María Teresa Bravo Bañón
Puede que no haya un Cupido que se atreva
conmigo ni me azuce, ni le sirva de diana
ya mi pecho de pétalo o de pulga.
Ni ángel miope que me adopte
en el refugio de las almas sin techo.
Ni hada-pava que quiera convertirme
en princesa del bostezo.
Ni genios liberados de mágicas lámparas
que vengan a ofrecerle las Minas
del Rey Salomón y de los cuarenta ladrones.
Ni Maquiavelos pretendiendo tentarme
con maletas de dinero o bolsas de altramuces.
Ni un solo paparazzi escrutando en mi basura
en la búsqueda de un poema roto
para cobrar una exclusiva.
Ni hay ahí fuera un Ejército de Salvación,
con banda de música y trombones
que desee rescatarme de mi alcoholismo de versos
y mi adición irredenta a los poetas.
Ni un San Jorge que me mate -¡no un dragón!-
sino una araña en la puerta de mi casa .
Porque puede que no haya un Cupido que se atreva
y en su lugar me envíe a un desventurado representante
de robots de cocina que ansía indultarme -
con lisonjas- de fogones, freidoras y estropajos.
Ignora el vendedor que yo no paro mucho
en el mundo cotidiano que estoy siempre
de viaje, por ahí, de punta a punta
del arco-iris, como mínimo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario