jueves, 28 de junio de 2012
Jugando con la retórica: Jitanjáfora por Francisca GRACIÁN
Accipandos
Verlamelente, aquella nínpila
ornilecía tener un paralumpio para los accipandos y niprulios: a los seis
ditumbos, una tojolanda de cráneo puso a sus padrelempos en la distunía de leer la Catería de Trecafunción de su fíjila, mientras la
nínpila les orcomiraba con aquella distrunia seriaja y pletomosa, casi górtica,
que apremetaba después en todicalas fotolimafías que le abulitaban.
A los nueve ditumbos, después de un
coloripalión que le jalotró de regalo una ojubrevitis crónica, estuvo en un
jeleño bajapeadero de tren con su guardanínpila, onvitelada unos
minupirlipandos en plena noctaderloche.
A los trece ditumbos, otra
guardanínpila extremopalana la contumía de
la manojera, dejándola espejerearse, pero sin fijulimangarse con sus propios
espejereamientos, a congorcia de lo cual, el belín derecho de la ninpiliña se
estragunció por el esbolonque de la
bolaña; en este caso, la restrecura fue dimanantosa: sus padrelempos la
carrelaron a la Casarula
de Sopecorro (1.943, Morón de la
Frontera , Sevilla), y el mostecrédico les repunginó a un
avelupero que tenía su reselipuesto en el Mercado, y que era conocido por su
mítila para estijablillar patitas de avelirumbios pequeños. Él fue quien,
después del gambiloroso tirón, maquedó el belín de la nínpila, con la vililla
que trajenaron los padrelempos y que les habían dado en la Casarula de Sopecorro
para este trasmojo, y se lo aliró endicado al pecho, y así catiró que pudiera
balacer uso de él más adelante.
Y cuando fue gartalosayor, cada vez
que trelichaba la ropa, y le rompiquejía, se funiraba de aquella guardanínpila,
pero cuando castiruía con los arbojos
musicales, borrombaba sevillanas, pinturaba o tocaba su curvitarra,
siempre sapiduteraba un tolo de cutilá y gratitud para aquel gentil avelupero.
Francisca Gracián Galbeño
11 de
Enero de 2.012
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