miércoles, 31 de octubre de 2012
A la hora de escribir los maestros opinan...
Diez mandamientos para escribir
con estilo
Decálogo del perfecto cuentista: Horacio Quiroga
I - Cree en un maestro -Poe,
Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.
II - Cree que su arte es una cima
inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin
saberlo tú mismo.
III - Resiste cuanto puedas a la
imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra
cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia
IV - Ten fe ciega no en tu capacidad
para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu
novia, dándole todo tu corazón.
V - No empieces a escribir sin saber
desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres
primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.
VI - Si quieres expresar con exactitud
esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en
lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de
tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o
asonantes.
VII - No adjetives sin necesidad.
Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas
el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.
VIII - Toma a tus personajes de la mano
y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les
trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa
ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto
por una verdad absoluta, aunque no lo sea.
IX - No escribas bajo el imperio de la
emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal
cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino
X - No pienses en tus amigos al
escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no
tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que
pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.
martes, 30 de octubre de 2012
lunes, 29 de octubre de 2012
Autores consagrados
Fernando Iwasaki |
Ya no quiero a mi hermano
«CARLITOS ESTÁ
AQUÍ», dijo la médium con su voz de drácula, y de pronto se transformó y puso
cara de buena. Entonces mamá le hizo muchas preguntas y el espíritu respondía a
través de la señora. Seguro que era Carlitos porque sabía dónde estaba el robot
y cuántas monedas había en su alcancía, dijo cuál era su postre favorito y
también los nombres de sus amigos.
Cuando la médium
nos miró haciendo las muecas de Carlitos papá empezó a llorar y mamá le pidió
por favor, por favor que no se fuera. Las luces se apagaban y encendían, los
cuadros se caían de las paredes y los vasos temblaban sobre la mesa. Me acuerdo
que la señora se desmayó y que una luz atravesó a mamá como en las películas.
«Carlitos está aquí», dijo con cara de felicidad.
Desde entonces
hemos vuelto a compartir el cuarto y los juguetes, el ordenador y la
Play-Station, pero la bicicleta no. Mamá quiere que sea bueno con Carlitos
aunque me dé miedo. No me gusta su voz de drácula. Y además huele a vieja.
Ajuar funerario- Fernando Iwasaki - de AVIÓN DE PAPEL
viernes, 26 de octubre de 2012
Autores consagrados: poemas
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ |
Nadie
-No era nadie. El agua. -¿Nadie?
¿Que no es nadie el agua? -No
hay nadie. - Es la flor. -¿No hay
nadie?
Pero, ¿no es nadie la flor?
-No hay nadie. Era el viento.
-¿Nadie?
¿No es el viento nadie? -No
hay nadie. Ilusión. ¿No hay
nadie?
¿Y no es nadie la ilusión?
Jiménez, Juan Ramón (1881-1958),
poeta español y premio Nobel de Literatura. Nació en Moguer (Huelva), y estudió
en la Universidad de Sevilla. Los poemas de Rubén Darío, el miembro más
destacado del modernismo en la poesía española, le conmovieron especialmente en
su juventud.
jueves, 25 de octubre de 2012
Proverbios universales
miércoles, 24 de octubre de 2012
¿Sabías que...
...Juana de Navarra (1370-1437), duquesa de Britania,
esposa del rey Enrique IV de Inglaterra, fue acusada de ser una bruja y querer destronar
al rey?
Posteriormente fue perdonada y se le devolvió su título.
Posteriormente fue perdonada y se le devolvió su título.
martes, 23 de octubre de 2012
Una frase una imagen: Carlo DOSSI
Nunca escribo mi nombre en los
libros que compro hasta después de haberlos leído, porque sólo entonces puedo
llamarlos míos.
Carlo Dossi
lunes, 22 de octubre de 2012
BERNARDINO, de Ana María MATUTE - Comentario de texto: Juana CASTILLO ESCOBAR
“Bernardino”, relato escrito con la maestría que
caracteriza a esta autora, nos lleva de la mano, sin aspavientos innecesarios,
por la dualidad de un mundo que parece no tener reconciliación: el de los
señores y el del pueblo reflejado en un puñado de niños.
La historia, contada en primera persona –a mi
parecer y por lo que escribiré más adelante- por una niña de edad
indefinida (no hace alusión ni a su edad, ni a la de sus hermanos, así como
tampoco al resto de los niños que aparecen en ella), una primera persona que
más sugiere un narrador cámara en 3ª persona que sólo cuenta lo que ve y
nada más que eso. No se preocupa en ahondar ni en sentimientos, opiniones, o
pareceres del resto de los personajes.
