinión y siguió con su relato:
-Era una pesadilla al principio en el que mi madre regresaba y me volvía a torturar. No tuve una infancia muy feliz, mi madre se encargó de amargármela con su tremendo y desinteresado amor de madre -dijo con agrio sarcasmo-. En la oscuridad su risa se me clavó como una flecha en la cabeza. Estoy seguro de que mi cara, mientras dormía, era de dolor porque de verdad lo pasé fatal. Cuando mi madre se lanzó sobre mí, apareció ella. Radiante como la luz y sonriendo disipó las tinieblas. Me saludó con sus ojos negros y su melena rubia, lisa como las ramas de un sauce llorón, que se movía suavemente por el viento.
-¿Seguro que hablamos de la misma persona? ¿Estás seguro de que es ella la que han enterrado hoy aquí?
-Estoy completamente seguro. No podré olvidarla mientras viva. Jamás hubiera venido aquí si no supiese que está muerta.
-Daniela no era muy ducha en los sueños. No has podido conocerla más que en una pesadilla.
-Daniela era la más bella mujer que he conocido jamás. No consentiré que la insultes y menos cuando está muerta -dijo encendiéndose como el pitillo de su interlocutor.
-Vale, vale. Tranquilízate -aceptó sosteniendo el cigarro con los labios mientras pedía calma con sus manos abiertas-. Sólo digo que no es la misma Daniela que conocí yo -expulsó la última nube de humo de sus pulmones y lanzó el cigarrillo contra el suelo. Después lo pisó y suspiró-: Daniela era la reina de un mundo de ilusiones que cualquier hombre, animal o bestia desea. Quizá yo la encontré porque soy un poco de las tres -buscó un punto en el infinito donde situarse y explicó con suavidad ronca-: Ella aborreció mi parte humana, mis miedos, mis sueños, mis aspiraciones, mis pensamientos e inquietudes…, todo aquello que le recordaba que era un hombre. Sin embargo, adoró mi parte animal, la bestia, y hacía lo que fuera necesario para sacarla a la luz. Me obligó a buscar todo lo malo que había en mí y me arrancó las pocas partes puras que quedaban en mi alma. Ella fue la encargada de pintarme tinieblas en los ojos cuando se introducía algo de luz por la ventana.
-¿No eres tú el que está equivocado? Esa no es mi Daniela.
-Quizá ninguno sabe quién era Daniela, quizá ninguno la conoció. Quizá a todos se nos presentó como la diosa a la que buscábamos adorar porque, aunque yo sufría con ella, me resultó imposible separarme de ella.
-¿Qué quieres decir?
-Daniela era el oasis que cada uno quería encontrar para alejarse de este frío mundo.

lunes, 11 de febrero de 2008

A vueltas con la retórica: HIPÉRBOLE

Museo del Prado, Madrid.
Entrada por la puerta de Velázquez
VISITA AL MUSEO
Marta-Guadalupe de Andrés

La visita al museo tuvo lugar una tarde de invierno en la que el sol colgaba de lo alto como un gran mono amarillo con una lámpara de 1000000 vatios sujeta en la mano. Los alumnos de primaria se apelotonaban cantando canciones infantiles mientras su maestra intentaba mantenerlos en orden.
-No habléis tan alto que se os oye hasta en América -y los niños, desobedientes, gritaron más y más fuerte como si las reprimendas avivaran el fuego de su interior. Se convirtieron en bestias despiadadas que engullían las buenas intenciones de su profesora con voracidad y violencia.
Los pequeños siguieron con su coro de voces enloquecidas mientras correteaban por los pasillos del museo. Los demás visitantes, estremecidos ante el ataque de las minúsculas hordas, sintieron como si el fin del mundo hubiera llegado inesperadamente. Mientras la menuda y atribulada profesora intentaba apaciguar a las fieras, uno de los niños más pequeños escapó sigiloso como una sombra hasta la sala de los retratos. Los había de todo tipo en aquel salón: de hombres con bigotes tan grandes que la cara desaparecía, mujeres esbeltas y delgadas que por poco se salían del lienzo por la parte superior, niños con malignas sonrisas... Nada más entrar, el chico sintió sobre sí el peso de todos aquellos ojos pintados. Unas miradas que perforaban con precisión quirúrgica su diminuto cuerpecillo. El niño, ante la presión de siglos de historia, rompió a llorar. Sus lágrimas, escandalosas y abundantes, formaron un charco en el suelo con el que la profesora se resbaló inaugurando de nuevo el vals de las risas.

