La mecedora dio un largo bostezo que hizo crujir la joven madera de la que está hecha, y ese ruido sobresaltó al viejo paragüero que dormitaba en un rincón. En aquella vieja tienda se aburre mucho, la vida era más divertida en el taller donde la fabricaron, allí todos los muebles eran jóvenes, llenos de ilusiones por adornar nuevas casas. Del viejo roble, el carpintero sacó cuatro hermosas mecedoras. Todas iban a ir a un mismo comercio. Por las noches hacen planes, sueñan con ir a parar a un mismo hogar, pero los otros muebles les dijeron que no pensaran en eso, los únicos que viajaban juntos eran los comedores, compuestos de aparador, vitrina, mesa y seis sillas, el resto se vende por piezas sueltas, si acaso, alguien compra dos, pero cuatro mecedoras, jamás.
martes, 28 de febrero de 2012
Relatos de las alumnas: ejercicios de personificación
La mecedora
María José Núñez Pérez
La mecedora dio un largo bostezo que hizo crujir la joven madera de la que está hecha, y ese ruido sobresaltó al viejo paragüero que dormitaba en un rincón. En aquella vieja tienda se aburre mucho, la vida era más divertida en el taller donde la fabricaron, allí todos los muebles eran jóvenes, llenos de ilusiones por adornar nuevas casas. Del viejo roble, el carpintero sacó cuatro hermosas mecedoras. Todas iban a ir a un mismo comercio. Por las noches hacen planes, sueñan con ir a parar a un mismo hogar, pero los otros muebles les dijeron que no pensaran en eso, los únicos que viajaban juntos eran los comedores, compuestos de aparador, vitrina, mesa y seis sillas, el resto se vende por piezas sueltas, si acaso, alguien compra dos, pero cuatro mecedoras, jamás.
Por fin llega el día de
salir del taller, las envuelven muy bien y van a parar a la bodega de un barco,
allí las amontonan una encima de otra. Un escalofrío recorre toda su madera al
recordarlo.
- ¡Qué horror! ¡Qué mal lo pasamos
mis hermanas y yo! Un sofoco tremendo,
sin pizca de aire, envueltas en mantas, apenas podíamos hablar, con el ruido
ensordecedor de los motores del barco. Cuando
llegamos a tierra no tuve tiempo de decirles adiós a mis hermanas. Enseguida me introdujeron en una furgoneta pequeña y aparezco en esta
vieja tienda. Por lo que pude saber al llegar,
estaba encargada, pero han pasado los meses y no veo que vengan a buscarme. Aquí, todos los muebles son viejos y aburridos,
hay una vitrina muy elegante, es la más habladora pero, según ella, en esta
tienda no pinta nada, ya que ni siquiera tienen muebles de su clase con los que
poder conversar. Es una tonta. Me dijo: Pareces una mecedora antigua, pero a la
legua se nota que estás recién hecha, y seguro que con maderas malas”,
recalcó. Yo, atacada, le contesté:
- Exacto, estoy hecha de pinsapo
ruso, que es tan malo como un dolor, pero seguro que salgo de esta tienda antes
que usted. Ella se giró horrorizada. Desde ese
día no ha vuelto a decir una palabra, lo cual
yo agradezco mucho. Lo de pinsapo ruso lo dije porque se lo escuché explicar a
don Bernardino, el carpintero, él decía que
esa madera era muy mala, pero yo soy de roble, muy buena, según le oí comentar.
La campana del viejo reloj de pared
dando las doce la hizo suspirar y estar atenta al escaparate, hace días que ve pasar a una chica joven, embarazada y con
una nena pequeña de la mano. Siempre se para y la mira a ella, ve en sus ojos
ilusión por llevársela, y ella está deseando salir de allí cuanto antes. Además,
le gusta la chica y la nena.
Han pasado varias semanas sin que
pase la joven mamá con su hijita. La mecedora se encuentra muy triste, empieza
a sentirse apática, como los achacosos muebles
que le acompañan.
De pronto escucha voces que se
acercan, y ve con asombro a la chica
embarazada. Sí, es ella, aunque ya no lo está, pero lleva un cochecito, y la
otra nena de la mano, viene derecha a donde se encuentra la mecedora. Se para,
la mira, pasa dulcemente su mano por el
respaldo y sonríe, el dueño de la tienda la invita a descansar para que
compruebe lo cómoda que es, y lo hace con gran satisfacción. Al momento se
empieza a balancear, la mecedora se siente muy feliz. La joven la compra y
quedan en llevársela al día siguiente a su
casa.
