Consuelo Gómez
El bufete de abogados de la calle Lagasca tiene mucho desorden, le falta una persona que organice el trabajo. El único que hacía algo al respecto era Arturo y el mes pasado dejó el despacho. Una empresa muy conocida en Cádiz le tienta con una buena oferta y decidió aceptarla.
Para Bárbara, la marcha de su compañero ha sido un duro golpe. Aunque entiende que para su futuro profesional será muy importante esta experiencia, le echa de menos. Arturo estuvo ahí para ayudarla cuando se incorporó al trabajo recién acabada la carrera. Gracias a él empezó a ejercerla.
Fue el uno de junio de 1990 –hace ya diecinueve años- cuando Bárbara entró por primera vez en la oficina. La esperaban para hacerle una entrevista. Tenía, con los nervios, las manos temblorosas. A pesar de que su padre es un prestigioso abogado, no ha querido refugiarse en “papá” y depender de él para abrirse camino.
Su presencia física era impecable, veinticuatro años, rubia, alta, delgada, en fin, casi perfecta y ya entonces sabía que, en ocasiones, eso puede ser negativo. Depende de la persona que te entreviste. A ella la recibió un hombre de unos treinta años, apuesto y que, sin ser guapo, era atractivo y muy amable.
- Buenas tardes, soy Arturo Cifuentes. ¿Bárbara?
- Sí, buenas tardes, tengo cita a las cinco, creo que me he adelantado un poco.
- Perfecto. Pasemos a mi despacho.
La reunión fue muy bien. Desde el primer momento Arturo consiguió que sus nervios desaparecieran por completo y le dieron el puesto. Entre ellos surge una gran amistad.
Hoy, tantos años después, se encuentra aquí, en su playa maravillosa. No hay nadie porque hace un día frío para esta zona. Ha quedado con Arturo, por fin van a volver a verse. Mientras le espera sigue absorta en sus recuerdos.
Acostumbrada a contar con su apoyo desde el principio, cuando se fue, resultó muy duro afrontar sola los casos que tenía pendientes. Atravesó una etapa muy difícil. Se dio cuenta de lo importante que era Arturo para ella, en todos los sentidos. En breve aprovechará las vacaciones para ir a verlo.
Pocos meses después de la marcha de Arturo recibieron en el despacho una noticia que cayó como una bomba.
La periodista Aurora Alonso firma un artículo en el Diario de Cádiz informando que, la empresa donde Arturo trabaja en la actualidad, está imputada por un caso de fraude fiscal. Su nombre figura como máximo responsable, a juzgar por las filtraciones que se reflejan en el artículo.
El bufete de Bárbara no cuenta en ese momento con abogados suficientemente expertos en temas empresariales como para ocuparse de este caso. Ella acudió desesperada a su padre y éste accedió a llevarlo con su prestigioso equipo de colaboradores.
Trabajaron en su defensa pero, en definitiva, a pesar de disponer de todos los medios, declaran a Arturo culpable de los cargos que se le imputan. El juró que lo utilizaron para firmar documentos que ya estaban tramitados cuando se incorporó a la Empresa. Al parecer lo hizo por orden directa del Presidente de la Compañía, de quien él nunca dudó.
Años después, se desestiman todos los recursos interpuestos contra la sentencia, Arturo ingresa en prisión y Bárbara continúa con su trabajo. Le esperará.
Hoy, por fin, Arturo sale en libertad. No ha consentido que Bárbara le recoja en la puerta de la cárcel y van a encontrarse en la playa. Ella lleva horas allí sentada. Tienen mucho de que hablar y lo harán…
2 comentarios:
Hola
Me gustó la relación con fidelidad y camaradería. Muy poco corriente en estos días.
Dulce día. Zulma
Hola Consuelo, me gustó la historia que le creaste a tu personaje, tiene tintes de la realidad que vivimos. Me encanta ese final con reencuentro frente al mar. Un abrazo. Pepi.
Publicar un comentario