Elena Peralta Valero
Finalista - Madrid
Amigo Luís,
Me tomo la libertad de enviarte estas líneas porque estando en el cielo, seguro tendrás tiempo libre, para leerlas.
Soy una señora invidente que ya cruzó el umbral de los cincuenta, y en la recta final de mi vida he perdido la visión.
Esta carta solo es mi humilde homenaje y reconocimiento a tu labor, gracias a tu legado, gracias a ese maravilloso cuadro de signos, cargado de posibilidades y expectativas puedo escribirte y compartir contigo mis sentimientos.
Hoy, sé como diseñar esta carta, sé, como plasmar una coreografía de signos que bailen en un papel en blanco, la escritura emerge entre las sombras de mi oscuridad afilada. Y de nuevo puede brotar, dolor, placer, alegría, tristeza... Sentimientos y emociones que compartir: A través de mi mano, podrá nacer, el hijo del baúl donde coinciden los sueños y la ficción, podrán crecer enredaderas por donde trepen las emociones.
Yo…. Ya no podré ver nunca más a lo largo del camino, el alto toldo de las copas entrecruzadas de los árboles que apenas dejan pasar la luz del sol, ni el suelo de un verde exuberante y tupido. No podré acariciar con la mirada los azules cuando parecen flotar en el aire claro y calido del cielo.
Por la noche cuando el crepúsculo tiende su manto sobre el mundo, no podré apreciar el destello de la luna ondulando en las aguas del río, bajo un firmamento enjoyado. Al despertar el día, me perderé el sol naciente que se colará a través de la ventana de mi habitación, arrancando reflejos dorados en los espejos de mi armario
No veré la catarata ascendente por los tirabuzones de la ensortijada melena de mi nieto, pero gracias a tu lenguaje, se diluye la tristeza, pues si puedo escribir y describir todo aquello que guardo en el zaguán de la memoria, para que otras almas se alimenten. Mis ojos son una estrella apagada y mis manos una antorcha encendida. No puedo ver la belleza, pero si la puedo transmitir, porque gracias al Braille, tengo la herramienta en las manos.
Puedo liberar un cargamento de sentimientos, que se expanden como esporas, arrinconando para siempre mis miedos.
Te contaré que al apagarse la luz de mis ojos, fui a dar con mis cansados huesos en la fría estancia de la soledad, preñada mi mente de rebeldes dolores incorrectos, convencida de que el vacío, era mi mejor compañero. Pero un día, se abrió una puerta, de puntillas entro en mi estancia la ONCE, como amapola que florece donde nadie la sembrara, alimentando mi futuro con esperanzas que anunciaban velo blancos de ilusiones. Y así es como maduraron los frutos de tu trabajo, guiando mis pasos por sendas más serenas, encontrando las respuestas en guiños adivinados. Personas que me enseñaban a caminar de nuevo: Te contaré que la primera vez que mis dedos se posaron sobre ese folio lleno de puntos indescifrables que me dio mi profesora de braille, creí que nunca sería capaz de dominarlos. Hoy la lluvia fresca de tus signos, Han borrado las huellas de ese ya mal trecho pasado, abriendo nueva ventana a un mundo por desprecintar, donde me he acomodado. Hoy en mi cuerpo ondea la bandera del otoño, cruzo el río de los cincuenta, las posibilidades del Braille me invitan a pasear acompañada en la recta final de mi vida. Tú, hace 200 años diste vida a mi mundo.
Amigo Luís, al fin, gracias a ti, puedo olvidar las sombras de un ayer que ha muerto.
Nos contamos por miles tus herederos.
Elena
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