Aquella noche no pudo dormir, se la
pasó mirando muy fijo al reloj, el minutero no camina, los minutos son como
horas, y las horas más grandes que los días,
cuando por fin la claridad de una nueva mañana ocultó las sombras de la noche,
la mecedora se estiró tanto que se empieza a mover, aprovecha para comprobar
que su balancín está perfecto.
Desde que abrieron la tienda,
vinieron a limpiarla y envolverla en mantas para el traslado, mientras lo hacen no pudo resistir mirar a la vitrina, y hacerle un
gesto que quería afirmar: ¿Lo ves? Ya te
lo dije.
La subieron por unas escaleras y, por
fin, le quitaron las mantas y papeles. Lo primero que hizo fue ver dónde está. Enseguida le gustó lo que vieron sus ojos. Era un
dormitorio amplio, allí se veía una cuna
preciosa, donde un bebé llora de forma
perretosa, a ella la colocaron al lado de la ventana, junto a una pequeña mesa
camilla. Cuando se fueron los hombres, la chica se sentó feliz, no pudo
balancearse mucho porque el bebé llora cada
vez más fuerte. La joven madre se levanta, coge a la pequeña de su cunita y se
sienta de nuevo, volviendo a balancearse y, ¡oh, milagro!, la pequeña se calló
al momento.
Esa fue la primera vez, pero vinieron
muchas más. La nena es muy llorona, y la única
forma de callarla es que su mamá se siente allí y las dos se balanceen una y mil veces, hasta acabar las dos dormidas,
entonces la mecedora procura no parar, ya que
de hacerlo, la nena llora y la madre apenas descansa.
Fueron unos años muy felices, la mecedora comprueba que es útil porque vino
otro nuevo bebé, esta vez fue un niño, y su dueña sigue sentándose feliz.
Pasados unos años escuchó que se iban
a mudar de casa, la noticia le importó muy poco, hasta que una tarde su dueña
le habló como si supiera que ella la iba a entender, le dijo que la iba a
extrañar mucho, pero que se mudaban a un piso pequeño, que lo intentó, pero no
tiene un hueco dónde ponerla, así que la envía
a una casa que alquilaron en el campo.
Apenas tuvo tiempo para digerir la
noticia, se la llevaron junto a otros muebles a una casa vieja en medio de un
valle. Al entrar no le gustó el olor a humedad, la casa de donde viene siempre
huele muy agradable. Los primeros meses sus dueños suben todos los fines de
semana, y la madre y sus hijos se sientan en ella, se nota que la echan de
menos. Pero a su dueña no le sienta el frío del lugar, poco a poco dejaron de
ir, y la mecedora se queda cada vez más sola, ya nadie se sienta al contrario,
fueron abandonando sobre ella cosas que no necesitan.
Debido al peso se fue rasgando la rejilla de mimbre que cubría su asiento,
hasta que el mismo quedó totalmente desfondado.
De nuevo escuchó que piensan
abandonar la casa. Se vio ardiendo en una hoguera para San Juan, tal era su mal
estado.
Pero, cuando había perdido toda esperanza, una mañana escuchó una
voz que le era familiar, se trata de su dueña; la pobre, al verla, casi
se muere de la impresión.
Todos le dicen que es mejor tirarla,
pero ella repite no y no, que se la llevará a
su casa y la acicalará. Y así fue. La lijaron, la barnizaron y la llevaron a un
tapicero a que le pusiera una rejilla nueva, y nueva quedó. Su dueña la acaricia y la mecedora no se cree
su transformación, pasó de ser algo
inservible, a convertirse en la joya de la sala. La casa es la misma. Unieron la
terraza con la salita para poner un hermoso piano de cola y, como aparte de las
sillas del comedor, solo caben dos sillones de oreja, ella quedó perfecta junto
al piano. A veces, cuando su dueña se balancea mientras escucha a su hijo tocar,
la mecedora, feliz como nunca, piensa en lo que daría
porque la viera por un agujerito la engreída de la vitrina.
martes, 21 de febrero de 2012
Relatos de las alumnas: ejercicio de personificación.
