Se baja rápidamente y toca varias veces el timbre. La puerta se abre y allí está, más guapa que de costumbre, su amiga Berta, todos sus nervios desaparecen en cuanto la ve. De forma apresurada le cuenta su experiencia en el taxi mientras se quita su bufanda blanca. Ella le escucha sonriente mientras le estrecha con cariño la mano.
Eddie de pequeño fue un niño débil, delgado y asustadizo. Su padre abandonó a su madre cuando se enteró de que estaba embarazada, sin embargo ella decidió tener al bebé, aunque sus proyectos de futuro murieron con su nacimiento. Tuvo que trabajar donde podía llevar al niño. Cuando cumplió los dos años lo dejó al cuidado de alguna vecina a cambio de algún trabajo, de plancharles ropa los fines de semana... Poco a poco su carácter se agrió, hablaba lo mínimo. Una tarde le trajo al niño un gato para que le hiciera compañía, pero este resultó ser arisco y poco cariñoso, según su madre se iba al trabajo, el gato se subía por los tejados. A Eddie le gusta quedarse con la señora Smith, es muy mayor, pero su casa toda llena de plantas le vuelve loco, ella le permite regarlas con un regador minúsculo. Allí se lo pasó bien y, pese a ser tan pequeño, soñó con tener una casa con un enorme jardín donde pasar la vida cuidando de muchísimas flores. Con apenas siete años ya le dejan sólo en casa para no molestar a nadie. A él no le gusta la soledad, es un niño sensible, pero también muy miedoso, se sobresalta con cualquier ruido que escucha. Esto hace que su pequeño corazón latiese tan deprisa, que él se tiene que apretar el pecho con las dos manos. Desde esa edad empezaron sus paranoias. Unas veces eran sombras que cruzan la habitación donde duerme, otras veces eran ruidos extraños que le llegan de la pequeña cocina, donde Eddie se imagina a una horrenda bruja preparando un caldero donde lo cocinará. Cuando no soporta el ataque de pánico corre a casa de la anciana señora Smith, esta le hace pasar y le da un vaso de leche caliente con galletas, lo sienta a su lado y le cuenta historias de cuando ella era niña. Muchas veces, al anochecer y regresar su madre del trabajo, al ver que no está, va a buscarle a casa de su vecina, casi siempre el pequeño duerme acurrucado al lado de la chimenea. Su madre le regaña, es una mujer amargada que le quiere, pero no le gusta que moleste a nadie. Con siete años piensa que él puede quedarse solo, no entiende los miedos del pequeño. Apenas cumplió los doce empezó a escribir pequeñas rimas que le distraen de su soledad.
Encontró en la escritura de esos versos una válvula de escape y ya no paró de escribir hasta el momento presente. Sin ser famoso, una pequeña editorial le ha publicado su primer libro de poemas, afortunadamente se vende bien. Desde hace unos cuantos años frecuenta tertulias literarias y no se pierde una sola exposición. Así fue conociendo a un grupo de personas muy interesantes, las cuales sin darse cuenta le han ayudado a introducirse en el mundo de la alta burguesía. En general son personas con mucho dinero, pero carentes de talento y sensibilidad. La única a la que de verdad admira es a Berta Young, le encanta que le invite a cenar, la comida es maravillosa y Berta cuida con todo gusto hasta el más mínimo detalle. Le gusta su casa, es cálida y no fría como la suya, allí cada cosa está en su sitio, a él le gusta asomarse al jardín y contemplar las flores y el enorme peral en flor. No pierde la esperanza de realizar su sueño de pequeño y poder tener una casa con jardín donde cultivar toda clase de plantas y flores. Es curioso, pero desde que atraviesa el umbral de la puerta, todos sus miedos y fobias desaparecen por completo. En casa de Berta se siente seguro, es muy feliz mientras ella escucha sus poemas. Últimamente ya no le dedica tanto tiempo, sobretodo después que conoció a la señorita Perla Fulton. Berta la admira, pero a él aquella mujer de manos largas y frías no le termina de convencer, además odia a las personas que no miran a los ojos mientras hablan, ella mira a todos lados, menos a los ojos de su interlocutor.
El sonido del gong avisando la cena le hace volver a la realidad. Se aparta de la ventana y con su mejor sonrisa se acerca a la mesa, mientras piensa que en su futuro jardín aparte de rosas blancas, tendrá tulipanes de todos los colores.
Personaje elegido: el poeta Eddie Warren.
Sentimientos elegidos: Miedo y soledad.
2 comentarios:
He seguido al joven Eddie desde su infancia…, los temores infantiles arrastrados, le vi asomado a la ventana admirando el jardín. Sí, Pepi, he visto todo eso y solo puedo resumirlo en una palabra: ¡Genial! Vas creciendo, ¡ya lo creo!, y no en edad.
Un abrazo… Isa.
Que estoy de acuerdo, la Pepi es "mu güena". Nines.
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