Acata, al igual que sus hermanos, a pie juntillas, que “Bernardino
es un niño mimado”, sin apenas saber qué quieren decir con eso los mayores.
Es, por tanto, prejuiciosa. Hace juicios de valor: se deja llevar por los
comentarios que hacen sus hermanos. El mayor dice: “Bernardino es un pez”,
es decir, frío O: “Bernardino es un pavo”, que añade el pequeño con el
sentido de que es un bobo, que lleva el moco colgando, un baba caída…
La narradora prácticamente no describe a los personajes, ni a los
mayores, ni a los infantiles, si no es con ligeras pinceladas. Ella y sus
hermanos están con el abuelo, que puede ser como cualquier otro abuelo del
mundo, ninguno tiene ni nombre ni rostro.
Sólo se interesa, de manera relativa, por las hermanas de
Bernardino a quien les da nombre: Engracia, Felicidad y Herminia e, incluso las
describe. A los muchachos del pueblo también “nos los presenta”…, a estos los
pone como algo gamberros, envidiosos y violentos; sobre todo el cabecilla, hijo
del capataz de las minas quien le pega, algo que el hijo ha aprendido bien y
hace lo mismo que el padre: ser violento de manera gratuita. Ellos son: Mariano
Alborada, el hijo de un capataz, Lucas, Amador, Gracianín y el Buque…
Sí se fija la narradora -de ahí deduzco que se trata de una
niña quien nos cuenta esta historia- en el paisaje -[…] el
camino era bonito por la
carretera antigua, entre castaños y álamos, bordeando el río- que les lleva, a ella y a sus
hermanos, cuando van de visita a “Los Lúpulos”, la casa en la que vive
Bernardino; nos describe a las tres hermanas del protagonista
–que me recuerdan a la señorita Rottenmeyer- como mujeres muy mayores (que
parecen, más que sus hermanas, sus tías, que visten como otras mujeres
antiguas a las que ha visto en el viejo álbum de fotos de casa del abuelo: con
ropas oscuras y moños altos como “roscas de azúcar”). A Bernardino también lo
describe con precisión, tanta, que ante nuestros ojos aparece un niño
enclenque, enfermizo, macilento… Quizá por enfermedad o, quizá, porque sus
hermanas no le dejan moverse de casa, correr, jugar, saltar como cualquier otro
niño de su edad.
Bernardino, hijo de un segundo matrimonio de su padre,
padre del que no se hace mención nada más que en ese momento, lleva a pensar
que fue una boda desigual, tal vez entre un hombre mayor, padre de unas hijas también
muy mayores, y una mujer joven que debió de morir en el parto. De ella no se
habla en la historia, así como tampoco se vuelve a aludir al padre, por lo que
queda implícito que ambos progenitores han fallecido y, Bernardino, es un niño
huérfano que está tutelado por sus tres hermanas, demasiado estiradas e
incapaces de darle cariño, cariño que el chico busca –y encuentra- en su perro
Chu, un chucho sin pedigrí pero que es su mejor amigo.
Es más, Bernardino sólo se vuelca en su perro, pero
cuando nadie le ve. De ahí que nadie sepa lo que les une, por eso las dudas de
los tres hermanos que no se explican cómo ese animalito le quiere tanto. Estos
tres hermanos, que son los únicos que hubieran podido ser sus amigos –por esas
visitas que el abuelo gira a “Los Lúpulos”, siempre acompañado de ellos pero
que en ningún momento se desvela el por qué de esas visitas, así como tampoco
les vestían de “domingo” para ir a la casa grande-, no fueron capaces, ni
parece que tuvieron la intención, de conocer a Bernardino, ni se molestaron en
jugar con él, ni en dar la cara, tampoco salvarle cuando fue agredido por los
“matones” del pueblo.
Particularmente veo a Bernardino como un iceberg -un
niño huérfano de madre, como escribí más arriba, parece que también de padre
pues no se habla más de él- del que sólo se conoce una ínfima parte de lo que
lleva consigo. Un niño no sólo huérfano de padres, sino de afectos humanos
verdaderos, tímido, enfermizo, solitario, ahogado por las hermanas, incapaz de
abrirse a los que hubieran podido ser sus amigos, quizás por el temor de
tomarles cariño pero, cuando se sienta feliz, se le marchen.
