Dentro de lo real que pueda ser o parecer la historia, hay un “descarrilamiento fantástico” que también hace que la fábula lo parezca y el relato sea de los llamados realistas, porque el caso que se cuenta pudo ser real y, dentro de esa realidad, hay un hecho fantástico como es la repetición del mismo.
El autor, con un lenguaje preciso, bastante actual, narra la historia de los “Cambiadores” o “guardagujas”, esos hombres, esos empleados que tienen a su cargo el manejo de las agujas en los cambios de vía de los ferrocarriles, para que cada tren marche por la que le corresponde. Un trabajo de importancia y de mucha responsabilidad.
El protagonista es ese narrador, esa voz en primera persona que les cede, a su vez, el protagonismo a “los cambiadores” al convertirlos en el centro de su alocución.
Parece que en el texto hay pocos personajes pero, en una lectura tranquila, se ve que está plagado de individuos, casi todos extras, o personajes en segundo plano, pero muy variados:
- Cambiadores-guardagujas.
- “La simpática amiga y compañera de viaje”, interlocutora del narrador a quien no se “ve”, porque no está descrita, pero sí se “escucha” ya que mantienen un breve diálogo. Esa “amiga de viaje”, a quien tilda de “simpática”, que bien puede tratarse de un juicio de valor al calificarla porque, en el fondo, ¿se conocen? Se da por supuesto que no, que es la primera vez que se ven y su conversación es un poco para romper el hielo y la monotonía del viaje. Además con esa forma de conceptuarla: “simpática amiga”, es como si hablara de una jovencita, casi niña, que no conoce ni siquiera qué son los cambiadores.
- El telegrafista, jefe de estación, maquinista o conductor de tren (todos nombrados de una manera casual e imprecisa).
- Los viajeros.
- Los “supuestos” hijos del cambiador.
- Algunos ancianos “que cuentan […]”
- Los últimos empleados de la línea férrea: palanqueros, aceiteros, o carrilanos.
- El cambiador, la mujer y los hijos (toma forma de familia). En un momento determinado el cambiador pasa a ser “padre” y la mujer toma consistencia de “esposa y madre” (Pág. 3).
- Los supuestos hijos del principio, “aseados y que van a la escuela”, pasan a ser niños haraposos y hambrientos.
- Un funcionario que parece el jefe de estación con el que habla el narrador al final y que da la nota “cómica”, mejor mordaz e hiperbólica por lo exagerada al hablar del cambiador que causó el choque de trenes.
En cuanto a las figuras retóricas nos encontramos con:
- Enumeraciones: “En el cuarto, una pocilga estrecha y sucia […]”. “[…] siendo palanqueros, aceitadores o carrilanos […]”. “[…] además de ser sordo, es tuerto de un ojo, zunco de un brazo, cojo de una pierna y está borracho como una cuba”.
- Oxímoron: “El marido y padre, con una rabia sorda […]”
- Metáforas: “…el guardagujas […] puede sembrar la muerte y la destrucción con la celeridad del rayo”. “Una trepidación sorda conmovió la casucha”.
- Comparaciones: “[…] el cambiador, asido a la barra del cambio, es como un artillero que oprime aún el disparador y observa la trayectoria del proyectil”. “[…] como un alud que se descuelga de la montaña”. “[…] se lanzó como un loco con las manos en los oídos”. “[…] el tremendo crujido del choque lo alcanzó cuando saltaba una zanja y con él los gritos y lamentos de los moribundos”. “Algo insólito me cortó la palabra y salí del asiento disparado como por una catapulta”.
- Hipérboles: “Ahora gana la delantera a los que lo persiguen, pero no se aflija usted porque pronto le darán alcance, pues además de ser sordo, es tuerto de un ojo, zunco de un brazo, cojo de una pierna y está borracho como una cuba”. (Esta frase, además mordaz e hiperbólica, es una enumeración de las “peculiaridades” de ese cambiador causante del choque).
- Personificaciones: “Cuando las ruedas del bogue de la locomotora muerden la aguja del desvío…”. “[…] en esos días tan tristes para los que ganan poco salario […]”. “[…] que le mordía el alma, […]”. “[…] la tristeza de su hogar […]”. “[…] los párpados pugnaban por caer sobre sus ojos soñolientos”. “[…] haciendo bailar sobre los rieles la enorme mole de la máquina […]”.
- Disfemismo: “No hay ejemplo de que un cambiador sea culpable de un accidente, como el que relata el escritorzuelo trasnochado, autor de ese libro”.