El reclinatorio
Francisca Gracián Galbeño
Salí de un taller de cierto renombre y, aunque mis hermanos eran muchos y nos encontrábamos en varias filas, nos manteníamos de pie, firmes y engalanados; con nuestras vestiduras moradas, color rojo burdeos y hasta negras; de seda fina o de lino; todos quietos, en silencio, como correspondía a nuestra función y a nuestra dignidad: éramos reclinatorios, de varios tamaños, de varios grosores de madera, que era el material de que estaba hecha nuestra alma.
Algunos de nosotros, según los
comentarios que llegaron de la vecindad, estaban destinados a catedrales,
iglesias importantes, monasterios; otros iban a ir a pequeños oratorios, para
uso de modestos párrocos o, más bien, de algún clérigo o personaje de renombre
que visitara el lugar, de paso para algún destino principal; y los más ligeros
y sencillos, serían separados para ir a mansiones particulares, a capillas
domésticas de familias de la baja nobleza, o burgueses piadosos, o simplemente
de los que ostentaban signos de religiosidad porque aquello era apropiado para sus fines.
Vi, pues, la luz, en un siglo
convulso al que oí llamar siglo dieciséis. De hecho, poco después de que en 1.517,
un monje agustino de nombre Martín Lutero dio a conocer, lejos de mi lugar de
nacimiento, unos papeles con 95 tesis, exponiendo sus ideas y desafiando al
Papa de Roma, y que inició un movimiento llamado Reforma, se gestó una
respuesta contraria que se denominó Contrarreforma, y todo el mundo se vio empujado a tomar partido.
Y en mi país, que era contrario a
las ideas del fraile, se empezó a multiplicar la fabricación de objetos que
tenían que ver con las ideas religiosas predominantes, y salieron al mercado
ingentes cantidades de hábitos, rosarios, cilicios, cruces, estandartes,
reliquias y reclinatorios.
Según las autentificaciones de las
autoridades competentes, los trozos de la cruz de Cristo eran tantos, que se
hubieran podido componer varios cientos
de ellas.
El caso es que la gente se apasionó
en discusiones y en prácticas, todo o casi todo en el ámbito privado; porque la Iglesia Católica empezó
enseguida a perseguir a individuos y a grupos por los cuales se sintió
amenazada.
Por tanto, la gente comenzó a hacer
gala de sus creencias y ritos en conformidad con la iglesia imperante. Y muchos
de nosotros fuimos colocados ante pequeños altares domésticos; y cuando había
visitas, dejaban abiertas las puertas de los oratorios, para que los amigos viesen
cuán piadosos eran los habitantes de la casa.
Yo nunca pude contemplar una de
estas iglesias de las cuales oí hablar a los aprendices del taller; porque
cuando terminaron de construirnos y nos adornaron uno por uno, me llevaron, muy
bien envuelto a una casona, casi un palacete, que se levantaba en el extremo de
un bonito pueblo que vivía agazapado entre montes y barrancos.Tuvo primero el
nombre de Arunda, cuando era celta; Runda, después de que pasaran por allí los
griegos; y desde el siglo III, con los romanos, alcanzó el rango de ciudad, y
su nombre definitivo de Ronda. Tenía, varios siglos después, una pequeña
comunidad de aristócratas y era un punto apenas en lo que fuera una vez el país
de Al Andalus, en la parte sur de Hispania, que ahora se llamaba España, y donde
todo el mundo había sido condenado a pensar, creer y vivir lo mismo que sus
vecinos.
Claro que todas estas cosas
interesantes las oí mucho después, y fue porque mi primer usuario leía sus
páginas de “Historia de España” sentado en mi cojín.
Vine a ser espectador de las
devociones de un jovenzuelo que, en cuanto sus padres se daban la vuelta, se
sentaba en el almohadillado y soñaba con otros mundos. Como un amigo fiel y discreto, le había
escuchado componer y recitar versos,
mientras sus padres, que le oían susurrar, pensaban que seguía con sus
oraciones. Y es que el muchacho tenía gran devoción, pero no hacia las imágenes
de su capilla, sino hacia la hija adolescente de sus vecinos. Y yo, a veces, lo
notaba tan angustiado, que a menudo sentí salírseme el corazón del cuerpo.
No sé cuáles serían las
experiencias de mis compañeros, a los que no volví a ver. Pero la madera noble
de mi alma se resquebrajaba, y lloró tanto con las penas del chico, que temí quedar pronto inservible. Claro que ésta
fue la primera vez en que vibré con los sentimientos de quienes se hincaban de
rodillas sobre mi almohadillado, o a veces se sentaban en él.
