Laura Elena Bermúdez de Tesolín
El ocre pinta sus matices
En un mayo de luz y sombras.
El amanecer se estremece
Frente al primer llanto.
La vida fluye, sin más…
Jadeos, gritos, pujanzas.
Se conmueve el sol
Sobre los vitrales del ventanal.
Los fríos pasillos del hospital
Van calentándose lentos.
Otro llanto estalla
Concluyendo
El doloroso y heroico
Acto
De parir.
En esta aventura de a dos
Ella saltó apresurada
Detrás
La precedí yo.
Me asomé a la vida consternada
Pulsión genuina,
Diminuta e inquieta
Como una extraña, necesitada
Del olor
De la tibieza desconocida
De sus manos
De su voz
Recibiendo de una máquina
El calor.
Pequeña e indefensa
Buscando el ancla de su mirada
Y ese aroma dulce a leche.
Pero estaba sola. ¿Mamá?
Tal vez el tiempo vertiginoso
Me llevó a vagar
Por nuestros tres primeros años
Envueltos en celofán.
Tres tortas para el festejo
Delantales pintados con personajes
De Blanca nieves,
Una foto en blanco y negro
Para recordar.
Navidades adormecidas
Caramelos de leche descifrando
Nostálgicos sabores.
Muñecas de trapo
Mi perro Bucky
Mi rancho
Los días inolvidables
De lluvias
La canción de los batracios
La escuela
El descampado de enfrente
La cava con su vertiente
De río o lago trunco
Los ombúes y sus sombras
Donde uno podía soñar.
Después...
La infancia tardó en retirarse
(aunque aquella niña, nunca se marchó)
Se fue esfumando despacito
como la tarde, en un beso de amor
fugaz.
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