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Entre los novelistas y autores de relatos, Aldous Huxley es uno de los que expresan mejor la sensación de desesperanza del periodo posterior a la I Guerra Mundial en Contrapunto (1928), una novela escrita con una técnica que supone una ruptura con respecto a las narraciones realistas previas.
Antes que Huxley, y de hecho antes de la guerra, las novelas de E. M. Forster, como Una habitación con vistas (1908) y Regreso a Howards End —publicada también como La mansión— (1910), habían expuesto el vacío de los intelectuales y las clases altas. Forster proponía un regreso a los sentidos y a la satisfacción de las necesidades del ser físico. Su novela más famosa, El paso a la India (1944), combina estas preocupaciones con un examen exacto de las diferencias sociales que separaban a las clases dominantes inglesas de los habitantes nativos de la India, demostrando la imposibilidad de que continuara un gobierno inglés.
D. H. Lawrence también expuso la necesidad de un regreso a las fuentes primigenias de la vitalidad de la raza. Sus numerosas novelas y relatos, entre las que destacan Hijos y amantes (1913), Mujeres enamoradas (1921) y El amante de lady Chatterley (1928) son muchos más experimentales que las de Forster. El evidente simbolismo de los argumentos de Lawrence, y la exposición directa de sus opiniones rompen los lazos con el realismo, que queda reemplazado por la propia dinámica del espíritu de su autor.
Mucho más experimentales y heterodoxas fueron las novelas del irlandés James Joyce. En su novela Ulises (1922) se centra en los sucesos de un solo día y los relaciona con patrones temáticos basados en la mitología griega. En Finnegans Wake (1939), Joyce va más allá creando todo un vocabulario nuevo a partir de elementos de muchos idiomas para crear una narración de asuntos domésticos entrelazada con muchos mitos y tradiciones. De algunos de estos experimentos participan las novelas de Virginia Woolf, cuyas Mrs Dalloway (1925) y Al faro (1927) expresan la complejidad y evanescencia de la vida experimentada a cada momento. Ivy Compton-Burnett atrajo a menos lectores con sus originales disecciones de las relaciones familiares, narradas casi siempre con escuetos diálogos, como ocurre con Hermanos y hermanas (1929) y Padres e hijas (1941).
Evelyn Waugh, como Huxley, hizo sátiras de las debilidades sociales en la mayoría de sus obras, como Los seres queridos (1948). Graham Greene, convertido al catolicismo como Waugh, investigó el problema del mal en la vida humana, como ocurre en Un caso acabado (1961) o Los comediantes (1966). La reputación de George Orwell proviene de dos novelas, una alegórica, Rebelión en la granja (1945), y la otra una mordiente sátira, 1984 (1949), dirigidas contra los peligros del totalitarismo.
Ivy Compton-Burnett
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La narrativa posterior a la II Guerra Mundial
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Anthony Burgess, profundo escritor, se hizo famoso por su novela sobre la violencia juvenil, La naranja mecánica (1962), y John LeCarré ganó gran popularidad por su ingeniosas y complejas novelas de espionaje, como El espía que surgió del frío (1963) o La casa Rusia (1989). William Golding explora el mal del ser humano en la alegórica El señor de las moscas (1954), y obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1983. Durante los años sesenta el realismo social de escritores como Amis, Braine y Alan Sillitoe, con su énfasis en el restrictivo provincianismo inglés, dio paso a influencias más internacionales. V. S. Pritchett y Doris Lessing, desde posturas muy distintas, se hicieron muy conocidos. Lessing destacó por las novelas donde se ocupa del papel de la mujer en la sociedad actual, como ocurre en El cuaderno dorado (1962). Debe subrayarse también el humor negro altamente estilizado de escritores como Angus Wilson y Muriel Spark.
