Sólo bajo esta gran influencia occidental, comenzó un renacimiento de la literatura árabe. Egipto había sido durante mucho tiempo el centro intelectual, pero otros países de lengua árabe pronto comenzaron a abrirse paso. Los temas eruditos, literarios y políticos constituyen los argumentos populares de los escritores árabes contemporáneos y aparecen textos creativos en todos los géneros.
Conoció y se casó con Suzanne Bresseau mientras asistía a la Universidad de Montpellier en Francia. Ella era conocida como "la dulce voz". El sobrenombre le vino de su capacidad de leerle cuando él trataba de mejorar su comprensión de la lengua francesa. Susana se convirtió en su esposa, la mejor amiga, la madre de sus dos hijos y mentor de toda su vida. Los niños Taha Hussein, las cifras de su hija Amina Moenis y su hermano menor, ambos fueron importantes en Egipto. Amina, que murió a los 70 años, estaba entre las primeras mujeres en Egipto que se graduaron en la Universidad de El Cairo. Ella y su hermano, Moenis, eran llamdos como su Adib (El intelectual) en francés. Esto era especialmente importante para su padre, un egipcio que se trasladó a Francia y aprendió el idioma. Aún más importante, el carácter de Adib es el de un joven que, como Taha Hussein, tuvo que experimentar el choque cultural de un egipcio en el momento de estudiar y vivir en Francia.
Otros escritores modernos, muy occidentalizados, han empezado a invertir la tendencia tradicional hacia el lenguaje florido. La vida social de Egipto se describe viva y agudamente en El diario de un fiscal rural, de Tawfiq al-Hakim, uno de los más grandes novelistas y dramaturgos egipcios del siglo XX. Nació en el año 1898 en el seno de una familia acomodada de Alejandría, aunque algunos investigadores desplazan su fecha de nacimiento al año 1902. Su padre trabajó en la administración del Ministerio de Justicia de la provincia de al-Buhayra. Se trasladó a El Cairo para seguir con sus estudios de bachillerato después de haber terminado la primaria y secundaria en al-Buhayra. En 1921 terminó sus estudios de bachillerato y, siguiendo los consejos de su padre, ingresó en la facultad de derecho. Cuatro años más tarde terminó su carrera y empezó a trabajar en un bufete, pero su padre quiso que siguiera con sus estudios y obtener el doctorado, por lo que le consiguió una beca en Francia.
Al-Hakim viajó a París, donde permaneció tres años. Allí entró en contacto con el mundo literario europeo, más preocupado por su segunda vocación, la literatura, que por los estudios jurídicos, lo que finalmente desembocó en que su padre le mandase de vuelta a Egipto. En 1928, empezó a trabajar para el Ministerio de Justicia como ayudante de la fiscalía en unos pueblos rurales de la provincia de Tanta, experiencia que dió lugar a su obra maestra de 1937, Diario de un fiscal rural, novela autobiográfica en la que un joven fiscal suplente se enfrenta a un mundo campesino. Escrita con un humor especial que no retrocede ante el horror, es al mismo tiempo una crónica de denuncia social, una crítica irónica del funcionamiento de la justicia y una reflexión sobre la eterna miseria del campesino egipcio, hundido en la pobreza y víctima de todos los regímenes que se han sucedido en el poder. Durante el periodo que ejerció como fiscal hasta 1934 no abandonó sus aficiones literarias y en 1933 publicó El alma reencontrada dedicada al renacer del nacionalismo egipcio donde vaticina la llegada de un líder carismático que llevaría a la nación hacia la libertad. Por esta novela Naser consideraría a Tawfiq al-Hakim como el padre espiritual de la revolución de julio de 1952. Algunos críticos resaltan su realismo costumbrista, teñido de cierto pesimismo, junto con su formación francesa, de la que se destaca la influencia del simbolismo de Maeterlinck. Esto ha hecho que algunos, seguramente con mejor voluntad que acierto, le consideren el Flaubert egipcio. Una de sus características más reconocibles es su capacidad para inspirarse y trabajar con varias fuentes de distinto origen. De la herencia arabo-islámica extrajo temas como el de Sherezade, escrita en 1934 e inspirada en uno de los cuentos de Las Mil y Una Noches, mientras que en el Corán encontró el tema de una de sus obras teatrales más conocida, La gente de la caverna, que salió a la luz el año 1933, y en donde presenta el problema del hombre con el tiempo exponiendo el problema sicológico y sociológico de cómo enfrentarse al presente con una mentalidad del pasado. Por otro lado, Tawfiq al-Hakim es un hombre profundamente preocupado por los temas de su tiempo, con una predilección por la mitología como instrumento literario que, con una sabia reactualización, le sirve de lente de aumento para mostrar problemas actuales. Así ocurre en su drama Salomón el mago, publicado en 1943, en el que un hombre llega a dominar las fuerzas oscuras de la naturaleza en su propio provecho, escrita sobre la plantilla del Salomón islámico, dominador de los genios, o en Edipo rey, escrita en 1949, moldeada sobre el mito griego, que muestra la angustia irreparable del ser humano ante su destino.
De la herencia egipcia faraónica destila el autor la obra teatral Isis, escrita en 1955. En ella, según palabras del propio Tawfiq al-Hakim: “No pretendemos dibujar la vida cotidiana de los egipcios antiguos ni exponer sus creencias, sino resaltar, de una forma nueva y humana, los personajes de una epopeya y mostrar su significado de un modo comprensible para todas las épocas, y en especial para la época moderna”.
Al regresar a Egipto, Musa buscó difundir esta doctrina instando a sus lectores a dejar atrás la civilización de Asia y abrazar la Europea -en concreto, del Reino Unido-. Otros temas que se trataron fueron el espíritu científico, la teoría de la evolución, y la democracia social. Fundó el Partido Socialista de Egipto en 1920 y estableció una revista, al-Majalla-Jadida (La nueva revista), un foro de críticas radicales. En varias de sus obras, Musa también desarrolló el tema de que el período copto era la cumbre de la civilización egipcia y que los coptos actuales eran los descendientes directos de los antiguos egipcios.
Amin señaló la difícil situación de las mujeres egipcias aristócratas que podrían mantenerse como un "prisionero en su propia casa y peor que a un esclavo". Hizo esta crítica basándose en La erudición Islámica y dijo que las mujeres deben desarrollarse intelectualmente, a fin de ser competentes para educar a los niños de la nación. Esto ocurriría sólo si se libera de la soledad (purdah) a la que fueron obligadas por "la decisión del hombre para encarcelar a su esposa" y la oportunidad de educarse.
Libros de Qasim Amin: La liberación de la mujer. La nueva mujer.
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