Por la tela con que suavizaba las rodillas que
me visitaron, pasaron muchos años, muchos chicos y chicas, muchas oraciones y
muchas soledades. Oí confidencias,
frases de rebelión, promesas y miedos.
Oyente silencioso, enjugaba
lágrimas con mi seda y, una generación tras otra, di una cálida bienvenida a todo
aquel que se apoyó en mí.
Varias veces cambiaron mi funda y mi relleno,
en otras ocasiones me repararon una pata rota. Y aunque me dolió, nunca quise
acusar ni devolver el golpe a uno de los adolescentes de la casa que, cuando el
cura le echó una reprimenda cruel después de una caída moral de lo más humana,
serró mi madera por un lado hasta provocarme un dolor de huesos que adivinaba
perenne, y una pena en el alma por la severidad que heló para siempre el
corazón del joven.
Durante varios siglos esa fue, más
o menos, mi vida. Después llegué a estar tan deslucido que temí acabar en una
leñera.
Pero, aunque con algunos
sobresaltos (recuerdo haber oído hablar del siglo de la Ilustración , de los
franceses intentando hacerse los dueños de nuestro pueblo, de los bandoleros de
Sierra Morena, de la Primera Guerra
Mundial, que dejó al pueblo sin hombres, y años después, la Guerra Civil Española, que lo
dejó sin sonrisas), para mí casi todo se reducía a estar en la pequeña capilla
o muy escondido, con las imágenes, en un trastero secreto.
Y un verano cambió mi destino y
pude ver otros horizontes antes de morir: fui regalado a una amiga de la
familia, que se trasladaba a la ciudad; y viví en su dormitorio varios años.
Sólo le servía como adorno, pues le gustaba rezar sentada en un gran sillón
frailero.
Yo la miraba, y tenía la intención
de darle algún consejo, pero no creo que
me oyera, por no estar suficientemente cerca. Y me frustré muchas veces, porque mi función
era esa: consolar y aconsejar a las personas.
Así que me alegré cuando, ya
viejecito y crujiéndome los huesos, me llevó una mañana a la sacristía de la
iglesia junto a la cual tenía su casa, y me entregó al cura con el que ya había
hablado en días anteriores; y después de limpiarme y embellecer de nuevo mi
cojín, me pusieron en una fila de la nave central, junto a otros reclinatorios
como yo, algo usados, pero contentos por la aventura.
Y aquí estoy ahora; recibo a varias
personas a la semana, las oigo, las aconsejo, y procuro consolar sus vidas. Aquí
permanezco, esperando el fin de mis días en este rinconcito de la Catedral de Málaga.
Francisca
Gracián Galbeño
19 de Enero de 2.012
miércoles, 15 de febrero de 2012
Relatos de las alumnas: ejercicio de personificación.
Memorias
de un aparato de radio
La radio familiar, imagen enviada por la autora |
Isabel Fraile Hernando
Me crearon en las primeras
décadas del siglo veinte para llenar los hogares de noticias, música, seriales
y llevar algo de alegría a los domicilios en un tiempo matizado de gris. Fui comprado a plazos con algo
de esfuerzo. Aún me parece ver la sonrisa de las niñas en la casa donde fui a
parar, el alborozo con que me recibieron. Las recuerdo cada tarde pegadas a los
altavoces, disfrutando de los cuentos y canciones infantiles. El padre, imponía
silencio cuando, de forma puntual, con su soniquete característico, daba
comienzo el “Diario hablado”. Tengo que apuntar el enojo del hombre con ciertas
noticias y temí más de una vez que lo
pagara conmigo porque, en cierto modo, era el causante de su contrariedad.
Pasé mis primeros cinco años en
un lugar preferente y cómodo de la pequeña casa, lejos de los humos de la
cocina que hubieran dañado mi delicado interior. Fue un periodo en el que viví
tranquilo. Era un aparato joven, de buena marca, aunque mi aspecto,
chaparradete y marrón, no fuera el más bonito de los que se vendían. Estaba
garantizado para no dar problemas.
Siempre residí con la misma
familia. Primero en aquel domicilio lleno de humedades que no disponía de agua
corriente, donde comenzaron mis primeros achaques. Después, en el piso de
protección oficial con el que todos ganamos en salud.