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Dos de los más destacados poetas del periodo moderno combinaron tradición y experimento en su obra. El escritor irlandés William Butler Yeats fue el más tradicional. En su poesía romántica, escrita antes del cambio de siglo, explotó antiguas tradiciones irlandesas, y luego desarrolló una expresión poética honesta, profunda y rica en su madurez con La torre (1928), entre otras importantes colecciones de poemas. El segundo poeta fue T. S. Eliot, nacido en Estados Unidos, consiguió la consagración inmediata con Tierra baldía (1922), el poema más famoso de comienzos de siglo. Por medio de una masa de asociaciones simbólicas de acontecimientos legendarios e históricos, Eliot expresa su desesperación sobre la esterilidad de la vida moderna. Su movimiento hacia la fe religiosa le llevó a la escritura de Cuatro cuartetos (1943), donde combina una dicción coloquial con una literaria, y cuyas complejas yuxtaposiciones poéticas le emparentan con poetas como John Donne. Obtuvo el premio Nobel en 1948.
De los muchos poetas que escribieron versos indignados a causa de la I Guerra Mundial, Siegfried Sassoon, Wilfred Owen y Robert Graves se cuentan entre los más importantes. La habilidad de Graves para producir una poesía pura y clásicamente perfecta le hizo conservar su reputación mucho después de la II Guerra Mundial. Sus novelas históricas como Yo, Claudio (1934) también contribuyeron a mantener su popularidad. Los poemas de Edith Sitwell, que expresaban un individualismo aristocrático, fueron publicados durante la I Guerra Mundial. Pero sus poemas más conmovedores aparecieron después de la segunda, como El cántico del sol (1949).
De la siguiente generación de poetas, identificados con la conciencia popular y las agitaciones sociales de los años treinta, los más conocidos son W. H. Auden, Stephen Spender y C. Day Lewis. El experimentalismo continuó en la poesía de metáforas exuberantes del escritor galés Dylan Thomas, cuyo amor casi de carácter místico por la vida y su comprensión de la muerte quedan expuestos en algunos de los poemas más hermosos de mediados de siglo. Después de la muerte de Thomas, en 1953, emergió una nueva generación de poetas, entre los que se cuentan D. J. Enright, Philip Larkin y Thom Gunn.
Los poetas que constituyeron el llamado 'el movimiento', determinados a reintroducir el formalismo y cierto antirromanticismo en la poesía contemporánea, fueron Peter Porter, Alan Brownjohn y George MacBeth, entre otros. Ted Hughes, cuya poesía es famosa por la presentación de la naturaleza salvaje, se convirtió en uno de los poetas más famosos de Inglaterra y se le nombró poeta laureado en 1984, después de la muerte de John Betjeman. Los años sesenta vieron también la emergencia de una poesía más popular influida por el jazz y la Beat Generation estadounidense. Los poetas más destacados de este grupo son Adrian Henri, Roger McGough y Brian Patten.
En la década de 1970 surgió un número significativo de poetas en Irlanda del Norte, entre ellos Seamus Heaney, que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1995, y Tom Paulin. También hubo bastantes voces femeninas en este periodo: Carol Ann Dufy, Jackie Kay y Liz Lochhead.
El teatro moderno
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Aparte de las últimas obras de George Bernad Shaw, el teatro más importante en inglés del primer cuarto de siglo XX lo escribió otro irlandés, Sean O'Casey. Otros dramaturgos del periodo fueron James Matthew Barrie y Noel Coward. En los años sesenta, con los llamados "Jóvenes airados", se inició una nueva fuerza en el teatro inglés. Destacan entre ellos John Osborne, Arnold Wesker, Shelagh Delaney y John Arden, que centraron su atención en las clases trabajadoras, retratando la monotonía, mediocridad e injusticia de sus vidas. Aunque Harold Pinter y el irlandés Brendan Behan escribieron también obras que se desarrollaban en ambientes de clase trabajadora, se mantienen al margen de los jóvenes airados. Fuera de cualquier tendencia, el novelista y dramaturgo irlandés Samuel Beckett, que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1969, residente en Francia, escribió obras lacónicas y simbólicas en francés y las tradujo al inglés, como la obra de teatro Esperando a Godot (1952) y la novela Cómo es (1964).
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