- Analepsis: “Fue a fines de mes […]”
Opinión personal.- Para mí se trata de un texto metafórico, con un doble sentido que comienza desde el mismo título. Según la Real Academia de la Lengua el vocablo “cambiador” tiene distintos significados:
1. adj. Que cambia.
2. m. Manta pequeña, de tela o plástico, sobre la que se cambia el pañal a los bebés.
3. m. Chile y Méx. guardagujas. (1. com. Empleado que tiene a su cargo el manejo de las agujas en los cambios de vía de los ferrocarriles, para que cada tren marche por la vía que le corresponde.)
4. m. Chile. En las máquinas, pieza que sirve para mudar la cuerda o correa de la polea fija a la mudable y viceversa.
5. m. ant. cambista. cambista. 1. com. Persona que cambia (‖ moneda).
2. m. banquero (‖ jefe de una casa de banca).
En castellano un “cambiador” es alguien o algo “que cambia” (en el punto 5 se trata de “cambista o banquero”, que también podría estar enfocado por ese camino el título, ya que se da mucha importancia al salario del guardagujas quien, dependiendo de que sea digno o no, así será su vida: modesta pero intachable, o un infierno).
Indudablemente, a lo largo de la lectura, hay cambios de opinión por parte del narrador protagonista, y cambios de actitud de los “cambiadores”:
- Cambia de parecer el narrador quien, en un primer momento elogia el trabajo de “los cambiadores”, personas cabales, dignas, con un buen salario y una familia, aunque modesta, respetable. No beben ni pierden el tiempo en la taberna, en todo momento son responsables de sus actos [Pág. 2]. Existe una reflexión plena de entusiasmo por parte del narrador al hablar de los guardagujas. Es como si quien habla se hubiera dedicado a recibir una terapia en la que, de lo que se trató, fue de: o bien olvidar un hecho grave, el choque de trenes; o bien, no odiar a quien lo causó, de ahí esa manera de elogiarlo que parece casi aprendido de memoria. “Ha de saber usted -comencé, esforzando la voz para dominar el ruido del tren lanzado a todo vapor- que un guardagujas pertenece a un personal escogido y seleccionado escrupulosamente. Y es muy natural y lógico que así sea, pues la responsabilidad que afecta al telegrafista o jefe de estación, al conductor o maquinista del tren, es enorme, no es menor la que afecta a un guardagujas, con la diferencia de que si los primeros cometen un error puede éste, muchas veces, ser reparado a tiempo; mientras que una omisión, un descuido del cambiador es siempre fatal, irremediable. Un telegrafista puede enmendar el yerro de un telegrama, un jefe de estación dar contraorden a un mandato equivocado, y un maquinista que no ve una señal puede detener, si aún es tiempo, la marcha del tren y evitar un desastre, pero el cambiador, una vez ejecutada la falsa maniobra, no puede volver atrás.”
- Cambia de nuevo el discurso el narrador. En la página tres, y poniendo esa opinión en boca de otros dice de estos trabajadores: “-Voy a decirle a usted. Cambiadores ha habido siempre, pero, y por inverosímil que esto parezca, no se le daba antes al oficio la importancia que merecía. Parece mentira, pero así lo aseguran algunos ancianos, de que los cambiadores se reclutaban en un tiempo entre los últimos empleados de la línea férrea. Eran casi siempre inválidos o lisiados que, siendo palanqueros, aceitadores o carrilanos, habían perdido un brazo o una pierna, gente buena si se quiere, pero que por su índole, condición, y la miserable paga que recibían, eran gran parte inhábiles para la delicada tarea que exige, antes de todo, conciencia del deber, serenidad y nervios tranquilos. […]”. ¿Será que se le ha agotado la paciencia o que, al ver próxima la estación de Tinguiririca se le avivan los recuerdos y a los que atrae es a los malos?
El final del relato yo lo veo como algo obsesivo. Le doy dos explicaciones:
¿Quién sabe cuál fue, en realidad, la intención del autor al terminarlo de esta forma? Se trata de un final casi “en corte de manga”. Que cada lector imagine lo que mejor le parezca o que se rompa la cabeza elucubrando qué quiso decir.
De todos modos, para mí, se trata de un relato interesante que se lee rápido pero al que hay que volver para exprimirle todo su jugo. Cuanto más se lee más cosas se encuentran que, en un vistazo anterior, pasaron desapercibidas.
Juana Castillo Escobar – 20-I-2010 – 11,30 a.m.
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