Adriana Salcedo Jaramillo
Se detuvo frente a un campesino a preguntar, quien le señaló con su mano callosa:
–Por aquí se va al norte, y por allá al sur -y continuó cavando la tierra. Mientras su cara terrosa desaparecía bajo su pala.
El hombre se cubrió nuevamente con su sombrero de paja. Divisó en el norte un extenso pasto, de largos flecos. Y al sur, varios árboles longilíneos y altos, entre ellos pudo vislumbrar un robusto árbol ancho y soberbio. Se dirigió a él, casi sin aliento, con el sólo recuerdo anclado en su mente…, aquel balcón cayéndose sin apremio y los rostros de sus patrones desfigurados mirando la tragedia, el anciano sujetando con sus manos venosas su propio espanto, y a su hija le salió un grito sin sonido, sus mandíbulas se apretaron, como si se le cayeran a pedazos también.
Al llegar al frondoso árbol y protegiéndose en su vasta sombra, casi inconsciente, durmió por un largo rato. Recorrió un enorme túnel, silencioso, agudo. ¡De pronto!..., una voz ronca y pesada le habló:
-Soy un árbol viejo, y por viejo, sabio.
Se detuvo en un desconcierto absoluto, sin poder articular palabra alguna, sólo sus latidos salían desde el pecho hacia fuera, al perder el equilibrio cayó de costado, contrajo los músculos adelantándose al dolor, pero no lo hubo, jamás sintió tanta suavidad.
-No debes asustarte, dijo el árbol ¿Has conocido árbol que haga daño?
-Eh…, no…, nunca -respondió.
-Entonces, ¿cual es el temor?
Casi temblando se dirigió a la voz:
-...Yo…, eh…, nunca escuché hablar a un árbol, ¿Discúlpeme, dónde estoy?
-Dentro de mí, en mi tronco.
Con un salto en el pecho le dijo:
-¡Por eso eres tan suave!, ¡es tu sabia!
-Así es amigo.
Sus ojos vieron un halo de luz blanca y espesa, sintió un enorme colchón que lo rodeaba, como un niño se dispuso a jugar, olvidando su pierna renga empezó a saltar por todas partes. Podía lanzarse sin temor, sus caídas eran suaves, ligeras. Meciéndose en cualquier sitio, a mayor impulso sus volteretas eran casi un lujo para él. Excitado gritó el hombre:
-¡Oye árbol, este juego es espectacular! -Esto no me puede estar pasando… ¿serán los años?
-Eh, compañero. No eres el único que ha hablado conmigo.
-¿Verdad?, preguntó casi incrédulo.
-Hace pocos días, estuvo mi gran amiga Ursula, ella viene a descansar aquí, y me cuenta sus temores. Ursula es tan gentil, a pesar de su pena, sonríe y disfruta de mi compañía.
Aquel nombre le retumbó toda su estructura sesgada por el duro trabajo de una vida entera y la pesadez de su pierna maltrecha. Con voz pálida..., susurró:
- ¡Ursula! ¡La de la historia de la señorita Inés!
- Sí, es bella como su alma. Lástima que su pena no la pueda calmar. Sufre y sufre -continuó el Árbol.
El rostro de Inés, la hija de su patrón -el anciano-, le trajo a su alma un arsenal de dudas. Mientras el árbol continuaba su charla, sin prestarle mucha atención.
-Amores inconclusos, relaciones tormentosas.
Como perdido en él mismo y hablando casi para sus adentros el pobre hombre balbució…:
-¡Ay!, todos tenemos penas de amor, dolores de vida.
-Pero se olvidan del amor en sí. Como trampas hechas por Uds. ¡No saben vivir! -Le respondió con su voz ronca.
Despertó sin preámbulo. El árbol permanecía imponente y en silencio. Ya de pie lo observó una y otra vez. Nunca vio tronco tan mágico y misterioso. Seguido de un impulso lo abrazó sin desprenderse de él. Una enorme rama se dobló con el viento y acarició su pierna renegada.
Siguió camino, en silencio, y repuesto. Ya no importaba el mal episodio. El balcón se había derrumbado y sus patrones se marcharon muy lejos. El jardinero de oficio, debía conseguir trabajo en algún lugar.
4 comentarios:
Qué hermoso y lleno de fantasía! Me encantó, Adriana. Gracias por crear estos mundos maravillosos.
Besos.
Berta
Gracias mi querida Berta. Ni te imaginas cómo me ha ayudado a escribir mejor estar con Uds. En éste hermoso grupo. ¡¡Y claro con Juani al mando éste barco tiene un navegar hermoso!!
Adriana
Hola Adriana, acabo de leer tu relato, ignoro que ocurre, pero no te he podido contestar desde mi correo, he tenido que entrar en Yahoo. Me ha gustado mucho, has introducido la magia del árbol y junto a este personaje del que sabemos tan poco, en realidad nada, has creado un relato muy hermoso. Besitos. Pepi.
Querida Adriana, si me gustan estos ejercicios de intertextualidad, es por la variedad de matices que damos a nuestros personajes. En este caso elegimos el mismo protagonista, y siendo el mismo, es muy distinto. Me gusta la conversación con el árbol. En fin…, me gusta todo del relato.
Un beso... Isa
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