Después de un año de indecisión, y aunque creo que esta carta no te llegará nunca, me atrevo a escribirte en la esperanza de que ocurra un milagro.
Tú no me conoces ni sabes quién soy, me llamo Antonio; ya sé que a quien va dirigida tu carta se llama Carlos, pero la vida tiene estos extraños designios, y hoy soy yo quien te escribe y no él.
Como te decía, hace un año aproximadamente, me encontraba paseando por una playa de Cádiz que es donde vivo, y a la que acudo a menudo para inspirarme en mi trabajo, cuando de forma inesperada vi una botella semienterrada en la arena, justo en el punto donde terminan de romper las olas de la orilla.
En un principio no le di importancia al hecho, era habitual que durante esos paseos tropezara con cientos de objetos que el mar devolvía amablemente a la tierra firme. Sin embargo hubo algo que llamó mi atención, la botella estaba perfectamente cerrada, y solo al acercarme a ella pude comprobar que estaba recubierta la boca con un sello de lacre rojo, en el que figuraba la impresión de una moneda, o quizás de una medalla votiva de alguna virgen.
Pero lo que acabó de sorprenderme, es que a través del vidrio se apreciaba una especie de manuscrito enrollado y sujeto con una fina cinta de raso azul en forma de lazo.
Esto me produjo una creciente zozobra, al principio dudé en abrirla, me parecía que podía contener algún documento importante que incluso pudiera ser secreto. En ese punto llegué a pensar, que era mejor llevarlo a los alguaciles, pero después de una minuciosa inspección y de limpiar el cristal de la arena que lo cubría, pude entrever algunas frases escritas en una letra muy fina y de trazo uniforme, que el rollo, parecía más una carta, que un documento confidencial.
Guardé con sumo cuidado la botella bajo mi grueso chaquetón, y me encaminé rápidamente hacia mi casa. La carta no había forma de sacarla, se había expandido en su interior pese al lazo que la sujetaba. Procedí pues a romperla con la sensación de quien estaba cometiendo un delito.
Todavía me acuerdo, que me temblaban las manos cuando solté aquel lazo, que dejé cuidadosamente extendido sobre la mesa y que aún conservo. Sentí una vez más la duda de leerla, además era seguro que estaba escrita en nuestro idioma.
Te cuento todo esto Helena, porque no quiero que puedas pensar en ningún momento, que he entrado en tu intimidad sin acudir a mi conciencia, que Dios sabe que todavía se rebela y me acusa de haber procedido con cierto atrevimiento.
Quiero reproducirla aquí, por si después del tiempo que ha pasado no recuerdes ciertos pasajes de la misma y reconozcas en ella tu autoría. Es por este motivo y no otro el que me ha animado a escribirte.
Paso a transcribir tu escrito, cuyo original guardo amorosamente entre mis libros.
Cádiz 17 de Octubre de 1939
Queridísimo y amado Carlos:
Estoy desesperada, ya no resisto más, hoy hace dos años que saliste en aquel barco para las Américas, y nunca más he tenido noticias tuyas. Dónde estás, que ha sido de ti, tu silencio está acabando con mi vida, ya no puedo, no puedo seguir en esta angustia que me atormenta y que conmueve todos mis cimientos.
No sé si estás vivo o estás muerto, o te encuentras impedido o preso en alguna cárcel de allá. Después de tu partida, al poco tiempo, sentí en mi vientre la alegría de que algo nuestro empezaba a crecer. Era tal el gozo que me inundaba, que contaba las horas que faltaban para podértelo decir.
Madrugaba, y muy temprano, me acercaba todos los día a la Estafeta de Correos, y no acababa de poner los pies en la calle Emilio el cartero, cuando yo lo asaltaba requiriéndole la tan deseada carta, pero la carta nunca llegó antes, ni tampoco ahora.
