Se organizó una fiesta para celebrar el final de la construcción de la muralla periférica. Cib no iba a participar pero su aya sugirió que era conveniente.
- ¿Ir? ¿Qué se supone que haga? Mirar sentada. Me hace acordar a cuando espiaba la vida de los otros en Lett. Eso me hace doler el estómago.
- ¡No es de muerte! ¡Puedes resistirlo! Un grupo de mujeres trajo esto para ti: un hermoso y suave vestido -Cib lo miró un momento, se acercó y tocó su tela.
- Nunca tuve algo así.
- Te lo mereces. Te ayudaré a ponértelo.
Cib se lo puso y salió. Fue al río a verse en el reflejo de su agua, a contarle de su nueva imagen. Rió como una niña perdiéndose entre los pliegues de tela, besó las aguas y volvió a la aldea.
Los aldeanos, bullentes en su algarabía. Unos y otros se acercaron con admiración a Cib, pero fueron rechazados. Trazaba círculos con un palito en la tierra suelta cuando alguien se sentó junto a ella. Un aroma fresco de pinos le hizo levantar la cabeza. Vio su mirada de agua limpia.
- ¿Bailas?
- Aunque quisiera, debo admitir que no sé cómo. Me siento extraña aquí.
- Puedo enseñarte.
- Acepto.
Giraron y giraron. Reían al sacudir el suelo bajo sus pies. En un rincón su aya era espectadora complacida. Casi el fuego estaba extinto cuando Cib lo tomó de la mano y cruzó el bosque hasta el río. Allí, junto a su orilla y bajo las estrellas, cantaron canciones antiguas y los encontró el sueño.
Cib despertó sola. Volvió y preguntó a su aya por él. Ella con sonrisa diáfana negó con la cabeza. Nadie supo informarle. Poco duró su cavilación pues llegó un centinela con la noticia de que un grupo hostil se acercaba. Cada guerrero fue a su puesto de defensa.
Atacaron como un viento frío. Combate cuerpo a cuerpo fuera de la empalizada. Dentro los más débiles estaban a salvo. Invasores con aliento de muerte y ojos huecos. Varias lunas duró el asedio. Muchos murieron y las hogueras se renovaban por ciclos.
- Debes vencerlos desde su núcleo -le dijo su aya-. Solo así acabará. Tú eres la líder. El pueblo ve a través de tus ojos. Eres la elegida de las Diosas y, bien lo sabes, del Espíritu del Río.
En un claro del bosque fingió perder su equilibrio, no dudaron y le asestaron un duro golpe en la cabeza. Despertó confusa y encerrada en una jaula de madera dentro de una choza de cueros apestosos, humo y olor acre. El lugar era un agujero irrespirable.
- ¡Al fin despierta! -rugió un hombre acercándose. Su piel oscura con grasa y tizne de hoguera. Los dientes con manchas de oro. Notó que ella miraba sus dientes-. Esto… ¿Ves? El oro, la piedra de poder de los dioses, eso quiero. Aquí hay, nos lo aseguran nuestras brujas y tú sabes dónde.
- No sé de qué habla.
- Bien. ¡Si lo deseas así! -Acercó un hierro rojo a su brazo y la marcó-. ¡Con esto ya eres más presa que otra cosa! Si eliges el camino del dolor. ¡Que así sea! No resistirás mucho...
- No creas... Tal vez tú no resistas - se acercó a la reja-. Tal vez hay otras maneras.
- Estás en lo correcto, perra roja. ¡Te rindes ante el más fuerte! -Despacio acarició su brazo que caía fuera de la jaula-. Eso me agrada...
- ¡A mi no! -Rugió Cib, sujetó la garganta del guerrero y la pudo oír crujir como una cáscara vieja.
Buscó entre las chozas y vio una pintada con sangre fresca y calaveras en su entrada. Fue hacia allá. Dentro: un altar a los Dioses Oscuros, ofrendas de oro y de carne humana. Incendió el lugar. Mató a los sacerdotes. Los despojó de líderes y de fe.
