Se estremeció la tierra y derrumbó el mecano,
aplastando en su caída a los de siempre.
A los que nunca ganan, a los que todo pierden,
a los pobres más pobres de los seres humanos.
La tierra tembló, y abrió la eterna herida
de antiguas cicatrices mal cerradas,
cobrándose tributo de sangre derramada
de los parias de siempre, de sus vidas.
Tembló la tierra, y su temblor sangriento,
provocó tal alarido, que los oídos sordos se entreabrieron
ante tanto dolor, tanto tormento
y fue a prestar su ayuda, el mundo entero.
Apenas pasó el tiempo. Los ecos del temblor, difuminados.
Otras noticias ocupan ahora la portada.
Del alarido y del lamento, apenas un murmullo, apenas nada.
Por la prestada ayuda, el corazón del mundo sosegado.
Más de cien mil muertos, centenares de miles los heridos,
Su infancia abandonada, huérfana, perdida.
Su país devastado, hundido, masacrado
Y la herida de nuevo, sangrando como siempre, mal cerrada.
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