Mi lugar en la nueva vivienda
fue un cuarto luminoso y seco frente a unas cortinas de
cretona, un vergel inanimado de flores y pájaros.
Pasaron los días, los meses,
los años…
Desde allí observé los cambios
físicos producidos en los habitantes de la casa. La madre, con el tiempo, iba
ganando kilos y tristeza a consecuencia, como supimos más tarde, de una
enfermedad endocrina. El padre, perdía los kilos sobrantes de su compañera pero,
a diferencia de ella, siempre estaba de buen humor. Para las ahora adolescentes,
ocupadas en pintarse y en alguna que otra cosa más, me volví casi invisible.
También en mi interior, y
aunque en ese momento no me diese cuenta, se acumulaban cambios. Era más lento
al empezar a emitir sonido y este iba acompañado de un carraspeo como la tos de un viejo cascarrabias.
Así, hasta que alguien vino a
relevarme en importancia. Era un cajón cuadrado, color chocolate, mucho más
grande que yo, que emitía sonido e imágenes. El regocijo con el que me
recibieron en su momento se quedo chico ante el arribo de este nuevo miembro a
la familia. Por lo que pude oír, a ese aparato lo llamaron “televisión” y, al parecer,
según comentaron mis dueños, eran los primeros en tener uno en toda la escalera,
por lo que algunas veces la casa se convirtió en un lugar de encuentro
En un primer momento sentí ser
el príncipe depuesto. Tampoco es que tuviera mucho trato con él porque lo situaron
en el comedor, que era donde se hacia la “vida” en ese tiempo, mientras yo,
seguí relegado en el cuarto de estar, frente al vergel ahora desteñido por los
rayos del sol que se colaban por la ventana. La única semejanza con mi rival es
que fuimos comprados a plazos y con similar esfuerzo.
Más tarde me di cuenta de lo
equivocado que estuve. A mi altivo rival, le sustituyeron otros aparatos más
modernos y en color. Yo, por el contrario, sigo perteneciendo a la misma familia.
Para una de las hijas que oía
mis cuentos no era un simple aparato de radio, sino un testigo de la etapa feliz
de su infancia Gracias a la complejidad de los seres humanos me salvé de morir
destripado con todas mis válvulas al aire.
Hoy, me limpian el polvo a
diario y, aunque mi trabajo es solo decorativo, no tengo miedo a que ningún
aparato nuevo me sustituya. Para las personas también los objetos inanimados
formamos parte de su historia.
Isabel Fraile
domingo, 12 de febrero de 2012
sábado, 11 de febrero de 2012
Una frase, una imagen
viernes, 10 de febrero de 2012
Proverbio judío
Jerusalem - Muro de las lamentaciones
No te acerques a una cabra por
delante, a un caballo por detrás, y a un tonto por ningún lado.
miércoles, 8 de febrero de 2012
Un poema de Alejandra Pizarnik
ALEJANDRA PIZARNIK
HIJA DEL VIENTO
Han venido.
Invaden la sangre. Huelen a plumas,
a carencias,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.
Han venido
a incendiar la edad del sueño. Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.
Tú lloras debajo del llanto,
tú abres el cofre de tus deseos y eres más rica que la noche.
Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.
martes, 7 de febrero de 2012
200 aniversario del nacimiento de Charles Dickens
Charles Dickens |
Nació el 7 de
febrero de 1812, en Portsmouth, y pasó la mayor parte de su infancia en Londres
y Kent, lugares que aparecieron con frecuencia en sus obras. Comenzó a asistir
a la escuela a los nueve años de edad, pero sus estudios quedaron interrumpidos
cuando su padre, un pequeño funcionario afable pero despreocupado, fue
encarcelado, en 1824, por no pagar sus deudas. El joven Charles se vio
obligado, pues, a mantenerse por sí mismo, y entró a trabajar en una fábrica de
tintes. Esta desagradable experiencia, que más tarde describiría, sólo
levemente alterada, en su novela David Copperfield (1849-50), le produjo una
sensación de humillación y abandono que le acompañó durante el resto de su
vida. Entre 1824 y 1826 asistió de nuevo a la escuela, aunque la mayor parte de
su educación fue autodidacta. Entre sus libros favoritos se encontraban los de
algunos de los grandes novelistas del siglo XVIII, como Henry Fielding y Tobias
Smollet, cuya influencia se puede percibir con claridad en sus propios
escritos. En 1827 consiguió un trabajo como secretario legal y, tras estudiar
durante un breve periodo de tiempo el oficio, se convirtió en periodista en el
Parlamento, lo cual le habituó a realizar precisas descripciones de hechos,
cualidad que aplicaría posteriormente a su obra narrativa. En esa época conoció
a María Beadnell, y se enamoró de ella, pero su familia lo rechazó como
pretendiente de la joven, por lo que, tras cuatro años de relaciones, se
separaron. Para entonces, él ya estaba trabajando como reportero en una
publicación de su tío, The Mirror of Parliament, y para el periódico liberal
The Morning Chronicle.
