Como todos sus relatos está ambientado en la Rusia de finales del s. XIX. Lo narra un narrador que no es protagonista. Tiene un montón de personajes, Gaguin, María Michailovna, el ladrón, el sereno, Mavra, el bombero, Pelagia, los niños, el procurador, el doctor... Los protagonistas son Gaguin y su mujer María.
Todo el texto es puro diálogo y utiliza un lenguaje sencillo.
No existe descripción de los personajes, únicamente se hace referencia al aspecto físico de María, al decir que es regordeta y robusta, pero a todos hay que imaginarlos en función de su lenguaje y de sus comentarios.
Es un relato de humor, pero con tintes tristones. Se describen las miserias de las clases más desfavorecidas al describir, cómo la cocinera, duerme en su lugar de trabajo sobre un banco, por ejemplo.
Utiliza los puntos suspensivos constantemente para separar las frases de sus personajes, mientras estos piensan.
Transcurre durante una noche de verano, en la casa de Gaguin que está situada en el campo.
Refleja a través de sus comentarios la época en la que nos encontramos, época en que el cerebro de la mujer es considerado menor que el del hombre (según el relato: microscópico) y en el que las señoras, para ejercer presión sobre sus maridos, amenazaban con desmayarse.
Es divertida la manera que tiene de describir una escena tras otra (las que surgen de la imaginación de María) con tan sólo cuatro frases cortas, como si de una fotografía se tratase. Es un relato ligero que provoca una sonrisa.
Me ha gustado esta comparación: "Estaba tan oscuro como en un barril tapado,"
A mi parecer, repite demasiado las ciertas palabras y tiempos verbales en los tres primeros párrafos que provocan pequeñas cacofonías: "Una mosca de mediano tamaño se metió en la nariz del consejero suplente Gaguin. Aunque se hubiera metido allí por curiosidad, por atolondramiento o a causa de la oscuridad, lo cierto es que la nariz no toleró la presencia de un cuerpo extraño y dio muestras de estornudar. Gaguin estornudó tan ruidosamente y tan fuerte que la cama se estremeció y los resortes, alarmados, gimieron. La esposa de Gaguin, María Michailovna, una rubia regordeta y robusta, se estremeció también y se despertó. Miró en la oscuridad, suspiró y se volvió del otro lado. A los cinco minutos se dio otra vuelta, apretó los párpados, pero no concilió el sueño. Después de varias vueltas y suspiros se incorporó, pasó por encima de su marido, se calzó las zapatillas y se fue a la ventana.
Fuera de la casa, la oscuridad era completa. No se distinguían más que las siluetas de los árboles y los tejados negros de las granjas. Hacia oriente había una leve palidez, pero unas masas de nubes se aprestaban a cubrir esta zona pálida. En el ambiente, tranquilo y envuelto en la bruma, reinaba el silencio. Y hasta permanecía silencioso el sereno, a quien se paga para que rompa con el ruido de su chuzo el silencio de la noche, y el estertor de la negreta, único volátil silvestre que no rehuye la vecindad de los veraneantes de la capital.
Fue María Michailovna quien rompió el silencio. De pie, junto a la ventana, mirando hacia fuera, lanzó de pronto un grito. Le había parecido que una sombra, que procedía del arriate, en el que se destaca un álamo deshojado, se dirigía hacia la casa. Al principio creyó que era una vaca o un caballo, pero, después de restregarse los ojos, distinguió claramente los contornos de un ser humano. Luego le pareció que la sombra se aproximaba a la ventana de la cocina y, después de detenerse unos instantes, al parecer por indecisión, ponía el pie sobre la cornisa y... desaparecía en el hueco negro de la ventana. "¡Un ladrón!", se dijo como en un relámpago, y una palidez mortal se extiende por su rostro. En un instante su imaginación le reprodujo el cuadro que tanto temen los veraneantes: un ladrón se desliza en la cocina, de la cocina al comedor..., en el aparador está la vajilla de plata..., más allá el dormitorio..., un hacha..., los rostros de unos bandidos..., las joyas... Le flaquearon las piernas y sintió un escalofrío en la espalda."
Cristina Ghiorghiu
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