Ese hijo tan deseado por mí, era de los dos, nuestro tesoro, nuestro secreto, era el pedacito de carne de nuestro amor, la alegría de tenerte en él. Nació precioso, no sabes lo que costó que saliera, era varón, era grande como tú. Todavía tuve la esperanza que lo sostuvieras en tus brazos.
Pero se murió al mes y medio de nacer, tuvo una fiebre muy alta, y nadie supo curarlo, ya no tengo lágrimas de todo lo que lloré por él y por ti. Creo que fue por mi culpa, esto no se lo he dicho a nadie, pero ya no importa nada, estaba desesperada, loca, no sé como empecé a odiar a nuestro hijo, yo quería olvidarte, sacarte de mi cabeza, no podía comprender nada, pero el pequeño no me dejaba, ni siquiera llegué a ponerle nombre.
Parecía saber, tan pequeño, que cuando lloraba y gritaba desconsolado, que me hacía daño, que me estaba obligando a recordarte en cada momento, que yo no tenía derecho a eliminarte de mi vida, que él estaba allí para impedírmelo.
Hoy he perdido todo, ilusión, esperanza de volverte a ver, los sueños que construimos, hoy son pesadillas que apenas me dejan vivir, además ya no tendría nada que ofrecerte.
Trabajo en una casa a cambio de comida y cama, y unas miserables pesetas que me dan para mis gastos. Mis padres no quieren saber nada de mí, mis hermanos no me hablan, como si no existiera. Mi padre dice que soy la deshonra de la familia.
Para colmo de mi desgracia, anoche, el señorito de la casa, el hijo mayor de esta familia, se metió en mi cama aprovechando que sus padres se habían marchado de viaje a no sé dónde. Abusó de mí, y me dijo que si chillaba nadie me creería y que acabarían echándome a la calle, ya que todo el mundo sabía que yo era un puta.
Hoy que tengo libre la tarde y los señores están fuera, aprovecho para escribirte por primera y última vez. Voy a meter la carta en una botella vacía, que me han dicho que las corrientes del mar seguro que la llevará a esas tierras, y aprovechando, me tiraré con ella al mar.
He mirado por la ventana y el mar está tranquilo, así no me dará tanto miedo, sabes que cuando paseábamos por el acantilado los día de tormenta, el mar me producía pánico.
Cuando vuelvas a España, si es que algún día vuelves, no intentes buscarme, ya no estaré. Siempre he tenido la duda de si has obrado mal, o ha sido el destino y la vida que te ha llevado de este mundo antes que a mí, en todo caso siempre te he querido Carlos, siempre te llevaré en mi corazón, que Dios te guarde.
Tuya para siempre,
Helena
Ya ves Helena, que para mi desgracia y la tuya, no has puesto remite en la carta, así que no puedo dar contigo y entregártela personalmente. Nada desearía más en este mundo, que poder ayudarte, porque pienso que no habrás cometido la locura que decías en tu carta.
Helena, la vida es muy injusta, es una estúpida y maldita lotería, que nos obliga a jugar muchas veces con las cartas que nos toca, y la justicia y la sociedad de los hombres no nos deja hacer trampas.
Voy a meter esta carta en otra botella, la tiraré al mar esta tarde al anochecer, porque me cabe la esperanza de que te llegue como a mí en una playa, o la recojas del mar, en el que ahora vives para siempre.
Verás que he puesto remite, así que espero, aunque parezca imposible, tu respuesta.
Tu amigo para siempre,
2 comentarios:
Hola, Azpeitia, buenas tardes. Te digo lo mismo que a Juanca, nuestro primer colaborador: GRACIAS por compartir con nosotros este relato (que esperamos no sea el último), además, es tan hermoso...
Un relato epistolar compuesto por dos cartas a cual más linda, gracias de nuevo.
Un saludo, Juana.
Creo que es la primera vez que leo un relato epistolar...es precioso ,me ha gustado mucho.
Espero poder disfrutar de más escritos tuyos.
Un saludo ..isa
Publicar un comentario