Oliver Twist |
En diciembre
de 1833, Dickens publicó, bajo el seudónimo de Boz, la primera de una serie de
breves y originales descripciones de la vida cotidiana de Londres en The
Monthly Magazine, una revista que editaba su amigo George Hogarth. Tras ello,
un editor de la ciudad le encargó un volumen de nuevas notas en este estilo,
que debían acompañar a las ilustraciones del famoso artista George Cruikshank.
El éxito de este libro, titulado Los apuntes de Boz (1836), le permitió al
novelista casarse con Catherine Hogarth en ese mismo año, y le animó a preparar
una colaboración similar, esta vez con el conocido artista Robert Seymour.
Cuando Seymour se suicidó, otro artista, H. K. Browne, apodado Phiz, que
realizaría más tarde muchas de las ilustraciones de los últimos trabajos de
Dickens, ocupó su lugar. El resultado de esta colaboración fue Papeles póstumos
del club Pickwick (1836-1837), una obra en un estilo muy próximo al de los
cómics, cuyo éxito consolidó la fama del novelista, e influyó notablemente en
la industria editorial de su país, pues su innovativo formato, el de una
publicación mensual muy poco costosa, marcó una línea que siguieron otras
editoriales.
David Copperfield |
La fama que le
había producido este curioso proyecto se vio ampliada por las siguientes
novelas que fue publicando. Hombre de enorme energía y talento, se dedicó a
otras muchas actividades. Editó los semanarios Household News (1850-1859) y All
the Year Round (1859-1870), escribió dos libros de viajes, Notas americanas
(1842) e Imágenes de Italia (1846), administró asociaciones caritativas y luchó
porque se llevaran a cabo reformas sociales. En 1842, impartió seminarios en
los Estados Unidos en favor de un acuerdo internacional sobre propiedad
intelectual y en contra de la esclavitud. En 1843 publicó Canción de Navidad,
que se convirtió rápidamente en un clásico de la narrativa infantil. Las
actividades extraliterarias de Dickens incluían la gestión de una compañía
teatral que funcionó hasta la subida al trono de la reina Victoria, en 1851, y
las lecturas de sus obras en Inglaterra y en Estados Unidos. Sin embargo, todos
estos éxitos se vieron empañados por sus problemas familiares. La
incompatibilidad de caracteres y la relación del autor con la joven actriz
Ellen Ternan, llevaron a la disolución del matrimonio, en 1858, fruto del cual
habían nacido diez hijos. Murió el 9 de junio de 1870 y fue enterrado cinco
días más tarde en la abadía de Westminster.
Canción de Navidad |
A la vez que
maduraba artísticamente, sus novelas se habían ido transformando de cuentos
humorísticos, en la línea de Los papeles del club Pickwick- esta obra fue
traducida al español del francés por Benito Pérez Galdós (1868) ya que el autor
español no sólo admiraba a Dickens sino que le consideraba como uno de sus
maestros- y Nicholas Nickleby (1837-1838), en obras de gran relevancia social,
análisis psicológico y enorme complejidad narrativa. Entre sus obras más representativas
se encuentran Casa desolada (1852-1853), La pequeña Dorritt (1855-1857),
Grandes esperanzas (1860-1861) y Nuestro amigo común (1864-1865). Los lectores
del siglo XIX y de comienzos del XX apreciaban más las primeras obras del
autor, por su sentido del humor y su trasfondo trágico. Pero, aún reconociendo
las cualidades de esta narrativa temprana, los críticos literarios de hoy en
día sitúan por encima de ella a las obras de madurez, por su coherencia formal
y su aguda percepción de la condición humana. Otras obras destacadas son Oliver
Twist (1837-1839), La tienda de antigüedades (1840-1841), Barnaby Rudge (1841),
Martin Chuzzlewit (1843-1844), Dombey e hijo (1846-1848), Tiempos difíciles
(1854), Historia de dos ciudades (1859) y El misterio de Edwin Drood, que quedó
incompleta.
