Cuando fue a celebrar su primera comunión, su madre compró un muñeco vestido de marinero y con esa ropa la hizo.
En la adolescencia empezaron los problemas: todas las chicas que le gustaron eran muy altas, tanto que ni se fijaban en él. Entonces comenzó a ponerse ropas de colores chillones para llamar la atención. Malena fue la primera que se dio cuenta de su existencia…
Salió antes de terminar una clase, ya que su cabeza le dolía como si se hubiese estrellado en ella un Spútnik. Por el enorme pasillo del Instituto, tan largo como la Avda. 9 de Julio de Buenos Aires, vio venir hacia ella una especie de gnomo con una indumentaria tan escandalosa, que pensó en echar a correr ante tal aparición, pero aquel ser diminuto le sonrió y ella se quedó más quieta que los moais de la isla de Pascua. Aurelio con todo desparpajo le dijo:
-¿Quieres un chicle? -Al tiempo que lo sacaba de su pequeña mochila.
Malena, lo aceptó y balbuceando preguntó:
-¿Eres nuevo en clase?
-No -contestó Aurelio–. Empecé el año pasado, igual que tú.
Malena no daba crédito a las palabras del hombrecillo.
-Pues yo no te he visto nunca.
Aurelio, apoyándose en la pared con aire y pose de artista de cine, le contestó:
- Es normal, como soy bajito y tú alta no me ves.
Malena, desde que tomó el chicle estaba en cuclillas, le temblaban las piernas de permanecer en esa posición, pero no pudo incorporarse, su 1,97 se lo impedía. Sin saber cómo se cayó para atrás, quedó tendida en el pasillo cuan larga era, recordando a uno de esos enormes troncos que se ponen para cruzar un riachuelo. Aurelio trató de levantarla, pero lo más que pudo fue incorporarle un poco la cabeza. A Malena le continuó el tembleque en las piernas y encima se sintió mareada y ridícula, cual Gulliver con los liliputienses. Mientras, Aurelio miró su hermoso rostro y se dijo: Esta es la mujer de mi vida.
Aunque no lo crean, lo fue. Malena, que era muy guapa, pero alta cual jirafa, ese complejo la hizo aislarse de sus compañeros. Sin embargo, con Aurelio, pese a la enorme diferencia de altura (él medía 70 centímetros), empezaron a hablar de temas en común y a reírse como locos de los mismos chistes.
Una vez terminados sus estudios y ambos con un buen trabajo se casaron y dicen que fueron tan felices como Blancanieves y el príncipe. Aurelio era dueño de cada una de las buenas cualidades de los siete enanitos.
5 comentarios:
Me gusta la historia de Aurelio. Hiciste un buen ejercicio hiperbólico. Es ameno y fresco, además utilizaste muy bien los recursos literarios.
Ahora, otra lectura menos técnica. La actitud del protagonista de tu relato es un ejemplo. Él no se amilana por su pequeña estatura, más bien al contrario. Planta cara y eso hace que consiga la muchacha de sus sueños. Pepi, no sé si lo hiciste a propósito, pero el cuentito tiene su mensaje...
Un abrazo fuerte… Isa
¡¡¡¡Jo Pepi que fuerte!!!! Jajaja está estupendo. ¿Cómo se te ocurren estas cosas?
Nines-Coordinadora Onda Latina
y C.C.Pablo Picasso
Hola Pepi:
Me ha gustado mucho tu historia. Está contada de una forma tan graciosa como increible. ¿Ni que fuera inventada por G. G. Marquez!
Me ha recordado al cuento de "Riquet, el del Copete " de Charles Perrault .
Riquet à la Houppe by Charles Perrault
Besos.
Berta
Hola Pepi.
Es muy tierno tu relato. Y además encaja muy bien con el tema pedido,
-un relato hiperbólico-.
Me encantó que nombraras el avenida 9 de julio de, Es una avenida
enormeeee. Y Nuestros Moais de la Isla de Pascua.
Tierno, muy tierno; y con un buen mensaje.
Abrazos
Adriana
Queridas compañeras aprovecho para ganar tiempo, le doy las gracias a
las tres por vuestros comentarios. Isa me alegro de que te haya
gustado. Berta gracias por el cuento de Riquel, el del Copete, te juro que no recordaba nada, me encantó leerlo. Adriana no te extrañe que salga tu Avenida, tu tierra me gusta mucho. Nines eres un solete.
Besitos y gracias a las cuatro.
Pepi.
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