La primera tradición cultural conocida en Nueva Zelanda es la maorí. Se trata de un legado cultural que ha permanecido a lo largo de la historia, a través de cuentos, poemas, leyendas y canciones transmitidos a través de la tradición oral. El arte indígena de Nueva Zelanda también fue de origen maorí, aunque los asentamientos europeos, en particular los británicos, aportaron sus propias tradiciones provistas de un sentimiento de destierro, que ha dejado una profunda huella en la vida cultural del país hasta la década de 1940, para después dar paso a un fuerte espíritu nacionalista.
El arte, la literatura y la música contaron con el inestimable apoyo de la Fundación Reina Isabel II para las Artes de Nueva Zelanda, inaugurada en octubre de 1963 con el fin de promover la cultura en todas sus manifestaciones y hacerla accesible al público.
Bibliotecas y museos
En Nueva Zelanda hay más de 2.000 bibliotecas. La Ley de 1965 sobre Bibliotecas Nacionales instituyó la Biblioteca Nacional de Nueva Zelanda en la ciudad de Wellington, mediante la unión de otras. La biblioteca pública de Auckland contiene 1,2 millones de volúmenes. Otras bibliotecas importantes son: la Biblioteca de la Universidad de Otago, en Dunedin (1,2 millones de volúmenes), la biblioteca universitaria de Canterbury, en Christchurch (1,2 millones de volúmenes), la biblioteca pública de Wellington (525.000 volúmenes) y la de Dunedin con 520.000 volúmenes. Todos los asuntos de gobierno están registrados en los Archivos Nacionales en Wellington.
En casi todas las ciudades importantes, hay galerías y museos, pero las instituciones más antiguas están ubicadas en Auckland. La Galería de Arte de esta ciudad (fundada en 1888) y el Museo de Auckland (1852), albergan importantes muestras. La Galería Nacional de Arte (1936), situada en Wellington, es famosa por sus colecciones de pinturas australianas y neozelandesas. Las muestras de historia natural y etnológica más destacadas se reúnen en el Museo Nacional de Wellington, en el Museo de Canterbury en Christchurch y por último en el Museo Otago de Dunedin.
Literatura
Poco después de la llegada de los europeos a Nueva Zelanda, la historia y leyendas maoríes de transmisión oral, se completaron con los relatos escritos por los primeros viajeros, como los del capitán James Cook, quien visitó el país en 1769. Durante los cien primeros años de asentamientos europeos (de 1820 a 1920), los textos más importantes eran los correspondientes a periódicos o relatos verídicos que hablaban de la vida de los pioneros, como es el caso de El primer año del asentamiento de Canterbury (1863) del novelista inglés Samuel Butler. Sólo unos pocos colonos fueron capaces de plasmar con propia voz la preocupación general por la tradición cultural británica de la época. Entre ellos destacan los novelistas William Satchell y Jane Mander, y los poetas R.A.K Mason y Blanche Edith Baughan, aunque fue Katherine Mansfield, coetánea a todos ellos, quien ganó la atención de los lectores sobre las peculiaridades de Nueva Zelanda. En su corta vida, consiguió una gran reputación internacional y escribió su obra dentro de la tradición literaria de Nueva Zelanda. Hasta la década de 1970, Mansfield junto con el escritor de novelas policíacas Ngaio Marsh y la novelista Sylvia Ashton-Warner, destacaron de entre el pequeño elenco de escritores conocidos fuera del país.
La depresión económica de la década de 1930 y la II Guerra Mundial ayudaron a reforzar el creciente sentimiento de identidad nacional, que quedó expresado a partir de 1945 por una nueva generación de escritores poscoloniales. A lo largo de las décadas de 1950 y 1960, la poesía floreció de manos de Allen Curnow y James K. Baxter. Curnow sigue publicando en la década de 1990. Entre los poetas de generaciones anteriores y posteriores, cabe destacar a Kendrick Smithyman, C.K.Stead, Dennis Glover y Vincent O´Sullivan, quien además es dramaturgo y exponente del relato corto actual. Las generaciones de 1970 y 1980, cuentan con Ian Wedde, Bill Manhire, Leigh Davis, Elizabeth Smither y Heather McPherson como figuras más representativas.
La figura más sobresaliente de la novela de ficción de posguerra fue Frank Sargeson, escritor de relatos cortos y novelista cuya obra perduró durante casi cinco décadas, hasta su muerte en 1982. Su plena dedicación a la escritura y a la búsqueda del lenguaje que expresara la voz de Nueva Zelanda sirvió de inspiración a muchos escritores posteriores. Entre sus protegidos están Maurice Duggan y Janet Frame. La primera obra de Frame se publicó en 1952, pero no fue hasta la década de 1980, con la publicación de su autobiografía en tres volúmenes, cuando alcanzó renombre internacional. Otros escritores importantes cuyas obras se publicaron a partir de la década de 1970 son Maurice Gee, Maurice Shadbolt y Keri Hulme.
Literatura maorí
La mayor parte de la rica tradición oral del pueblo maorí la recogieron los eruditos europeos a finales del siglo XIX, conscientes de que este pueblo estaba abocado a la desaparición como resultado de las guerras y enfermedades traídas del continente. Algunas de las leyendas más importantes fueron publicadas entonces, y de la misma forma que se cuenta la historia de los maoríes -el dios hombre que pescó la isla Norte del mar-, todas ellas entraron a formar parte de la conciencia nacional. Casi todo el material literario quedó agrupado en las bibliotecas y se consideró un emblema del archivo histórico.