Sabe querer. Bien claro se ve cuando se encuentra ante
los matones del pueblo y contempla la estampa de su amado perro: maniatado y
casi ahogándose. Bernardino prefiere que lo breen a él a palos antes de que le
hagan nada a su perro. Da a todos una lección de hombría, a pesar de que debe
de ser pequeño (yo diría que tendrá entre 8 y 10 años), de saber estar, de
dignidad… Algo que al resto, a los matones y a los tres hermanos, les descoloca
y avergüenza.
Quiere a su perro, más que a nada o a nadie en el mundo:
por él es capaz de poner la otra mejilla, de saltar el muro de la finca, a
pesar de sus dificultades físicas y de las prohibiciones de los mayores, de
salir al mundo, en el que, con sangre, aprende que no es el mejor de los
lugares a pesar de lo bucólico del entorno… Es capaz, en fin, de desprenderse
de algo que pudiera tener un gran valor: su medalla de oro, pero él considera
esa medalla sólo como oro, algo frío, nada más; prefiere que le devuelvan a Chu
y su calidez que no la medalla. Tanto es así que, cuando consigue soltarlo, la
medalla queda olvidada y ambos, perro y amo, se van a esconder donde nadie
pueda verles: Bernardino a llorar, y Chu a estar a su lado con la lealtad que
sólo conocen estos agradecidos hijos del reino animal (pero con mejores y más
altos sentimientos que algunos individuos de la raza humana).
A su vez, los tres hermanos aprenden lo que es ser
cobardes y, como amigos, totalmente nulos.
Juana Castillo Escobar
Madrid, 6-XI-2012
viernes, 19 de octubre de 2012
Comentario de texto: Bernardino de Ana María Matute por Isabel Fraile
Relato escrito en primera
persona. Su lenguaje es sencillo y muy visual en las descripciones. En esta historia se pone de
manifiesto las diferentes clases sociales, la maldad gratuita de la que pueden
hacer gala los niños ante lo “distinto” sea por envidia o por desconocimiento.
Y la cobardía por omisión de los tres hermanos que dejan hacer al grupo de
violentos.
La Infancia de Bernardino dista
mucho de la de los chicos de su edad, su único amigo, Chu, (ese perro sin raza
según el abuelo) es el motivo de la discordia o la excusa perfecta para hacer
daño al muchacho que ellos creen débil por su aspecto un tanto enfermizo.
Queda claro por el desarrollo
de la historia y su desenlace que la dignidad con que se comporta Bernardino
desarma moralmente a sus agresores quedando expuesto el valor del muchacho por
defender a su amigo.
Siempre me emociono con los
relatos de Ana María Matute aunque es cierto que, al terminar la lectura, queda
un poso de tristeza. Es una de mis escritoras preferidas.
jueves, 18 de octubre de 2012
Relato, Bernardino, de Ana María Matute
Comentario del texto por Mª José Núñez
Pérez
Lo primero es decir que adoro
a Ana Mª Matute, por lo tanto este relato, aunque triste, como casi todos los
de ella, me ha gustado mucho.
El
cuento narra la historia de tres hermanos cuyos veranos pasan en un pueblo, es
allí donde vive Bernardino, un niño que ha crecido al lado de tres hermanas
muy mayores, por lo cual el niño es
solitario y callado, carece de amigos, solo cuando los tres hermanos van a
visitarles, él intenta jugar, pero al final los hermanos acaban jugando entre
ellos, dejándolo solo.
Bernardino
tiene un perro llamado Chu, el cual les parece de lo más simpático a los
hermanos, y ellos comentan que, aunque el perro siente pasión por su dueño, él
parece no hacerle ni pizca de caso.
Los
niños del pueblo le tienen manía, así se lo hacen saber a los tres hermanos, y
juran que un día le piensan hacer algo gordo.
Una
tarde que llevan a los hermanos de visita a la finca, se encuentran a
Bernardino preocupado porque no encuentra a su perro, ellos se ofrecen para
acompañarles a buscarlo, y aunque al niño le tienen prohibido salir de la casa,
se escapa con ellos para encontrar a Chu.
Cuando
ya vienen de vuelta, les llama uno de los chicos del pueblo, el que le tenía
preparado algo gordo. Les dice que tienen al perro, todos corren, el
primero Bernardino, el cual parece que ha perdido toda su timidez, al llegar al
lugar, ven al perro amarrado y le dicen que le van a pegar con una vara,
Bernardino trata de impedirlo. Los chicos del pueblo le dicen que si quiere
evitarlo, que les de dinero, el pequeño les dice que no tiene, pero les da una
cadena de oro, el muchacho, primero la coge, pero después la tira al suelo, y
le dice que eso no les sirve. Mientras, los tres hermanos se encuentran
callados, acobardados, medio escondidos tras un árbol.
