Nunca esperé que la mudanza llegara tan puntual. De hecho es todo un tema, eso del horario. Los europeos siempre nos critican la impuntualidad, "a los sudacas". Si conocieran los beneficios que traen los horarios flexibles, tal vez, les agradaría. Pero ese no es el tema… Es que esa llamada, y yo apenas despertando, me hizo detestar la puntualidad. De inmediato telefoneé a mis sobrinos, los que debieron salir de la cama en menos de un segundo, ya que eran ellos los que se cambiaban. Me encontraba ya muy despierta y pronta a salir, para realizar el cambio tan esperado.
Cuando llegué al departamento de los dormilones, se me activaron todas las fuerzas físicas para bajar cajas, muebles, cocina… Un quinto piso y sin ascensor, merita un buen estado físico. Observar las caritas de cada uno de ellos, ya muy despiertas, me irradiaban el alma… Era el día esperado desde hace ya un par de años.
Todos, algo aliviados, terminamos con la primera parte del traslado, aún nos quedaba continuar con la mudanza de Juan Carlos, el mayor de mis sobrinos, que por cierto, su departamento quedaba en un quinto piso, la felicidad de ese momento era, ¡el ascensor del edificio!
Las cosas delicadas, frágiles, fueron metidas en mi auto, las arreglé con especial cuidado… Eran de mi madre.
El camión lleno en su totalidad se dirigía a la nueva casa. Cuatro dormitorios, una amplia sala, la cocina bien equipada y tres baños.
Me sentí aliviada y orgullosa, mis sobrinos relajaban su felicidad ordenando sus cosas, en los amplios dormitorios. El trabajo había terminado a ritmo dinámico.
Dormí la mejor siesta desde hace tiempo; mientras recordaba cuán bellos se veían, ellos, los cuatro… En su nueva casa.
David, tan largo y estirado como una espiga, sus ojos chispeantes acusan su corta edad, el bailarín, tiene ahora, un dormitorio para él, después tres años de haber dormido en un sofá- cama en la sala. Daniel, con su sensualidad serena, el músico, podrá tocar su guitarra, con la destreza de un artista en camino, sin molestar a nadie. Andrés, de rostro bello y sonrisa angelical, el estudiante de medicina, y Juan Carlos, el mayor de todos, de ojos tan grandes como la luna llena, el joyero, vive ahora, junto con sus hermanos.
¡Al fin, mis cuatro sobrinos en una misma casa! Unidos y confiados…, derrochando jovialidad por cada rincón del nuevo hogar.
3 comentarios:
Hola ADRIANA,en vista que mi comentario quedó perdido por estas ondas
virtuales lo mando de nuevo.
Me ha llamado la atención el mimo con que la protagonista coloca en
el coche las cajas que pertenecian a su madre. Es una referncia de
pasada,pero para mi el detonante maternal de la mujer hacia sus
sobrinos,es una "tía madre",igual de orgullosa,igual de solícita y
también igual de generosa... Me ha gustado la sencillez con la que lo
describes.
Un abrazo... Isa
Me gusta la forma de enfocar la cuestión
de las distintas culturas en esta percepción del tiempo y la
puntualidad. Me gusta el aire de "alegría" por lo que significa y
das a entender que trae el cambio de domicilio y entiendo que de vida
para los chicos y me agrada ese tono protector que inpregnas al
relato desde los ojos de una tía, que de alguna manera se siente
madre de esos muchachos. Me has hecho pensar mucho en si estos eran
jóvenes adolescentes o es la "mirada" de la mujer , que como "madre"
los ve niños. De la historia se desprende que son huérfanos y que en
ese cambio se llevan los recuerdos que les unen a su pasado; " Las
cosas delicadas , frágiles"... ¿Es esa la intención?
Bueno, como dice la "profe" , cada lector hace una interpretación de
la historia que lee. La mía, siempre tiende a buscar historias
dramáicas... Anque tu relato está lleno del trají que cuesta
una mudanza y la alegría
de lograrlo.
Gloria.
Resulta muy emotivo leerlo, y he tenido la sensación de estar allí yo también.
Besotessssssss
Publicar un comentario