Una oscuridad densa la envuelve al instante, no quiere dar la luz aunque las puertas del pasillo están cerradas. Tanteando la pared llega al comedor. Allí enciende la lámpara. En la mesa, el libro que horas antes leía. Coge el volumen y se sienta. Espera que las pulsaciones vuelvan a su ritmo normal como otras noches. Sin saber por qué, recuerda la conversación que ha tenido esa mañana con su amiga Gema por teléfono.
A Estela jamás se le ocurrió hasta entonces comparar el amor con un puzzle. Fue a raíz de la charla telefónica cuando la idea le plantó cara. Sí, sentía que su relación de pareja a través de los años se parecía bastante a ese juego de piezas. Al comienzo, ambos se amoldaban con facilidad, como mecanismos bien engrasados. Después, la convivencia y los años parecieron desestabilizar un poco aquella plenitud. Pasado cierto tiempo observó que su forma era variable. Estela no se percató de ello hasta que las aristas de sus piezas dejaron de ser romas. Además de la forma, el tamaño también era distinto, más grande. Había descubierto que ya no encajaba de igual manera dentro de aquel paisaje diseñado al principio, y en el tablero quedaban huecos por cubrir. El dilema surgió de inmediato, ¿qué hacer? Observó a la otra pieza. También él era desigual. El descubrimiento, aunque esperado, no dejó de sorprenderla.
Piensa si aquella afinidad del principio no era tal, quizás se dejó arrastrar por la corriente romántica. En realidad, su experiencia sobre esa emoción que mueve el mundo, era lo leído en los libros cuando jovencita. Aquellos libros que le acompañaban por la noche hasta que se dormía.
Ya no lee libros de amor, le parecen paparruchas. Ahora se distrae con sesudas disquisiciones sobre la razón humana. Como el ejemplar que descansa en el regazo. Eso la mantiene entretenida. Entretenida, lejos de su realidad diaria.
Se toma el pulso otra vez. Los latidos se van acompasando al tic-tac del reloj.
Tal vez mañana el puzzle tenga sentido de nuevo. Con ese pensamiento esperanzado, y sin dar la luz, se encamina a la alcoba guiada por el sonido ronco que procede del pasillo.
2 comentarios:
Me encanta este puzzle, aunque la pobre protagonista anda con taquicardias, como una servidora, claro que las mías por fortuna no son de mal de amores, (a lo mejor hubiesen sido mejor) el caso es que la comparación me ha gustado, piezas que al comienzo encajan a la perfección, pero que pasado un tiempo parece que se han ensanchado y ya no caben en el mismo espacio, triste pero cierto, claro que las hay afortunadas que sus piezas siguen encajando igual que el primer día. Me gusta el relato y como está narrado, lo que me da pena es que al final la protagonista se vaya de nuevo a escuchar ronquidos, es que eres muy buena persona, yo creo que a estas alturas hago la maleta y me voy a escuchar el sonido del mar, tranquiza mucho. Besitos. Pepi.
Me encantó tu relato querida Isa.
Esa manera ligera y profunda de abordar un tema tan conocido, pero que en tu escritura te mantiene alerta, como si fuese nuevo, como si sólo a la protagonista le sucediera.
MUCHOS ABRAZOS
Adriana
Publicar un comentario