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EFEMÉRIDES QUE NO DEBEN DE SER OLVIDADAS

EFEMÉRIDES QUE NO DEBEN DE SER OLVIDADAS

14 de Febrero - DÍA DE SAN VALENTÍN

14 de Febrero - DÍA DE SAN VALENTÍN
Picad sobre la imagen para saber más de la historia del santo y de esta efeméride.

21 de marzo: Día Mundial de las Personas con Síndrome de Down

21 de marzo: Día Mundial de las Personas con Síndrome de Down
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21 de Marzo-Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial

21 de Marzo-Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial
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Agua para todos

Agua para todos
22 de Marzo, día Mundial del Agua

17 de Junio

17 de Junio
Día Mundial de lucha contra la Desertificación y la Sequía (Pica sobre la imagen)

22-IV-2011 - Día Mundial de la Tierra

22-IV-2011 - Día Mundial de la Tierra
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25 de Noviembre Día Internacional Contra la Violencia Hacia la Mujer

25 de Noviembre Día Internacional Contra la Violencia Hacia la Mujer
TODOS LOS DÍAS SON 25 DE NOVIEMBRE

Día de los derechos del Niño: 20-XI-09

Día de los derechos del Niño: 20-XI-09
Convención sobre los Derechos del Niño. (Pica sobre la foto).

ONG´S

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NOTICIAS

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El libro es un lujo que sólo se huele

El libro es un lujo que sólo se huele
Parece un espacio mágico arrancado de El Cairo de Naguib Masouf o el Bagdad de Las mil y una noches, un remanso de paz en el que no se escuchan los cláxones de los automovilistas impetuosos que parecen dialogar entre ellos desde sus bocinas. La librería Behzad es un oasis, un lugar hermoso y desordenado repleto de libros, cuadros, mapas, postales, fotografías y polvo, sobre todo mucho polvo (el sello de Kabul), en el que cada objeto parece guardar un equilibro perfecto con el que tiene al lado. (Pica sobre la imagen).

Tras los pasos de la sutil memoria de Machado en Segovia - 26-IX-2010

Tras los pasos de la sutil memoria de Machado en Segovia - 26-IX-2010
Escultura homenaje a Machado delante del Teatro Juan Bravo de Segovia. El escritor vivió 13 años en la ciudad castellana, en la que conoció a Guiomar y vivió grandes momentos pero con la que mantuvo una relación en cierto modo distante. (Pica sobre la imagen).

ARQUEOLOGÍA

ARQUEOLOGÍA
La civilización 'yope' muestra sus tesoros. En la foto Juego de Pelota en la zona arqueológica de Tehuelco - México. (Pica sobre la foto).

El almacén de las momias

El almacén de las momias
Los periodistas que estuvieron presentes describen emocionados una escena que bien podría haber salido de 'En busca del Arca Perdida' o cualquiera de sus secuelas. El interior de la tumba faraónica, 2.600 años en la oscuridad, sólo estaba iluminado por antorchas y por los focos de las cámaras de televisión invitadas al evento. (Pica sobre la imagen).

La Unesco protegerá los yacimientos del fondo del mar a partir de enero

La Unesco protegerá los yacimientos del fondo del mar a partir de enero
20 países la han ratificado, entre ellos España, Cuba, Ecuador, México, Panamá y Paraguay. (Pica sobre la foto).

ARTE

ARTE
'La duquesa de Osuna' - Museo Romántico. Retrato familiar de la Duquesa de Osuna como dama de la Orden de Damas Nobles de la Reina María Luisa, Agustín Esteve (1796-1797).

Una «Capilla Sixtina» de 3.500 años

Una «Capilla Sixtina» de 3.500 años
«¡Alá u-Akbar!» (¡Dios es el más grande!) es lo que exclamó rais Ali Farouk cuando entró, junto a José Manuel Galán, a la cámara mortuoria de Djehuty. Ante sus ojos se revelaba una imagen que nunca nadie «hubiera imaginado en sueños encontrar: una Capilla Sixtina del 1500 a.C», confesaba ayer Galán, director de la campaña arqueológica hispano-egipcia que lleva por nombre Proyecto Djehuty y que desde hace ocho años se desarrolla en la necrópolis de Dra Abu el-Naga, en la orilla occidental de Luxor (antigua Tebas)... (Pica sobre la imagen).

La casa de la playa de Diego Rivera

La casa de la playa de Diego Rivera
Las autoridades mexicanas estudian la compra de una casa con vistas al mar en Acapulco, propiedad de los herederos de la fallecida coleccionista Dolores Olmedo, en cuyas paredes su amigo, el pintor Diego Rivera (1886-1957), dejó cinco murales con motivos prehispánicos. (Pica sobre la imagen).

