El huésped de
Drácula,
Bram Stoker - 1914
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Gary Oldman, como el conde Drácula en la película de F. F. Coppola |
Comentario de texto:
Juana
Castillo Escobar
Este mal denominado relato, es una rama desgajada de la
novela “Drácula” del autor irlandés Bram Stoker. Se convirtió en lo que es
ahora primero, por obra y gracia de los editores de la novela, ellos decidieron
que desapareciese este primer capítulo; luego, la viuda de Stoker, decidió
convertirlo en un relato póstumo, aislado… De hecho tiene todas las
características para ello:
- comienzo
- nudo
- desenlace (con un final
abierto que, en muchos otros relatos encontramos los lectores y que, los
autores, nos brindan para que cada uno de nosotros añadamos a sus historias el
final que más nos agrade o mejor nos parezca. Es una forma de interactuar autor-lector).
Siguiendo un poco los pasos del comentario de Susana
Simón que dice: “A raíz de esto se me ocurre pensar, que no sé lo que le pudo
parecer a Bram Stoker la decisión de los editores, al fin y al cabo era su
novela y quitarle el primer capítulo, así de un plumazo, a ningún autor le
haría gracia. Menos mal que la viuda autorizó la publicación de ese capítulo y
no se perdió en el limbo literario”. Al igual que ella, y como autora, pienso que
debió de sentarle muy mal ese desmembramiento de su escritura, de su trabajo aunque,
por otro lado, opino que si los editores le dieron las explicaciones que, poco
más o menos yo encuentro para este acto, Bram Stoker debió de quedar, si no
satisfecho, sí conforme… Y así debió de ser: la novela se publicó en 1897 tal y
como ha llegado hasta nuestros días.
La pregunta que tal vez más de uno se hace: ¿por qué
extirpar ese primer capítulo de la novela? Es decir, ¿por qué desechar de la
novela el relato que ahora nos ocupa? Estimo que:
1º - Es un capítulo muy
intenso. Si se le compara con un cantante de ópera es como si estuviera dando
un do de pecho sostenido, de esos que rompen los vidrios más finos. El capítulo
es igual. Va in crescendo, digamos, de cero a cien en segundos.
2º - Esta intensidad, esta
cota tan elevada con la que pretendió comenzar la novela, era imposible de
mantener (sigo con el símil del cantante de ópera: es como si a este se le hace
que conserve ese tono elevado: terminaría por ahogarse y morir). En literatura
ocurre lo mismo, si se comienza una obra con esa altura de miras, es imposible
continuar así durante toda ella por lo que decae, se “desinfla” como un globo y
con ello se consigue que, al final, la historia pierda interés.
3º - Por todo lo expuesto
en los puntos 1 y 2, tengo para mí que los editores creyeron más oportuno
quitar ese primer capítulo, comenzar con un tono más sereno y no de este modo
tan arrebatado que nos presenta el relato. Para ello tenía tiempo en las
páginas interiores de la novela donde todo discurre, por momentos, con un ritmo
algo más lento pero siempre in crescendo. Además, no es bueno desvelar
lo que nos espera “en el interior” en las 10 o 15 primeras páginas.
Dicho esto añadir que, “El huésped de Drácula”, es un
relato escrito en primera persona. Regreso de nuevo a la novela: “Drácula” es
una suerte de mosaico, de puzzle, en la que los capítulos (las teselas de ese
mosaico, las piezas de ese puzzle) están formados por: diarios, cartas,
telegramas, incluso “diarios sonoros” que redactan, en primera persona, los
personajes que integran el universo de la novela. Por esto no es de extrañar
que este relato póstumo aparezca escrito en primera persona, como el resto de
la obra, ya que se trata del primer escrito de Jonathan Harker, el viajero
inglés del que se desconoce el nombre en “El huésped de Drácula”.
El relato narra la historia de ese viajero inglés, que
hace un alto en su camino, en Munich, cuando va a visitar a Drácula a su
castillo de los Cárpatos en Transilvania.