Las imágenes han sido obtenidas en Internet. La biografía en la enciclopedia Encarta.
Fallece el pintor Antoni Tàpies
Ayer lunes, 6 de febrero de 2012, falleció en Barcelona -España-, a los 89 años de edad, el pintor Antoni Tàpies y Puig, Marqués de Tàpies, escultor, pintor, escritor de quien dejo esta biografía obtenida en la enciclopedia Encarta.
Tàpies, Antoni (Barcelona, 13 de diciembre de 1923 – Íb. 6 de febrero de 2012), pintor y escultor español, nacido en Barcelona, uno de los líderes del informalismo español, cuya influencia será decisiva a nivel internacional.
Antoni Tàpies i Puig |
Tàpies inicia su trayectoria artística en el año 1945, tras abandonar sus
estudios de derecho y después de una convalecencia por una enfermedad pulmonar
que le posibilita el reposo físico y psíquico necesario para el estudio y la
reflexión intelectual. Es entonces cuando se acerca a la obras de filósofos
como Friedrich Nietzsche, Miguel de Unamuno y Arthur Schopenhauer, poetas como
Edgar Allan Poe, músicos como Richard Wagner o Robert Schumann, y artistas como
Vincent van Gogh o la época surrealista de Pablo Picasso. Poco después
descubriría a Jean Paul Sartre, cuyo existencialismo marcaría su trayectoria
vital y artística.
Sobre la base del surrealismo funda en 1948, junto a un grupo de jóvenes
artistas e intelectuales catalanes, el grupo Dau al Set, que plantea una opción
artística y cultural vanguardista de ruptura con las corrientes convencionales
que se desarrollaban por entonces en España. En 1950 se le concede una beca de
estudios en París, donde toma contacto con las ideas revolucionarias de
izquierda y con la pintura abstracta. Ese mismo año realiza su primera exposición
individual.
Cruz sobre tierra |
En 1951, Tàpies se desliga del grupo Dau al Set e inicia una evolución
individual, optando por una línea informalista, abstracta, basada en las
investigaciones sobre la materia pictórica como medio expresivo artístico:
impone como valor total la materia frente a la forma. De ahí que su obra sea
exponente de primer orden de la corriente matérica informalista. A lo largo de
su trayectoria utiliza diversos procedimientos. En el collage mezcla
elementos heterogéneos con la pasta pictórica aplicada directamente del tubo en
forma de empastes gruesos y granulosos, sobre los que realiza huellas,
incisiones, surcos y grietas, con los dedos y otros medios. Otras veces usa el grattage,
que consiste en el rascado o rayado de superficies como cartón. El objetivo
final es una pintura de relieves, orográfica, recreándose en la presentación de
texturas rugosas, porosas o granulosas (matéricas en definitiva) que contrastan
con superficies lisas, como se observa en su obra Blanco craquelado (1956).
A partir de 1953 hace uso de la técnica denominada mixtura, consistente en la
mezcla de pintura al óleo con polvo de mármol, cuya finalidad es, de nuevo,
resaltar el carácter matérico de la obra, como en Negro con mancha roja
(1954). Otras veces emplea el encolado de superficies.
En sus obras se repiten una serie de signos e imágenes que pertenecen al
universo simbólico e interior del artista, con claras alusiones al universo, la
vida, la muerte o la sexualidad. Entre ellos aparecen en sus composiciones
figuras geométricas, más o menos difuminadas o distorsionadas, como el óvalo (Óvalo
blanco, 1957), el círculo, el cuadrado (Puerta gris, hacia 1958),
más tarde el triángulo (Forma triangular sobre gris, 1961); signos como
la cruz, constante a lo largo de su carrera, que puede ser griega, latina, en
aspa (Gran equis, 1962), en forma de T, ésta última asociada a la
inicial de su apellido; números, letras, entre otros. En este sentido cabe
citar Materia negra sobre saco (1960) y Cuerdas entrecruzadas sobre
madera (1960). A partir de 1962 comienza una etapa en la que se produce la
integración en la obra de objetos cotidianos como cuerdas, platos (Montón de
platos, 1970), paja, junto a signos antropomórficos (pie, mano, dedos),
como se observa en Blanco con pisadas, que denota un interés por plasmar
la huella y presencia humana en sus obras; también aparecen temas y símbolos de
carácter sexual (órganos sexuales masculinos y femeninos, paja, mantas, cama…)
como en Paja sobre tela. Su gama cromática ha oscilado entre el monocromatismo
y colorido neutro con predominio de grises, negros, blancos y ocres y la
inclusión de un colorido más vivo, con rojos, naranjas, rosas, amarillos y
azules.