Bernardino
les dice que dejen al perro y le den con la vara a él, y eso es lo que hacen;
le pegan con saña, hasta que brotan las primeras gotas de sangre, entonces
salen corriendo. El chico no ha soltado una lágrima, ni siquiera se ha quejado.
Desde que le dejan, corre a soltar a su perro y se marcha, ni siquiera recoge
la cadena del suelo.
Los
tres hermanos, que no han hecho nada para defenderlo, deciden llevarle la
cadena. Cuando van de camino a la casa de Bernardino, en un recodo del camino
se lo encuentran llorando abrazado a su perro.
Me
gusta la moraleja del cuento, nos dice que no nos fiemos de las apariencias,
los tres hermanos le juzgaron como un niño mimado, medio tonto, sin embargo,
ellos, que eran tres, no hacen nada para intentar evitar que le dieran con la
vara, mientras, Bernardino, se nos muestra como un chico valeroso, el cual
prefiere que le peguen a él, antes que a su perro, lo cual demuestra el gran
amor que le tiene, aunque se mostrase indiferente delante de los tres niños
cuando le visitan. Pero, según lees el comportamiento de Chu hacía su amo, te
das cuenta, que el niño le quiere, y el perro lo sabe.
También
es normal el comportamiento del pequeño, ha crecido solo, sin tener juegos con
otros niños, entre personas mayores, las cuales le protegen en exceso y eso, en
vez de dar pena a los niños del pueblo, les da como envidia, sienten un extraño
odio por alguien que, en realidad, no conocen.
"BERNARDINO" de Ana María MATUTE
Ana María Matute
Almendros en flor - 1899-04 SANTIAGO RUSIÑOL |
Siempre oímos decir en casa, al
abuelo y a todas las personas mayores, que Bernardino era un niño mimado.
Bernardino vivía con sus hermanas
mayores, Engracia, Felicidad y Herminia, en “Los Lúpulos”, una casa grande,
rodeada de tierras de labranza y de un hermoso jardín, con árboles viejos
agrupados formando un diminuto bosque, en la parte lindante con el río. La
finca se hallaba en las afueras del pueblo y, como nuestra casa, cerca de los
grandes bosques comunales.
Alguna vez, el abuelo nos llevaba
a “Los Lúpulos”, en la pequeña tartana, y, aunque el camino era bonito por la
carretera antigua, entre castaños y álamos, bordeando el río, las tardes en
aquella casa no nos atraían. Las hermanas de Bernardino eran unas mujeres altas,
fuertes y muy morenas. Vestían a la moda antigua -habíamos visto mujeres
vestidas como ellas en el álbum de fotografías del abuelo- y se peinaban con
moños levantados, como roscas de azúcar, en lo alto de la cabeza. Nos parecía
extraño que un niño de nuestra edad tuviera hermanas que parecían tías, por lo
menos. El abuelo nos dijo:
-Es que la madre de Bernardino no
es la misma madre de sus hermanas. Él nació del segundo matrimonio de su padre,
muchos años después.
Esto nos armó aún más confusión. Bernardino,
para nosotros, seguía siendo un ser extraño, distinto. Las tardes que nos
llevaban a “Los Lúpulos” nos vestían incómodamente, casi como en la ciudad, y
debíamos jugar a juegos necios y pesados, que no nos divertían en absoluto. Se
nos prohibía bajar al río, descalzarnos y subir a los árboles. Todo esto
parecía tener una sola explicación para nosotros:
-Bernardino es un niño mimado
-nos decíamos. Y no comentábamos nada más.
Bernardino era muy delgado, con
la cabeza redonda y rubia. Iba peinado con un flequillo ralo, sobre sus ojos de
color pardo, fijos y huecos, como si fueran de cristal. A pesar de vivir en el
campo, estaba pálido, y también vestía de un modo un tanto insólito. Era muy
callado, y casi siempre tenía un aire entre asombrado y receloso, que resultaba
molesto. Acabábamos jugando por nuestra cuenta y prescindiendo de él, a pesar
de comprender que eso era bastante incorrecto. Si alguna vez nos lo reprochó el
abuelo, mi hermano mayor decía:
-Ese chico mimado... No se puede
contar con él.
Verdaderamente no creo que
entonces supiéramos bien lo que quería decir estar mimado. En todo caso, no nos
atraía, pensando en la vida que llevaba Bernardino. Jamás salía de “Los
Lúpulos” como no fuera acompañado de sus hermanas. Acudía a la misa o paseaba
con ellas por el campo, siempre muy seriecito y apacible.
