Dudaba mucho tiempo para tomar una determinación, hasta que veía una estampida de unicornios y gacelas que invadían todo el lugar, así que, para poder librarme del peligro y ocultarme de un triste desenlace, me arrojaba al agua, motivado por un miedo tan grande, que no me permitía emitir palabra alguna y que me impedía respirar sobre todo cuando recordaba que no sabía nadar.
Me hundía en sus cristalinas aguas, pero en el fondo, divisaba una piedra brillante, la cual quería alcanzar, me atraía como si fuese un imán gigante. Tuve miedo de ahogarme, mi madre en el exterior me oía gritar con mi respiración entrecortada, de inmediato acudía a despertarme, para regañarme después de darse cuenta que había mojado una vez más la cama.
Así fui creciendo, con sobresaltos y espantos de ahogado, (incluso desarrollé una fobia a las piscinas), intentando descifrar mi sueño y traer conmigo la piedra brillante que había en el fondo del lago.
Con muchas “Técnicas de Control Mental”, ahora a mis once años, he aprendido a controlar mis sueños, incluso ya se nadar, pero la piedra permanece inalcanzable en el fondo del lago y la respiración no me dura tanto como para tomarla.
Pero hoy en la noche intentaré algo diferente, me dormiré con la vieja caña de pescar de mi abuelo, la llevaré conmigo a mis sueños y traeré la piedra, para regalársela a mi madre en su día, cuando entre al templo de la guardiana de la noche. Iré bien equipado, esta vez si estaré listo: con provisiones, un balón de oxigeno y una larga lista.
Pero antes, el reto es descuidar a mi abuelo para que me “preste” sus cosas, pues para él son los tesoros de sus años mozos. Mi abuelo ya está dormido, es la oportunidad que esperaba para escabullirme por su aposento.
De puntillas, con una linterna de luz tenue, me deslizo por su hamaca, esquivo la ropa sucia y los zapatos viejos, hasta que por fin llego al closet, encuentro la caña de pescar.
- Alto, qué sucede -se escucha una voz ronca en la penumbra.
- Este..., nada, es que.... si, es que el gato se metió a tu habitación y....
- Nada de eso, ¿qué haces con mi caña de pescar?
No supe qué responder, quise huir. Después de tantos años había encontrado la solución a mi problema y se me estaba escapando de las manos.
- No te preocupes, yo también quise pescar la piedra de la laguna, pero mis fuerzas, nunca me han ayudado para lograrlo.
- Abuelo no sabía....
- Calla y vete a dormir con todo lo que quieras. Te deseo toda la suerte.
Me sentía confundido, no solo por el hecho de haber sido descubierto, sino por la respuesta de mi abuelo, no podía creer que esta lucha antes había sido suya. Sin que me de tiempo para ahondar en el asunto, me tapo delicadamente la boca con sus arrugadas manos. Luego me dio un fuerte abrazo con sabor a despedida, y divisé un brillo especial en sus ojos; mientras que una lágrima recorría su mejilla.
Me dispuse a dormir después de tantas emociones, pero, el sueño no llegaba. El reloj marcaba las 10, las 11, las 12 y nada. Tenía la solución más eficaz y no podía dormir.
¡Qué contrariedad! Intenté de todo, desde contar ovejas hasta la lectura de mi aburrido libro de álgebra.
Ya es de mañana y parezco una lechuza, pasan los días y el sueño me es esquivo, mi estado es lamentable, las ojeras aparecen y la desorientación mengua mi equilibrio. Empiezo a preocuparme.
En el colegio soy un zombi, los profesores me mandan a casa. Mi madre al darse cuenta de mi estado lamentable me da una pastilla, mezclada con unos menjunjes desconocidos (que ha recetado la mamita Eufemia) y que al poco tiempo dan efecto, mis ojos se vuelven pesados, mi cabeza deja de dar vueltas; antes de quedarme dormido, voy a mi habitación, cojo la caña de pescar y las provisiones, quedándome en la alfombra profundamente dormido.
Ya estoy en el lago, lo he logrado. Los árboles lucen más verdes que antes, las flores tienen un agradable olor a menta que nunca antes había sentido. Veo un unicornio de ojos azulados y de dorado pelaje, que se acerca amablemente hacia donde estoy. ¡Que ha pasado! – clamo desesperado.
Nunca antes había sucedido esto, me subo sobre él, siento la suavidad de su piel, galopo por todo mi jardín, recorro lugares impresionantes, encuentro oro y plata por doquier, templos antiguos llenos de tesoros, veo a muchos seres mitológicos convertidos en estatuas de oro, que parecen mirarme al pie de la fortaleza principal.
Surco los abismos sin dificultad, siempre acompañado con mi caña de pescar. Hasta que la idea obsesiva de poseer la piedra del lago aparece y recuerdo con nostalgia el porqué estoy aquí.
- ¡A toda prisa!; ¡Al centro del lago!- ordeno.
De inmediato me veo transportado hacia el lugar ansiado, mientras disfruto la suavidad de la brisa en mi noble corcel. Me detengo dispuesto a pescar, estando aun montado, tiro el anzuelo y en el lago empieza un remolino.
Mi noble amigo sale disparado, caigo en las inescrupulosas aguas del lago, con la caña y el nylon enredado entre mis piernas. Me hundo, me estoy ahogando, pero falta un poco, ya casi puedo tocar la piedra con mis dedos; su preciosa luz es cada vez más intensa, casi a ciegas la cojo, ya es mía, es fantástica, tiene un brillo espectacular que ningún mortal ha logrado ver jamás. La tengo entre mis manos sujetada fuertemente para que no se me resbale, pero la conmoción no me deja salir.
El agua entra por mi nariz y por mi boca, mientras que mi cuerpo empieza a petrificarse, dejando ya de sentir.
En la mañana mi madre al ver que no bajo a desayunar, sube preocupada a mi habitación, ella teme lo peor. Me encuentra con una extraña piedra oscura entre las manos, y con una leve sonrisa entre mis labios.
Psicólogo, poeta y escritor
Arequipa
Perú
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