En Munich, ya instalado, decide salir de paseo en un carruaje
con la única compañía del cochero y los caballos. En esta salida, a la que el
posadero no le pone pegas, pero sí advierte: “No olvide estar de regreso antes
de la puesta del sol. […]Pero estoy seguro de que no se retrasará -sonrió-,
pues ya sabe qué noche es”. En esta salida, digo, con los dos hombres frente a
frente, Stoker “no pierde el tiempo” en describir o definir a los personajes
paso a paso, sino que, por la manera de expresarse cada uno de ellos durante el
breve diálogo que mantienen, podemos advertir que:
- el viajero inglés
parece joven: por su larga caminata de más de dos horas, por su incansable
deseo de ir siempre más allá, de ver más, de conocer más,
- es testarudo
- curioso
- un lechuguino con bastón
- se cree intrépido
- piensa que, ciertas
supersticiones, por el hecho de ser inglés, no le atañen (la “Noche de
Walpurgis”)
- también su flema inglesa
le hace creer que es el más valiente aunque, a la primera de cambio, se desmaya
a causa del miedo que le provoca:
a) - ver a la muerta viviente quien, a mi modo de ver, es
la causante del bocado que
recibe en el cuello
b) - sentir y ver sobre su cuerpo el cuerpo del enorme
lobo que le da calor y le lame la
herida, tras lo cual, se desmaya de nuevo (una forma
poética de decirnos el autor que el viajero se hizo “sus necesidades mayores”
de puro espanto)
- el cochero:
quizás se trate de un hombre de mediana edad o ya mayor
- atado a las tradiciones,
a las supersticiones (se persigna constantemente con el ánimo de estar en
gracia de Dios y apartar de este modo a los malos espíritus)
- es como su reloj (imagen
hiperbólica, a mi entender, de cómo veía Stoker a los alemanes): “Y sacó su
reloj, un grande y viejo instrumento alemán de plata, tan
grande como un nabo”
- conoce lo que sucede en
el entorno, las historias que se cuentan…, por lo tanto prefiere poner tierra
de por medio: ni es valiente, ni presume de ello, ni pretende ser un héroe.
Son dos personajes enfrentados. Diríase que la cara y la
cruz de una misma moneda: anglosajones, los dos testarudos, con ideas muy
diferentes pero muy claras.
Relato descriptivo donde los haya, en el que los
elementos naturales se convierten en casi físicos, palpables, sonoros: granizo,
nieve, rayos, truenos, nubes desgarrando el cielo… Todo ello alcanza tal
protagonismo que es difícil evadirse de él. A todo esto hay que añadir, en
algunos momentos, el coro de los lobos o perros con sus aullidos, la inquietud
de los caballos, su manera de olisquear el aire, su encabritamiento al toparse
con el “…hombre alto y delgado. […] Cuando se acercó a los caballos, éstos
comenzaron a encabritarse y a patear, luego relincharon aterrorizados y echaron
a correr locamente”. Todo mezclado es como una nube de locura que envuelve al
protagonista y al lector, que se queda sin aliento porque quiere saber más y
más (de ahí que no pudiera ser ese el primer capítulo de “Drácula”, la novela:
hay demasiados datos, demasiado terror, demasiado paroxismo en tan pocas
páginas, como expuse anteriormente, difícil de mantener durante las quinientas
páginas de la novela).
En cuanto a la importancia de esa tormenta tan horrenda
casi salida de la nada, hay que explicar que a Drácula se le atribuyen
capacidades como:
* hacer que cambie el
tiempo
* lograr la obediencia de
seres repulsivos como: ratas, moscas, arañas, murciélagos…, también de lobos,
dingos y zorros
* telepatía y control
mental
* fuerza sobre humana: “Mientras
el trueno estallaba en lo alto fui atrapado como por la mano de un gigante y
lanzado hacia la tormenta. Todo aquello fue tan repentino que antes de que
me llegara el impacto, tanto moral como físico, me encontré bajo la lluvia de
piedras. Al mismo tiempo tuve la extraña y absorbente sensación de que no
estaba solo. Miré hacia el túmulo. Y en aquel mismo momento se produjo otro
cegador relámpago, que pareció golpear la estaca de hierro que dominaba el
monumento y llegar por ella hasta el suelo, resquebrajando, desmenuzando el
mármol como en un estallido de llamas. La mujer muerta se alzó en un momento de
agonía, lamida por las llamas, y su amargo alarido de dolor fue ahogado por el
trueno. La última cosa que oí fue esa horrible mezcla de sonidos, pues de
nuevo fui aferrado por la gigantesca mano y arrastrado (1),
mientras el granizo me golpeaba y el aire parecía reverberar con el aullido de
los lobos. La última cosa que recuerdo fue una vaga y blanca masa movediza,
como si las tumbas de mi alrededor hubieran dejado salir los amortajados
fantasmas de sus muertos, y éstos me estuvieran rodeando en medio de la
oscuridad de la tormenta de granizo.”