Los chicos del pueblo y los de
las minas lo tenían atravesado. Un día, Mariano Alborada, el hijo de un
capataz, que pescaba con nosotros en el río a las horas de la siesta, nos dijo:
-A ese Bernardino le vamos a
armar una.
-¿Qué cosa? -dijo mi hermano, que
era el que mejor entendía el lenguaje de los chicos del pueblo.
-Ya veremos -dijo Mariano,
sonriendo despacito-. Algo bueno se nos presentará un día, digo yo. Se la vamos
a armar. Están ya en eso Lucas, Amador, Gracianín y el Buque... ¿Queréis
vosotros?
Mi hermano se puso colorado hasta
las orejas.
-No sé -dijo-. ¿Qué va a ser?
-Lo que se presente -contestó
Mariano, mientras sacudía el agua de sus alpargatas, golpeándolas contra la
roca-. Se presentará, ya veréis.
Sí: se presentó. Claro que a
nosotros nos cogió desprevenidos, y la verdad es que fuimos bastante cobardes
cuando llegó la ocasión. Nosotros no odiábamos a Bernardino, pero no queríamos
perder la amistad con los de la aldea, entre otras cosas porque hubieran hecho
llegar a oídos del abuelo andanzas que no deseábamos que conociera. Por otra
parte, las escapadas con los de la aldea eran una de las cosas más atractivas
de la vida en las montañas.
Bernardino tenía un perro que se
llamaba “Chu”. El perro debía de querer mucho a Bernardino, porque siempre le
seguía saltando y moviendo su rabito blanco. El nombre de “Chu” venía
probablemente de Chucho, pues el abuelo decía que era un perro sin raza y que
maldita la gracia que tenía. Sin embargo, nosotros le encontrábamos mil, por lo
inteligente y simpático que era. Seguía nuestros juegos con mucho tacto y se
hacía querer en seguida.
-Ese Bernardino es un pez -decía
mi hermano-. No le da a “Chu” ni una palmada en la cabeza. ¡No sé cómo “Chu” le
quiere tanto! Ojalá que “Chu” fuera mío...
A “Chu” le adorábamos todos, y
confieso que alguna vez, con mala intención, al salir de “Los Lúpulos”
intentábamos atraerlo con pedazos de pastel o terrones de azúcar, por ver si se
venía con nosotros. Pero no: en el último momento “Chu” nos dejaba con un palmo
de narices y se volvía saltando hacia su inexpresivo amigo, que le esperaba
quieto, mirándonos con sus redondos ojos de vidrio amarillo.
-Ese pavo... -decía mi hermano
pequeño-. Vaya un pavo ese...
Y, la verdad, a qué negarlo, nos
roía la envidia.
Una tarde en que mi abuelo nos
llevó a “Los Lúpulos” encontramos a Bernardino raramente inquieto.
-No encuentro a “Chu” -nos dijo-.
Se ha perdido, o alguien me lo ha quitado. En toda la mañana y en toda la tarde
que no lo encuentro...
-¿Lo saben tus hermanas? -le
preguntamos.
-No -dijo Bernardino-. No quiero
que se enteren...
Al decir esto último se puso algo
colorado. Mi hermano pareció sentirlo mucho más que él.
-Vamos a buscarlo -le dijo-.
Vente con nosotros, y ya verás como lo encontraremos.
-¿A dónde? -dijo Bernardino-. Ya
he recorrido toda la finca...
-Pues afuera -contestó mi
hermano-. Vente por el otro lado del muro y bajaremos al río... Luego, podemos
ir hacia el bosque. En fin, buscarlo. ¡En alguna parte estará!
Bernardino dudó un momento. Le
estaba terminantemente prohibido atravesar el muro que cercaba “Los Lúpulos”, y
nunca lo hacía. Sin embargo, movió afirmativamente la cabeza.
Nos escapamos por el lado de la
chopera, donde el muro era más bajo. A Bernardino le costó saltarlo, y tuvimos
que ayudarle, lo que me pareció que le humillaba un poco, porque era muy
orgulloso.
Recorrimos el borde del terraplén
y luego bajamos al río. Todo el rato íbamos llamando a “Chu”, y Bernardino nos
seguía, silbando de cuando en cuando. Pero no lo encontramos.
Íbamos ya a regresar, desolados y
silenciosos, cuando nos llamó una voz, desde el caminillo del bosque:
-¡Eh, tropa!...
Levantamos la cabeza y vimos a
Mariano Alborada. Detrás de él estaban Buque y Gracianín. Todos llevaban juncos
en la mano y sonreían de aquel modo suyo, tan especial. Ellos sólo sonreían
cuando pensaban algo malo.
