Abrió sus ojos para verlo.
Una lluvia dorada en un suspiro muerto.
La claridad en sus manos.
La esperanza en pedazos de nuevo en su cuerpo.
La noche había llegado demasiado rápido.
Las sombras, que son muchas, corren sin enfado.
Su corazón se partió en dudas.
Cayeron sin piedad...
La masa en un embate cobarde y desesperado.
Fue un juego cruel, un juego despiadado,
arrojaron estiletes, filos a sus alas,
hasta dejar solo, dos fragmentos desgarrados.
La sangre golpea en sus sienes.
La muerte es un futuro deseado.
Demasiado dolor, demasiadas risas zumbando.
Un perfume de lilas llegó a tiempo,
manos suaves con frescura de páramos.
Comenzó a quitar los cuchillos,
a desarmar los grilletes oxidados.
Se apura su aliento,
se anestesia el espacio.
Realiza cada acto con movimientos calculados.
Pero las sombras llegan,
se arrastran... para no poder ser detectados.
-Apúrate, dice el viento.
-Apúrate, dice el Ángel bienamado.
La oscuridad es fuerte y arroja sus dardos.
Una espada cruza silbando el espacio.
Al Elfo nada lo daña, porque ella está a su lado.
Cuando al fin acaba, la mira, extasiado.
-“Que cuenten las crónicas, hoy, a un Ángel he liberado”.
La toma entre sus brazos y lágrimas de plata
tejen para él alas de rocío y nardos.
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