Las entrañas de la Alcazaba de Almería

Las entrañas de la Alcazaba de Almería
La Alcazaba de Almería abre al público uno de sus rincones más secretos: las mazmorras. La actividad denominada El espacio del mes, con la que el monumento ofrece una lectura más detallada sobre algún elemento del recinto con visita guiada, se ha ampliado ante la expectación que ha levantado este lugar de cautiverio. Las mazmorras pueden verse los miércoles, jueves y viernes de septiembre a las 18.30. (Pica sobre la imagen).

Revolución en el museo de Orsay

Revolución en el museo de Orsay
"Quiero que el siglo XIX no se acabe nunca". La frase, en palabras de Guy Cogeval, director del Museo de Orsay, resume la misión que se ha marcado: poner patas arriba el mayor museo mundial de arte del XIX. Una auténtica revolución que ya ha comenzado y que supondrá el salto al siglo XXI de una institución que nació en 1986 como una de las mayores apuestas francesas en la historia del arte. Uno de los beneficiados será España: un centenar de joyas de Orsay aterrizarán el año próximo en la Fundación Mapfre de Madrid, como primera etapa de todo un periplo internacional. (Pica sobre la imagen).

Si es un 'miguel ángel', es un chollo

Si es un 'miguel ángel', es un chollo
'El tormento de San Antonio', la que se supone que es la primera obra de Miguel Ángel Buonarroti, elaborada cuando tenía unos 12 años, ha sido comprada por un museo de Texas (EE UU), señala The Guardian. (Pica sobre la foto)

CIENCIA Y TECNOLOGÍA

CIENCIA Y TECNOLOGÍA
Descubren el planeta extrasolar más pequeño, algo mayor que la Tierra. (Pica sobre imagen).

Así eran los primeros relojes

Así eran los primeros relojes
Es un pequeño objeto dorado que Cosimo I de Medici, Duque de Florencia, levanta con la mano derecha en un óleo pintado en 1560 por Maso da San Friano. Este mecenas de las ciencias del siglo XVI mira al espectador 450 años después con cierta arrogancia. No es para menos, sostiene una pieza de tecnología punta de su tiempo: un reloj. (Pica sobre la foto).

Detectan una especie de peces destructores en las costas del Caribe de Guatemala

Detectan una especie de peces destructores en las costas del Caribe de Guatemala
Guatemala, 13 sep (EFE).- Un grupo de biólogos marinos detectó la presencia de una especie de peces destructores en las costas del Caribe guatemalteco, cuya masiva reproducción podría poner en peligro al ser humano. (Pica sobre la imagen).

El gran cometa Donati como lo trazó William Dyce

El gran cometa Donati como lo trazó William Dyce
El artista escocés pintó el cuadro sólo meses después del descubrimiento de este cuerpo celeste por un astrónomo italiano. (Pica sobre la imagen)

La historia de Urania, musa de la astronomía

La historia de Urania, musa de la astronomía
La creación de esta divinidad menor hija de Zeus demuestra la importancia de esta ciencia desde la antigüedad -Año internacional de la Astronomía-. Los griegos de la antigüedad plasmaron los grandes misterios de la creación en una gran variedad de mitos. La Teogonía escrita por el poeta beocio Hesíodo en el siglo VII a. C. contiene los primeros relatos estructurados sobre el origen del universo, los dioses y el ser humano, partiendo de mitos y poemas procedentes de una tradición oral. Las musas eran divinidades menores hijas de Zeus y la titánide Mnemósine (la Memoria). Según Hesíodo eran nueve: "Ella dio a luz a nueve jóvenes de iguales pensamientos, aficionadas al canto y de corazón alegre, cerca de la más alta cumbre del nevado Olimpo". Se movían entre el Olimpo, al que eran llamadas a menudo por Zeus para alegrar sus fiestas, y el monte Helicón, donde formaban bellos coros y recorrían sus ríos y valles. (Pica sobre la imagen)

La NASA difunde unas fotos tomadas por las nuevas cámaras del telescopio Hubble

La NASA difunde unas fotos tomadas por las nuevas cámaras del telescopio Hubble
Washington, 9 sep (EFE).- La NASA difundió hoy espectaculares fotografías de galaxias, estrellas y nebulosas captadas por las nuevas cámaras del telescopio espacial Hubble. (Picad sobre la imagen para saber más)