Mi hermano dijo:
-¿Habéis visto a “Chu”?
Mariano asintió con la cabeza:
-Sí, lo hemos visto. ¿Queréis
venir?
Bernardino avanzó, esta vez
delante de nosotros. Era extraño: de pronto parecía haber perdido su timidez.
-¿Dónde está “Chu”? -dijo. Su voz
sonó clara y firme.
Mariano y los otros echaron a
correr, con un trotecillo menudo, por el camino. Nosotros les seguimos, también
corriendo. Primero que ninguno iba Bernardino.
Efectivamente: ellos tenían a
“Chu”. Ya a la entrada del bosque vimos el humo de una fogata, y el corazón nos
empezó a latir muy fuerte. Habían atado a “Chu” por las patas traseras y le
habían arrollado una cuerda al cuello, con un nudo corredizo. Un escalofrío nos
recorrió: ya sabíamos lo que hacían los de la aldea con los perros sarnosos y
vagabundos. Bernardino se paró en seco, y “Chu” empezó a aullar, tristemente.
Pero sus aullidos no llegaban a “Los Lúpulos”. Habían elegido un buen lugar.
-Ahí tienes a “Chu”, Bernardino
-dijo Mariano-. Le vamos a dar de veras.
Bernardino seguía quieto, como de
piedra. Mi hermano, entonces, avanzó hacia Mariano.
-¡Suelta al perro! -le dijo-. ¡Lo
sueltas o...!
-Tú, quieto -dijo Mariano, con el
junco levantado como un látigo-. A vosotros no os da vela nadie en esto...
¡Como digáis una palabra voy a contarle a vuestro abuelo lo del huerto de
Manuel el Negro!
Mi hermano retrocedió, encarnado.
También yo noté un gran sofoco, pero me mordí los labios. Mi hermano pequeño
empezó a roerse las uñas.
-Si nos das algo que nos guste
-dijo Mariano- te devolvemos a “Chu”.
-¿Qué queréis? -dijo Bernardino.
Estaba plantado delante, con la cabeza levantada, como sin miedo. Le miramos
extrañados. No había temor en su voz.
Mariano y Buque se miraron con
malicia.
-Dineros -dijo Buque.
Bernardino contestó:
- No tengo dinero.
Mariano cuchicheó con sus amigos,
y se volvió a él:
-Bueno, pos cosa que lo valga...
Bernardino estuvo un momento
pensativo. Luego se desabrochó la blusa y se desprendió la medalla de oro. Se
la dio.
De momento, Mariano y los otros
se quedaron como sorprendidos. Le quitaron la medalla y la examinaron.
-¡Esto no! -dijo Mariano-. Luego
nos la encuentran y... ¡Eres tú un mal bicho! ¿Sabes? ¡Un mal bicho!
De pronto, les vimos furiosos.
Sí; se pusieron furiosos y seguían cuchicheando. Yo veía la vena que se le
hinchaba en la frente a Mariano Alborada, como cuando su padre le apaleaba por
algo.
-No queremos tus dineros -dijo
Mariano-. Guárdate tu dinero y todo lo tuyo... ¡Ni eres hombre ni... ná!
Bernardino seguía quieto. Mariano
le tiró la medalla a la cara. Le miraba con ojos fijos y brillantes, llenos de
cólera. Al fin, dijo:
-Si te dejas dar de veras tú, en
vez del chucho...
Todos miramos a Bernardino,
asustados.
-No... -dijo mi hermano.
Pero Mariano gritó:
-¡Vosotros a callar, o lo vais a
sentir...! ¡Qué os va en esto? ¿Qué os va...?
Fuimos cobardes y nos apiñamos
los tres juntos a un roble. Sentí un sudor frío en las palmas de las manos.
Pero Bernardino no cambió de cara. (“Ese pez...”, que decía mi hermano).
Contestó:
-Está bien. Dadme de veras.
Mariano le miró de reojo, y por un
momento nos pareció asustado. Pero en seguida dijo:
-¡Hala, Buque...!
Se le tiraron encima y le
quitaron la blusa. La carne de Bernardino era pálida, amarillenta, y se le
marcaban mucho las costillas. Se dejó hacer, quieto y flemático. Buque le sujetó
las manos a la espalda, y Mariano dijo:
-Empieza tú, Gracianín...
Gracianín tiró el junco al suelo
y echó a correr, lo que enfureció más a Mariano. Rabioso, levantó el junco y
dio de veras a Bernardino, hasta que se cansó.