La contribución maorí al desarrollo de la principal corriente literaria de la Nueva Zelanda poscolonial, no fue muy significativa hasta mediados de la década de 1960. Jaqueline Sturn, en 1966, fue la primera escritora maorí que apareció en la antología de escritores neozelandeses. Dos años antes, el gran poeta Hone Tuwhare había publicado su primera colección, Un sol poco común. El éxito de los novelistas Witi Ihimaera y Patricia Grace durante la década de 1970, fue la confirmación a lo que los escritores maoríes ya habían establecido por sí mismos en la línea del género literario moderno. Keri Hulmes fue probablemente el escritor maorí más conocido fuera de su país. Su novela, El pueblo hueso, ganó el premio Booker de la Academia Británica de las Letras en 1985. Como la mayoría de los escritores maoríes modernos, el inglés de Hulme y sus expresiones literarias se ciñen al talante europeo. Sin embargo, desde hace unos pocos años, se está experimentando un crecimiento de escritores que utilizan la lengua maorí y formas tradicionales de expresión en sus descripciones, provocado en parte por el redescubrimiento de las formas clásicas de la poesía maorí, por parte de los propios maoríes y otros eruditos en su búsqueda de documentos descriptivos del siglo XIX.
Arte
El aislamiento físico de Nueva Zelanda significó el desarrollo independiente del arte maorí del resto de Polinesia. El motivo artístico más importante es la doble espiral, utilizada normalmente como base de complejos diseños. Posiblemente la máxima expresión de la tradición clásica está reflejada en los motivos tallados en las canoas ceremoniales y casas de reunión. La llegada de los colonos europeos a partir de 1820, y los efectos devastadores de las enfermedades y la guerra en los últimos años del siglo, hicieron que el arte en general quedara eclipsado y debilitado. Durante los siguientes cien años, el arte maorí quedó postergado a una mera expresión de los valores etnográficos. No fue hasta 1940 cuando empezó a revalorizarse y a adquirir la importancia que merecía, no sólo como herencia artística de todo un pueblo, sino como fuente de inspiración de los artistas neozelandeses posteriores a la II Guerra Mundial. En estos últimos años se ha experimentado un renacimiento de las artes tradicionales maoríes.
Entre la primera generación de colonos destaca un grupo de artistas aficionados que plasmaron su nuevo entorno con gran entusiasmo, aunque con escaso valor académico. De hecho, los primeros ciento veinte años de colonización han dado solamente un artista destacado, la pintora Frances Mary Hodgkins. Al igual que muchos de sus contemporáneos y sucesores que intentaron hacer de las artes un elemento vivo, Frances Mary pasó gran parte de su carrera en Europa. Sin embargo, después de 1940, comienza a apreciarse la fuerza de la identidad nacional reflejada tanto en la literatura como en el arte. A partir de entonces, ha aumentado de forma progresiva el número de pintores y escultores nativos.
T. A. McCormarck, John Weeks y M. T. Woolaston están entre los pintores más destacados de la primera generación que desarrollaron prácticamente toda su vida profesional en Nueva Zelanda. Colin McCahon y Don Binney son los grandes representantes de esta generación, de gran importancia durante la década de 1960 y 1970. La actual generación de artistas cuenta con un número considerable de pintores maoríes, que poco a poco va en aumento.
Artes escénicas
Las canciones populares o waiata y los cantos acompañados de danzas y otras expresiones rítmicas constituyen una parte integral de la cultura maorí. Fuera de Nueva Zelanda, el más conocido es el haka, canto unido a movimientos marcados y agresivas expresiones faciales que intimidan a los oponentes; es el utilizado por el equipo nacional de rugby, los All Blacks antes de comenzar sus partidos. Son también conocidos los poi, o canciones acompasadas con una graciosa danza en la que se utilizan pequeñas bolas y cuerdas de lino. La waiata-a-ringa, o canción representada, es una expresión moderna de los aspectos de la tradición popular, en la que se combinan movimientos de danza con melodías europeas.
Las subvenciones del gobierno han sido importantes para el desarrollo del teatro, ballet y otras artes escénicas entre las que se encuentra el cine a partir de la década de 1940. En las últimas décadas, estas ayudas han venido de manos de la Fundación Reina Isabel II para las Artes. El teatro, sin embargo, ha experimentado un lento avance; Allen Curnow, Frank Sargeson y otras importantes figuras literarias llevaron sus obras a escena, en los primeros años de la década de 1960, aunque con escaso éxito. No obstante, la década de 1970 y 1980 vio florecer a un importante número de escritores locales como Bruce Mason, Mervyn Thompson, Stuart Hoar, Michael Lord, Hilary Bacon, Stephen Sinclair y Roger Hall. En casi todas las áreas urbanas se abrieron teatros, pero algunos como el Teatro Mercury de Auckland, no sobrevivieron a los difíciles años de la recesión económica y el gobierno retiró su apoyo financiero a principios de la década de 1990. En cuanto a tradición musical se refiere, Nueva Zelanda es conocida por su contribución a la ópera internacional con figuras de la talla de Kiri Te Kanawa, Inia Te Wiata y Donald McIntyre. No obstante, el país cuenta también con varias orquestas de prestigio entre las que cabe destacar la Orquesta Sinfónica de Nueva Zelanda.
La industria cinematográfica de Nueva Zelanda es escasa, aunque poco a poco se va incorporando al espectro internacional. Los directores más destacados son Jane Campion y Peter Jackson. Campion conoció la fama como productora de Un ángel en mi mesa, versión de la autobiografía de Janet Frame, galardonada en 1990, y en 1994 con El piano consiguió el Oscar a la mejor película.
"Nueva Zelanda", Enciclopedia Microsoft(R) Encarta(R) 99
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