La radio familiar, imagen enviada por la autora |
miércoles, 15 de febrero de 2012
Relatos de las alumnas: ejercicio de personificación.
Memorias
de un aparato de radio
Isabel Fraile Hernando
Me crearon en las primeras
décadas del siglo veinte para llenar los hogares de noticias, música, seriales
y llevar algo de alegría a los domicilios en un tiempo matizado de gris. Fui comprado a plazos con algo
de esfuerzo. Aún me parece ver la sonrisa de las niñas en la casa donde fui a
parar, el alborozo con que me recibieron. Las recuerdo cada tarde pegadas a los
altavoces, disfrutando de los cuentos y canciones infantiles. El padre, imponía
silencio cuando, de forma puntual, con su soniquete característico, daba
comienzo el “Diario hablado”. Tengo que apuntar el enojo del hombre con ciertas
noticias y temí más de una vez que lo
pagara conmigo porque, en cierto modo, era el causante de su contrariedad.
Pasé mis primeros cinco años en
un lugar preferente y cómodo de la pequeña casa, lejos de los humos de la
cocina que hubieran dañado mi delicado interior. Fue un periodo en el que viví
tranquilo. Era un aparato joven, de buena marca, aunque mi aspecto,
chaparradete y marrón, no fuera el más bonito de los que se vendían. Estaba
garantizado para no dar problemas.
Siempre residí con la misma
familia. Primero en aquel domicilio lleno de humedades que no disponía de agua
corriente, donde comenzaron mis primeros achaques. Después, en el piso de
protección oficial con el que todos ganamos en salud.
Mi lugar en la nueva vivienda
fue un cuarto luminoso y seco frente a unas cortinas de
cretona, un vergel inanimado de flores y pájaros.
Pasaron los días, los meses,
los años…
Desde allí observé los cambios
físicos producidos en los habitantes de la casa. La madre, con el tiempo, iba
ganando kilos y tristeza a consecuencia, como supimos más tarde, de una
enfermedad endocrina. El padre, perdía los kilos sobrantes de su compañera pero,
a diferencia de ella, siempre estaba de buen humor. Para las ahora adolescentes,
ocupadas en pintarse y en alguna que otra cosa más, me volví casi invisible.
También en mi interior, y
aunque en ese momento no me diese cuenta, se acumulaban cambios. Era más lento
al empezar a emitir sonido y este iba acompañado de un carraspeo como la tos de un viejo cascarrabias.
Así, hasta que alguien vino a
relevarme en importancia. Era un cajón cuadrado, color chocolate, mucho más
grande que yo, que emitía sonido e imágenes. El regocijo con el que me
recibieron en su momento se quedo chico ante el arribo de este nuevo miembro a
la familia. Por lo que pude oír, a ese aparato lo llamaron “televisión” y, al parecer,
según comentaron mis dueños, eran los primeros en tener uno en toda la escalera,
por lo que algunas veces la casa se convirtió en un lugar de encuentro
En un primer momento sentí ser
el príncipe depuesto. Tampoco es que tuviera mucho trato con él porque lo situaron
en el comedor, que era donde se hacia la “vida” en ese tiempo, mientras yo,
seguí relegado en el cuarto de estar, frente al vergel ahora desteñido por los
rayos del sol que se colaban por la ventana. La única semejanza con mi rival es
que fuimos comprados a plazos y con similar esfuerzo.
Más tarde me di cuenta de lo
equivocado que estuve. A mi altivo rival, le sustituyeron otros aparatos más
modernos y en color. Yo, por el contrario, sigo perteneciendo a la misma familia.
Para una de las hijas que oía
mis cuentos no era un simple aparato de radio, sino un testigo de la etapa feliz
de su infancia Gracias a la complejidad de los seres humanos me salvé de morir
destripado con todas mis válvulas al aire.
Hoy, me limpian el polvo a
diario y, aunque mi trabajo es solo decorativo, no tengo miedo a que ningún
aparato nuevo me sustituya. Para las personas también los objetos inanimados
formamos parte de su historia.
Isabel Fraile
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1 comentario:
Isa al leerlo aquí, después de ver la foto de la radio, aún me parece más bonito. Es un relato que sobre todo a las personas que le ponemos cariño a las cosas nos llega al alma. Me alegro de que la conserves, es una pequeña joya, aunque no funcione.
Besitos.
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