A cada golpe mis hermanos y yo
sentimos una vergüenza mayor. Oíamos los aullidos de “Chu” y veíamos sus ojos,
redondos como ciruelas, llenos de un fuego dulce y dolorido que nos hacía mucho
daño. Bernardino, en cambio, cosa extraña, parecía no sentir el menor dolor.
Seguía quieto, zarandeado solamente por los golpes, con su media sonrisa fija y
bien educada en la cara. También sus ojos seguían impávidos, indiferentes.
(“Ese pez”, “Ese pavo”, sonaba en mis oídos).
Cuando brotó la primera gota de
sangre Mariano se quedó con el mimbre levantado. Luego vimos que se ponía muy
pálido. Buque soltó las manos de Bernardino, que no le ofrecía ninguna
resistencia, y se lanzó cuesta abajo, como un rayo.
Mariano miró de frente a
Bernardino.
-Puerco -le dijo-. Puerco.
Tiró el junco con rabia y se
alejó, más aprisa de lo que hubiera deseado.
Bernardino se acercó a “Chu”. A
pesar de las marcas del junco, que se inflamaban en su espalda, sus brazos y su
pecho, parecía inmune, tranquilo, y altivo, como siempre. Lentamente desató a
“Chu”, que se lanzó a lamerle la cara, con aullidos que partían el alma. Luego,
Bernardino nos miró. No olvidaré nunca la transparencia hueca fija en sus ojos
de color de miel. Se alejó despacio por el caminillo, seguido de los saltos y
los aullidos entusiastas de “Chu”. Ni siquiera recogió su medalla. Se iba
sosegado y tranquilo, como siempre.
Sólo cuando desapareció nos
atrevimos a decir algo. Mi hermano recogió del suelo la medalla, que brillaba
contra la tierra.
-Vamos a devolvérsela -dijo.
Y aunque deseábamos retardar el
momento de verle de nuevo, volvimos a “Los Lúpulos”. Estábamos ya llegando al
muro, cuando un ruido nos paró en seco. Mi hermano mayor avanzó hacia los
mimbres verdes del río. Le seguimos, procurando no hacer ruido.
Echado boca abajo, medio oculto
entre los mimbres, Bernardino lloraba desesperadamente, abrazado a su perro.
Nota.- Este relato será comentado por los alumnos en el taller literario, así como en el "Salón de Lectura" que llevaremos a cabo en Onda Latina - www.ondalatina.com.es - el próximo lunes 29 de octubre.
Podéis dejar vuestros comentarios aquí, en el blog; en el correo del taller o participar en directo por la radio.
miércoles, 17 de octubre de 2012
In Memoriam
Nuestra querida amiga y compañera, también alumna del taller, Francis GRACIÁN GALBEÑO falleció ayer día 16 de octubre de 2012 en Las Palmas de Gran Canaria, lugar en el que residía.
Tras una breve, pero funesta enfermedad, ayer, aún a pesar de sus ganas por vivir, de sus muchos proyectos por acabar, las fuerzas la abandonaron.
Se ha ido una gran mujer: esposa, madre, amiga, escritora...
Continúa, allá en el cielo, hermoseándolo con tus obras..., las que nos dejaste continuaremos compartiéndolas en este duro suelo.
PRIMAVERAL
Limoneros en flor;
almendros blancos;
temprano anuncio de la primavera;
hilos de plata bordan la ribera,
y viste la montaña verde manto.
Primavera otra vez. De tanto en
tanto
se acompasa la lluvia en la
pradera;
sendas busco a mis pies; ya la
terrera
deja oír en el bosque suave canto.
Serena el alma quédase un momento;
perfume de azahares lleva el
viento;
se adormece la tarde, suspirando.
En la arena voy sueños
escribiendo;
y vuelve primavera, floreciendo
los caminos que voy peregrinando.
Poema de Francis Gracián publicado en la revista literaria "Pluma y Tintero", nº 11 correspondiente a los meses de marzo-abril de 2012
Francisca GRACIÁN GALBEÑO, biografía:
Entrevista a Francis en "Onda Latina" el 21-X-2011
martes, 9 de octubre de 2012
COMIENZO DE CURSO 2012-2013
La Geniecilla, musa que nos ayudará a escribir muchas y hermosas historias |
El 2
de octubre retomamos el curso en el Primer
Taller de Narrativa
y Lectura crítica–comprensiva de Aluche
Las
clases en directo serán los jueves de 18 á 20 hrs.
Precio: 30 € al mes los alumnos
presenciales (¡seis años sin subir la cuota
y sin cobro de matrícula!).
90
€ al trimestre para los alumnos por Internet.
