Elda López (de rojo) |
martes, 26 de febrero de 2013
Comentario “LA ESTRELLA SOBRE EL BOSQUE”, de Stefan Zweig, por Elda López Martínez
COMENTARIO “LA ESTRELLA
SOBRE EL BOSQUE”
Este relato es un texto bello sobre un amor platónico con
consecuencias trágicas, pero Stefan Zweig muestra el amor, la pasión, y la
tragedia a través de imágenes placenteras y sosegadas que poco a poco llevan al
desenlace final.
El protagonista, el camarero François de un hotel de la
Riviera, se enamora apasionadamente de una clienta, la condesa Ostrovska, y ese
amor surge cuando “su rostro descansó en ese momento a pocos centímetros de las ondas dulcemente rizadas y perfumadas
de su cabeza, y, cuando instintivamente
alzó la mirada devota, sus ojos turbados vieron
la suave y luminosa línea blanca con la que su cuello surgía de esa
marea oscura y se perdía en el vestido rojo abullonado. Un llamarada color
púrpura lo invadió”
Ese amor es un ensueño, amor de “fidelidad canina y
desprovisto de deseos”, es un estado ilusorio que sólo se alimenta de sueños y
no tiene en cuenta la realidad, y de forma servicial, pues el camarero se
siente feliz sirviéndola, y el mayor placer es “después de la cena alisaba las
arrugas del mantel delante de la silla de la condesa con dedos tan y dulces
como quien acaricia las manos queridas plácidas de una mujer”.
El autor sigue describiendo el estado amoroso de François con
imágenes muy explicativas. El enamorado sigue viviendo en el mundo imaginado y
sin tener en cuenta la realidad, pero cuando ésta llega lo hace de una manera
brutal, el portero del hotel le informa que la condesa se va Varsovia al día
siguiente en el tren de las ocho.
Esta información desencadena, en el camarero una catarata de
sentimientos que le asustan y toma conciencia de que la condesa se irá y él se
quedará atrás. Al principio piensa en seguirla para seguir sirviéndola como
criado, pero es pobre y sus ahorros no le dan para el billete de tren. Como es
consciente de que un camarero no puede codearse con una condesa, se sume en un
estado de desesperación hasta que encuentra la solución, y entonces entra en un
estado sosegado y lleno de paz.
Como despedida François se gasta sus ahorros en flores y un
jarrón que coloca delante del plato de la última cena de la condesa, y se va en
busca de destino final. La descripción de Zweig de los sentimientos del
camarero utilizando las imágenes del bosque que atraviesa hasta llegar a los
raíles del tren, son muy bonitas y va mostrando al lector todas las sensaciones
del enamorado.
De alguna manera el camarero cuando decide suicidarse intenta
que la condesa sea culpable de su desgracia, pues ha decido tenderse sobre los
raíles del tren para que el vagón de la condesa lo aplaste. De hecho la condesa
presiente algún peligro y le entran ganas de detener el convoy. Después del atropello
la condesa siente “un dolor como el que
tienen los niños asustados, cuando despiertan en la noche oscura e impenetrable
y sienten que están por completos solos….”
El relato muestra que los sueños son maravillosos pero no se
puede vivir sólo de sueños, porque la realidad termina imponiéndose y rompe de
golpe ese estado de placidez. Incluso a veces uno se hace pequeñas ilusiones,
como un momento de ocio placentero, y la realidad llega y nos quita de un manotazo esa ilusión.
A veces habría que tratar de hacer realidad los sueños, en el
caso del relato el camarero debería de haber hablado con la condesa, en vez de
pensar que como ser inferior no le atendería, pues a lo mejor hablar con ella le
hubiera servido para desahogarse y evitar la tragedia. De todas maneras hay un
punto de crueldad en el enamorado, pues su deseo es que la condesa sufra por la
muerte de él.
A lo mejor en el ser humano existe ese sentimiento de tratar
de culpar a los demás de nuestros fracasos, antes de reconocer que tal vez el error es propio y no de los
otros. De todas maneras estamos ante un texto cuya lectura es un placer.
ELDA LÓPEZ MARTÍNEZ
FEBRERO 2013
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