Matías-Ramón González Díaz - Sevilla (España)
Son las cuatro y media y a las seis ha quedado con sus amigos para jugar al fútbol. Hoy tienen que ganar porque en los dos últimos encuentros los machacaron.
“Las víctimas civiles son objetivos colaterales” grita el “Shota”.
Esta es la parte que más le gusta, le recuerda cuando, a los once años, iba con sus padres y su hermano a las manifestaciones contra la guerra.
Él no entendía muy bien de qué iba aquello pero sus padres le decían que había que estar en contra de todas las guerras y, sobre todo, en contra de aquella; aquella guerra era un pretexto para quedarse con el petróleo.
También le decían que los países deben invertir en buscar y producir energías renovables.
En una de estas manifestaciones conoció a Ahmed, un chico palestino de su edad. Al momento se hicieron amigos y ambos fueron tocando los timbales desde la Giralda hasta la Plaza España.
Disfrutaron de lo lindo. Al despedirse, Ahmed le regaló su pañuelo palestino y él le dio su braga del Betis. No se han vuelto a ver pero el pañuelo ocupa un lugar privilegiado en su cuarto.
El año pasado conoció a Reni, un finlandés, a través de Internet, estuvieron chateando durante un tiempo pero al final acabaron aburriéndose. Demasiado frío.
Suena el telefonillo. Ya está ahí Sergio.
- ¿Has llamado a los demás?
- Sí, ya van para la “sosia”.
Ismael coge el balón.
- Adiós, Bola, me voy al fútbol.
- Hasta luego, Bolina – le responde su hermano pequeño.
Siempre se despiden igual y, aunque continuamente están discutiendo, no sabría vivir sin su hermano Gabriel.
Ya en la calle saluda a Sergio sin palabras y, juntos, se dirigen a la asociación.
- ¿Qué tal la excursión?- pregunta Sergio.
Los alumnos de 4º han ido de excursión durante cinco días pero Sergio ha repetido y sigue en 3º.
- Una pasada. En Sierra Nevada estuvimos esquiando pero lo mejor fue cuando hicimos snowboard. También estuvimos en la Alhambra y en la Mezquita.
- ¿Y de tías?
- Psch, en la Alambra ligué con una francesa que estaba…
-¡Anda ya!
- Tío, a ver si te paso las fotos que nos hicimos en el móvil. Además, me ha dicho que quiere conocer la Feria y la Semana Santa. Mira ahí está el Ibra.
Ibrahim es marroquí, es el líder de “Los otros”, el equipo contrario. Desde hace un año juegan todas las semanas al fútbol. Ellos son “Barrio”. Les pusieron los nombres a los equipos en plan “coña”.
“Los otros” son: Ibra, Alberto “el Negro”, porque su padre es camerunés, Gero, un peruano que en realidad se llama Gerardo pero le dicen Gero por el jefe indio Jerónimo. Cris, un canadiense que no entiende ni papa de español y habla con ellos en inglés o francés. Soria, un tío que te partes y al que los maestros tienen “enfilao” porque está “pallá”. También están Carlos y Josema.
En el equipo de Ismael, “Barrio”, están los que se conocen desde la “guarde”: Sergio, Omar, Sebas, Poni, Rafa, un grafitero que tiene las calles marcadas con E=mc2, su grito de guerra, y a la entrada del barrio ha escrito 2πr, como diciéndole a los de fuera “gírate” o “pírate”. Para algo estudian en el Einstein.
También está el Juanan, pero éste a veces no viene porque la madre dice que en las calles sólo hay delincuentes.
- Pobre Juanan – piensa Ismael.
Ibra se les acerca:
- ¿Un tallo?
- Tío, sabes que paso de tabaco. No sé cómo puedes fumar antes del partido. ¿Y los demás?
- Todavía no han llegado. ¿Qué tal la escapada?
- De miedo.
-¿Disco?
- Un día. Pero lo mejor fue en el hotel. Como el Luisma tiene dieciocho, compró una de Cacique y nos pusimos púas. Lo peor fue que la Siesa nos trincó y nos quitó la botella a la mitad.
- Seguro que se la bebió con el Chupa.
La Siesa y el Chupa son los profesores que los llevaron de excursión. La Siesa es la de inglés, una tía ya mayor pero muy buena gente. El Chupa, es el de Historia, con tal de no dar clase se apunta a cualquier cosa.
Cris, el canadiense llega hasta ellos.
– Hi! What’s up?, Cris.
– O.K., Isma.
- Ça va? -. Al Ibra siempre le habla en francés.
- Bueno, ¿vamos a jugar o no? ¡Que son ya las siete menos cuarto!
Todos se dirigen hacia la pista, cualquiera que los viera pensaría que son todos tan diferentes y, sin embargo, son tan iguales...
Espero que esta vez ganemos.
Distinguidos Miembros del Jurado:
En primer lugar quisiera agradecerles el haber incluido mi relato entre los finalistas de este concurso. Por otro lado, quiero disculparme por no poder asistir al acto de entrega de premios. Lo que ha ocurrido es que obligaciones laborales y familiares me retienen en Sevilla, mi lugar de residencia. Estas obligaciones me han impedido realizar los preparativos necesarios para asistir, tal y como hubiera sido mi deseo. Por favor, no crean que es una descortesía por mi parte.
Debido a que no conozco a nadie en Madrid que pudiera asistir en mi lugar, me gustaría que leyeran esta nota pidiendo disculpas por mi ausencia.
Finalmente, y dado que en este acto se va a realizar un homenaje al gran poeta Miguel Hernández, quisiera relatarles una anécdota, una historia real que me ocurrió siendo niño y en la que yo siempre he visto presente el espíritu del gran poeta alicantino. Posiblemente para la mayoría sea una historia más de nuestra tierra, pero para mí ha tenido una importancia vital. Este hecho favoreció mi afición por la lectura y la Literatura, hasta el punto de que actualmente soy profesor de Lengua Castellana y Literatura. Espero que les agrade:
Pasé mi infancia en Rosal de la Frontera y, allí, presumíamos del triste honor de haber tenido preso a Miguel Hernández durante varios días en los calabozos del pueblo. Por ello, su nombre nos resultaba cercano y familiar y, poco a poco, me acerqué a su vida y a su poesía.
Durante las vacaciones de verano que pasaba con mi abuela en la cercana localidad de Cortegana, otro pequeño y bello pueblo de la Sierra de Huelva, le pedía que me contara historias de la Guerra, ella siempre me refería la de aquella mañana al alba cuando llegó a su huerto y encontró a un joven muerto de frío, escondido, escribiendo en unos papeles. Ella, que no sabía leer ni escribir, nada le preguntó, solamente compartió su desayuno con aquel desconocido amable y educado. Después de indicarle el camino hacia Portugal, lo vio marchar deseándole suerte.
Mi abuela siempre deseó que ese joven consiguiera llegar a su destino y comenzara una nueva vida. Yo, en mi mente de niño, siempre soñé que ese hombre misterioso y tan cercano fuera Miguel Hernández.
Nunca sabré si ese joven, educado y amable, era realmente Miguel Hernández o si, como deseaba mi abuela, logró comenzar una nueva vida. Pero con el tiempo he comprendido que realmente era Miguel, uno de los tantos Miguel que tuvieron que huir después de haber perdido su lucha por la Libertad.
Agradeciéndoles de antemano la atención prestada y, nuevamente, pidiendo disculpas por mi ausencia, reciban un cordial saludo.
Fdo: Matías Ramón González Díaz, autor de BARRIO.
En Sevilla, a 20 de abril de 2.010"
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