Lugar:
en … (dependerá del nº de alumnos).
Los alumnos por Internet empezarán el curso el próximo martes
2 de octubre.
Infórmate. Pide una
entreviste personal en los teléfonos:
917-190-307 ó en el 676-217-271
O en: plumaytintero@yahoo.es
Dirige el taller, Juana
Castillo Escobar, escritora.
“Usemos la palabra como espada, el ingenio como
escudo y, como meta, lleguemos al final del viaje ilesos y con ansias de
comenzar historias nuevas”. Juana Castillo
domingo, 7 de octubre de 2012
"Pluma y Tintero" en Onda Latina
Mañana lunes, día 8 de los corrientes, "Pluma y Tintero" estará de nuevo en Onda Latina.
Se leerán los trabajos que tengo
preparados, si el tiempo lo permite -aún soy novata en emitir en solitario
durante una hora y debo ajustar las lecturas al tiempo radiofónico-, de los
siguientes autores:
De la revista Pluma y Tintero, nº
10
- Irene Mercedes Aguirre
- Jéssica Arias Mingorance
- Laura Bolli
- Héctor-José Corredor Cuervo
- Alejandro Gómez García
- Carlos Garrido Chalén
- Francisca Gracián Galbeño
- Víctor-Manuel Guzmán Villena
- El Hombre de Tinta
- Carlos-Martín Valenzuela
Quintanar
- Ana Romano
- Elsa Solís Molina
- Carmen-Amaralis Vega Olivencia
De la revista rumana Orizont
Literar Contemporan:
- Fra Rodolfo de
Jesús Chávez Mercado
- Anna Rossell Ibern
- Dolores Alberola
Tendré la ayuda de mi
colaboradora, Mª José Núñez Pérez, quien, desde Las Palmas de Gran Canaria, nos
traerá las noticias literario-artísticas de sus islas.
Como final y, como he puesto en
la cabecera, siempre que el tiempo lo permita, acabaré la transmisión con la
lectura de algún soneto del gran maestro Rodolfo Leiro.
Para escucharnos a través de Internet el enlace es: www.ondalatina.com.es
miércoles, 3 de octubre de 2012
"Pluma y Tintero" en las ondas
Pluma,
Tintero y… Colaboradores en Onda Latina
Curso
2012 - 2013
“Pluma y Tintero”, la
revista y el taller literarios regresan a las ondas un año más. Esta vez
tendremos un espacio para nosotros y nuestros colaboradores: por lo pronto
gozaremos de una hora completa en Onda Latina, la radio que emite desde el
distrito que le presta su nombre, Latina.
Nuestro lema:
“Pluma
y Tintero”, desde Madrid para el mundo entero.
Emitimos desde el 87.6 de
la F. M. para nuestros radioyentes de Madrid y alrededores y, para el resto del
mundo, la conexión será a través de Internet en el siguiente enlace:
Para
participar en directo en el programa el nº de teléfono es:
915-18-87-86
En nuestro proyecto
radiofónico tendremos, además de ilusión:
* Relatos,
comentarios, lecturas e intervenciones en antena de los alumnos del taller.
* Relatos,
poemas, ensayos, artículos… de los colaboradores de la revista “Pluma y
Tintero”, así como de los amigos de Orizont Literar Contemporan.
* Continuaremos con las
entrevistas a autores de poesía, novela, cuento y relato, pintores, músicos,
fotógrafos…, según nos envíen noticias de sus presentaciones, nuevas
publicaciones, exposiciones, etc. etc.
* Regresa
a las ondas, después de algo más de tres años, el espacio dedicado a la lectura
y comentario de textos de autores consagrados. Se tratará de relatos, los
mismos que trabajarán los alumnos en el taller y que compartiremos con los
radioyentes que deseen participar, para lo cual deberán estar atentos al día y
hora en el que tendrá lugar dicho comentario. Los relatos aparecerán publicados
en el blog del taller:
La publicación en el blog
se llevará a cabo con el tiempo suficiente para su lectura y si alguien, para
mayor comodidad, desea recibirlo en su casilla de correo, no tiene más que
solicitárnoslo en:
* Y,
para terminar, como primicia añadir que
se incluirá la lectura por la radio, cada lunes, o en lunes
alternos, algún relato o poema infantil.
Gracias, en estos
momentos, por leer este aviso y, a partir del próximo lunes, día 1
de octubre, de 7 a 8 de la tarde por escucharnos y colaborar en este
nuevo proyecto radiofónico que idea, proyecta y dirige, Juana Castillo Escobar,
escritora.
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