A partir de la década de 1970 su obra presenta heterogeneidad estilística
y, si bien sigue cultivando el informalismo, a veces presenta una realidad
objetual integrada por la presentación de elementos cotidianos, por ejemplo en Materia
gris en forma de sombrero.
Ropa interior |
Tàpies ha sido considerado precursor del arte povera. Desde la
década de 1950 su obra ha gozado de reconocimiento internacional, reflejado en
el hecho de la organización de exposiciones sobre su obra por parte de grandes
museos y galerías de arte del mundo entero. En 1958 recibió el Premio Carnegie
y en 1967 el de la Bienal del Grabado de Liubliana. Son también numerosos los
estudios teóricos realizados por especialistas sobre su obra. Además, ha
realizado cerámicas, tapices y esculturas, entre las que cabe destacar su
mosaico de la plaza de Sant Boi de Llobregat (Barcelona), sus esculturas
públicas Homenaje a Picasso y Núbol i cadira (Nube y silla),
ambas inauguradas en Barcelona en 1990, y su polémico Calcetín (1992),
de 18 m
de largo. En 1990 se inauguró en Barcelona la Fundación Tàpies, creada por
iniciativa del propio artista para fomentar y difundir el conocimiento del arte
contemporáneo, así como para exponer y conservar su propia obra.
Homenaje a Picasso |
lunes, 6 de febrero de 2012
Un micro relato de Ramón Gómez de la Serna
Aquella muerta
Ramón Gómez de la Serna
Aquella muerta
me dijo:
-¿No me
conoces?... Pues me debías conocer... Has besado mi pelo en la trenza postiza
de la otra.sábado, 4 de febrero de 2012
A la hora de escribir los grandes maestros opinan...
Ernest
Hemingway
Ernest Hemingway |
Para escribir me retrotraigo a la
antigua desolación del cuarto de hotel en el que empecé a escribir. Dile a todo
el mundo que vives en un hotel y hospédate en otro. Cuando te localicen, múdate
al campo. Cuando te localicen en el campo, múdate a otra parte. Trabaja todo el
día hasta que estés tan agotado que todo el ejercicio que puedas enfrentar sea
leer los diarios. Entonces come, juega tenis, nada, o realiza alguna labor que
te atonte sólo para mantener tu intestino en movimiento, y al día siguiente
vuelve a escribir.
miércoles, 1 de febrero de 2012
Encuesta respondida
La pregunta decía: Se quitó la vida llenándose
los bolsillos de piedras y arrojándose al río en marzo de 1941, ¿a quién nos
referimos?
Virginia Woolf |
- Virginia Woolf
- Victoria Ocampo
- Juana de Ibarbourou
- Alfonsina Storni
Dábamos como posibles cuatro nombres femeninos, de los lectores que nos visitan solo dos respondieron, y acertaron la respuesta. Se trata de la
escritora inglesa, Virginia Woolf, autora de Fin de viaje (1915), Noche y día
(1919), El cuarto de Jacob (1922) y La Señora Dalloway (1925), entre otras
obras, padecía de severas crisis depresivas. Virginia era una gran observadora
de lo que ocurría a su alrededor, su obra muestra el mundo interno de los
sentimientos, las frustraciones y los sufrimientos de las personas. Una mujer
que contaba con una extrema sensibilidad que no le permitió disfrutar de su
existencia. En marzo de 1941, en medio de una de esas crisis, decidió poner fin
a su vida dejando una carta a su esposo, Leonard Woolf, en la que le decía:
"Te debo toda la felicidad de mi vida (…) No creo que dos personas hayan
podido ser más felices que nosotros".
http://es.wikipedia.org/wiki/Virginia_Woolf
http://es.wikipedia.org/wiki/Virginia_Woolf
Suscribirse a:
Entradas (Atom)