* convertirse en
animal: “Noté un cálido lametón en mi cuello, y entonces me llegó
la consciencia de la terrible verdad, que me heló hasta los huesos e hizo que
se congelara la sangre en mis venas. Había algún animal recostado sobre mí y
ahora lamía mi garganta. No me atreví a agitarme, pues algún instinto de
prudencia me obligaba a seguir inmóvil, pero la bestia pareció darse cuenta de
que se había producido algún cambio en mí, pues levantó la cabeza. Por entre
mis pestañas vi sobre mí los dos grandes ojos llameantes de un gigantesco
lobo. Sus aguzados caninos brillaban en la abierta boca roja, y pude notar
su acre respiración sobre mi boca.”
* convertirse en niebla
* pierde facultades
durante el día, mientras que por las noches es cuando tiene a tope toda su
potencia y poderío
* duerme dentro de un
ataúd, sobre tierra de su lugar de origen
* para sobrevivir bebe
sangre humana y convierte en vampiros a quienes asesta su mordedura fatídica.
Bautiza con su propia sangre a sus víctimas haciéndoles beberla. Si sólo son
mordidos no se convierten en vampiros, sino que los mantiene semivivos como su
fuente de alimento.
En este relato aparecen una pequeña multitud de
personajes:
- el viajero inglés
- el posadero
- el cochero
- el hombre alto y delgado
(Drácula) que se aparece al cochero en lo alto de la colina y hace que los
caballos se espanten y encabriten cuando van de regreso a Munich
- la condesa de Dolingen,
muerta que descansa en su mausoleo con apariencia de ser vivo
- los enterrados del
pueblo maldito: “La última cosa que recuerdo fue una vaga y blanca masa
movediza, como si las tumbas de mi alrededor hubieran dejado salir los
amortajados fantasmas de sus muertos…”
- la patrulla de jinetes:
en ella se “escuchan” las voces de varios hombres, el miedoso; otro, incrédulo,
el jefe…
- en los suburbios de
Munich se supone que habrá bullicio, pero de allí “sacan” al viajero inglés
rápidamente hacia el hostal donde se aloja
(1) –
Esa mano gigantesca que, por segunda vez, arrastra al viajero y lo aleja
de la vaga y blanca masa movediza, se da por supuesto que es la de
Drácula, el conde no desea, bajo ningún concepto –así lo escribe en el
telegrama que envía al posadero- que le suceda nada a su huésped porque “es
suyo”, es su “pieza” y no la comparte con nadie… Es más, se transforma en lobo,
le da calor, le lame la herida, con sus aullidos graves y lastimeros avisa a la
patrulla para que lo rescaten con vida. Le necesita entero, en su castillo, en
su no vida…
Para terminar añadir que se trata de un relato fantástico
y, dentro de estos, pertenece al género de terror. El lenguaje (teniendo en
cuenta que es una traducción), es fluido. Texto de fácil comprensión, que
atrapa desde un principio y, a pesar del espanto que quizás cause a algunos
lectores, es de los que se necesita llegar hasta el final para saber qué es lo
que ocurre. Pero, el problema está en que ese final es abierto, como ya dije con
anterioridad, por lo que añado: ahora sería conveniente leer la novela.
“Drácula” desvelará ese final y nos contará cosas sobre esos mitos que
aparecieron a raíz de su publicación y, sobre todo, en el momento en que fue
llevada al cine donde se desfiguró toda la historia, salvo en la película
“Drácula”, dirigida por Francis Ford Coppola, quien se ajustó mucho a la obra
aunque se tomó también alguna que otra licencia…, en su caso perdonable. Hablo
de la película del año 1992 en la que, los personajes principales, fueron:
- Gary Oldman – Drácula
-
Keanu Reeves – Jonathan Harker (el viajero inglés)
- Winona Ryder - Mina Harker
- Anthony Hopkins – Van Helsing
Hasta aquí, mi
comentario...
Más allá…, Drácula.
Madrid, 8 de
febrero de 2013
Juana Castillo Escobar
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