Acostumbraba a tener sueños premonitorios, tanto que en la familia y amigos los acataron siempre como avisos, de una u otra manera todos eran certeros. Este sueño no les importó mucho, ya que cuando el marido se lo contó, nadie se sintió involucrado en él, por lo cual, y sin perderle el respeto a sus premoniciones, a éste, no le dieron ninguna importancia.
Esa madrugada, en el sofá del dormitorio, Ricardo se le acercó con cierta inquietud, y la acompañó con otro cigarrillo, su actitud calmada, le produjo la necesidad de contárselo nuevamente.
¡La mujer…, la misma mujer siempre! La puedo describir como si ella estuviese aquí, en este sillón, así muy cerca. No tiene más de cincuenta años, su pelo castaño oscuro le llega hasta el cuello, usa lentes de amplios vidrios y suele tener un colgante con una piedra negra que le llega hasta su escote, sus ojos de color café le dan un reflejo de profunda serenidad, también su amplia frente acusa sus pensamientos, como si nunca los detuviera; y siempre…, siempre, la veo en una biblioteca muy equipada a sus espaldas.
No la conozco, pero en mis sueños, somos tan amigas…, como si nos hubiéramos conocido desde la infancia. Aunque no me lo ha contado sé que está casada y es ama de casa y, claro, es una escritora, basta verla, sus manos siempre llevan libros… Pareciese que desde sus dedos salen frases escritas, textos corregidos. Esa es la parte del sueño, que me toca con profundidad, necesito que alguien escriba, lo que tú y yo sabemos. Esa presencia, ya desde hace un par de meses.
El bosque se bañó de color naranja, la noche se encendió con aquel reflejo inmenso que abarcaba todo cuanto podía ver, y esas figuras como grandes luciérnagas me rodearon. Perpleja en mis emociones, las observé por largo rato, ellas, casi inmóviles se comunicaban conmigo a través de esa corriente naranja, sin palabra alguna, sin miradas; eran simplemente formas… Seres emanando todo el amor que jamás he sentido. Entendí todo lo que me transmitieron, era todo tan sencillo, tan fluido, que bastaba, con su presencia, para comprender la vida misma. Te puedo decir que el paraíso tiene los colores de los atardeceres, algo de amarillo, un poco de rojo, y todo anaranjado; la paz, pues, es de color naranja.
Así como llegaron, así desaparecieron, con la calma de un niño amantado.
La noche fue oscura, a penas unas pocas estrellas y la luna durmiendo detrás de una espesa nube. Los árboles, como vetustas construcciones se anclaron en sombras, al igual que la tierra, los pastos… No era necesario prender mi linterna para llegar a la cabaña, pues todo lo veía, o mejor dicho, lo sentía claramente.
Los olores fueron más penetrantes que nunca, reconocí al eucalipto, al nogal, al álamo, por su fragancia opulenta; de la tierra salía un olor a leña, y de los pastos una humedad refrescante… Entendí su idioma y su sentir, así como en una sola especie.
Me dirigí a la cabaña sin mirar mis pasos. Los olores, sus idiomas me guiaban en una sola conexión. La noche oscura, y yo tan clara en ella, irradiando aún ese color naranja que me hacía verlo todo.
Mi sueño, entonces, es encontrar a aquella mujer, aquella escritora que podrá ayudarme. Escribirá ésta experiencia para la humanidad. No la busco; la espero, porque sé que llegará, está en mis sueños, está dentro de mí.
Adriana Salcedo Jaramillo.
3 comentarios:
Hola Adriana buenos dias. Al leer tu relato he podido oler también los
aromas que describes de forma tan real. A la descripción de la mujer
de tus sueños le pongo rostro. Para mí, que la veo todos los
jueves, es como tú la describes, pero más. Con una paciencia a prueba de
bomba, desde luego que salen de sus manos los textos corregidos e
incluso alguna pequeña sugerencia que siempre viene bien.
Desde luego que terminará de "descrubir" la escritora que ya eres...
Me ha gustado mucho...
Un fuerte abrazo, Isa.
Querida Adriana, he tenido problemas con el correo y se me han perdido
todos, ahora acabo de entrar y me están apareciendo unos pocos, entre
ellos está tu maravillosa historia. Me ha gustado muchísimo, no
esperes a esa escritora de tus sueños, porque ella existe, es alguien
que escribe de forma tan hermosa como tú. Esa escritora llena de paz
eres tú. ¿Sabes?, alguien me dijo que el Paraíso es de tono
anaranjado, casi rojizo, quizás por eso al leerte, me sentí
tranquila y relajada. Me ha encantado pasear contigo por ese bosque
lleno de colores cálidos, me ha parecido una lectura muy amena,
describes muy bien todo lo que ven tus ojos, y nos llevas a tu bello
sueño, que para mi ya es una realidad. Un beso. Pepi.
Querida Pepi. Gracias por tus palabras, y si, siempre acertada con lo que escribo, esa escritora no la espero porque alberga en mis entrañas.
Eres muy bella, en tus palabras te siento tan cálida, que me entibian tus palabras.
Besos enormes desde el fin del mundo color cobrizo..., el otoño tiene ese tono.
Adriana
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