Se retiraron. El amanecer se hizo presente mudo. Encontró cadáveres y cansancio.
Cib llegó a su hogar y abrazó a su aya. Buscó agua fresca y puso un ramo de flores silvestres en la mesa. El fuego nuevo crepitaba adobando néctar de bayas de serbal. Se sirvió un vaso. Amaba beberlo despacio.
Transcurrió un tiempo de paz. El bosque estaba libre de seres oscuros y el río conservaba sus secretos.
Una mañana despertó. La anciana estaba de pie junto a ella con el vestido entre las manos.
- Es tu hora.
- ¿Qué ocurre? ¿Hay problemas?
- No, niña, alguien ha venido a visitarte.
- ¿Quién?
- Cierto guerrero de mirada clara, trajo flores frescas y espera afuera por ti.
- ¿Qué cosa?
- Lo que oíste.
- Y… ¿Debo ir? -Dijo sonrojada.
- Si, debes ir. Te ayudaré a vestirte -Cib le dio un gran abrazo a la anciana y besó sus cabellos de plata.
- Te amo, aya hermosa, siempre hubiese querido ser tu hija.
- Y lo eres. Ahora ve, que te espera…
- ¿Te volveré a ver?
- ¡Siempre! Si tú lo deseas.
- Siempre, será, entonces -susurró emocionada.
Abrió la puerta y allí estaba el guerrero de mirada cristalina.
- Buena mañana, hermosa Cib. Duro has trabajado y vengo por ti para que descanses como te mereces.
- Gracias por venir por mí y por traer flores.
Él le besó suavemente la mano y la invitó a caminar.
– Iremos a las cascadas...
- Ya lo suponía.
- Te agradezco todo.
- Yo debo decir eso.
El camino se llenaba de flores a su paso, cubiertas con finas gotas de rocío.
– ¿No me preguntas cómo me llamo?
- Te llamas Katempory. ¿Me equivoco?
- No, tienes razón, ese es el nombre que tú me diste y el que deseo tener. El otro es un nombre antiguo, que solo a ti susurraré para que guardes en tu corazón. Y para los aldeanos solo soy, el río.
Desaparecieron de la mano bajo las cascadas.
Todos conocen de la Ondina que custodia el oro del río. Nadie se acerca a él, todos cuentan la leyenda.
Zulma
Noviembre 2009
7 comentarios:
Hola Zulma: Disfruté leyendo tu relato. Me gusta la protagonista, es fuerte y guerrera, pero a la vez no pierde esa parte "femenina". Una historia bien narrada y entretenida.
Un beso. Isa
Hola Zulma, me ha gustado mucho tu historia, le creaste a tu personaje un bonito entorno. Y ese toque final de leyenda te quedó muy bien. Un abrazo. Pepi.
Gracias Isa por tu tiempo y conceptos.
Zulma
Hola, Pepi.
Gracias por tus palabras.
Zulma
HERMOSA PRESENTACION, Juani.
Un honor!!!
Mil gracias por tu tiempo.
Rosas a ti,
Zulma
De nada, mi querida Zulma. Es algo que hago con todo mi cariño, no sólo a tí, sino al resto de tus compañeros y de todo aquel que se acerca hasta nuestro blog para compartir sus historias.
Un abrazo fuerte, Juani.
Zulma, después de un largo tiempo te escribo. No encuentro palabras para disculparme. Por favor, te pido de nuevo, perdón, y ahora, públicamente.Los dos somos grandes personas. Tienes que ser flexible conmigo. La pasé mal en el año de la Tormenta de los Mayas. El perdón es un agua clara que puede correr entre-sobre todo-el que perdona. No seas tan dura, por favor. Escribime a alguno de mis blogs. Tu lanzeta de escorpiana, me tocó. Vamos amiga...nunca tuve problemas contigo. Si lo haces, será un bálsamo sobre todo para ti,eh. Has leido sobre la importancia del perdón. Y también sobre el arrempentimiento. Oscar-Olfi.
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