Safo saltando al mar desde el promontorio leucadio Théodore Chassériau, 1840 |
jueves, 20 de septiembre de 2012
Autores consagrados: poesía
Safo (c. 600-? a.C.)
Poeta lírica griega cuya fama
hizo que Platón se refiriera a ella dos siglos después de su muerte como la
décima musa. Nació en la isla de Lesbos, probablemente en Mitilene. Aunque no
se sabe mucho acerca de su vida, perteneció al parecer a una familia noble y
fue contemporánea del poeta lírico Alceo, de quien se supone fue su amante, y
de Stesichorus. También se dice que se casó con un hombre rico de la isla de
Andros y que tuvo una hija llamada Cleis. Otra leyenda, que no merece
credibilidad alguna, sostiene que, tras ser rechazada por el joven marino Faón,
se arrojó desde un acantilado en Léucade (una isla de la costa occidental de
Grecia). No se sabe cuando murió, pero en sus poemas de última época se describe
a sí misma como una anciana que goza de una vida tranquila, pobre, en armonía
con la naturaleza.
Los fragmentos que hoy
conservamos de sus poemas indican que Safo enseñó su arte a un grupo de mujeres
jóvenes, con las que mantuvo una estrecha relación y para las que compuso sus
odas nupciales cuando la abandonaron para casarse. El poeta Anacreonte
(mediados del siglo VI a.C., es decir, una generación posterior a Safo),
afirmaba, en referencia a este grupo, que Safo sentía un amor sexual por las
mujeres; de ahí proceden los términos lesbianismo y safismo, que aluden a la
homosexualidad femenina.
Safo escribió nueve libros de
odas, epitalamios o canciones nupciales, elegías e himnos, pero apenas se
conservan algunos fragmentos de todos ellos. Entre estos destaca la Oda a
Afrodita, citada por el erudito Dionisio de Halicarnaso en el siglo I a.C. En
el siglo XX se descubrió un papiro con nuevos fragmentos de sus poemas.
La poesía de Safo se caracteriza
por la exquisita belleza de su dicción, su perfección formal, su intensidad y
su emoción. Inventó el verso hoy conocido como oda sáfica (tres endecasílabos y
un adónico final de cinco sílabas). Muchos poetas griegos posteriores
asimilaron la influencia de Safo, en particular Teócrito.
Igual parece a los eternos Dioses
quien logra verse frente a ti sentado.
¡Feliz si goza tu palabra suave,
Suave tu risa!
A mí en el pecho el corazón se oprime
Sólo en mirarte; ni la voz acierta
De mi garganta a prorrumpir, y rota
Calla la lengua.
Fuego sutil dentro de mi cuerpo todo
Presto discurre; los inciertos ojos
Vagan sin rumbo; los oídos hacen
Ronco zumbido.
Cúbrome toda de sudor helado;
Pálida quedo cual marchita yerba;
Y ya sin fuerzas, sin aliento, inerte,
Muerta parezco.
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