¿QUÉ BENEFICIOS SE OBTIENEN AL MATRICULARSE EN UN TALLER LITERARIO?

Preguntas como esta, o tales como:
- ¿Es bueno matricularse en un taller literario?
- ¿Qué me aporta el matricularme en un taller literario?
- ¿Seguro que se puede aprender a escribir en un taller literario?

Preguntas similares y muchas más las he estado escuchando los últimos seis años, los que tiene de vida el taller.
A quienes me las hacían, bien por correo electrónico, bien por teléfono, traté de sacarles de dudas lo mejor que supe o pude.
He de decir que, como tallerista que fui durante más de ocho años en uno de los más antiguos aparecidos en la ciudad de Madrid, más dos cursos en una escuela de prestigio diré que:
1.- Los genios literarios, salvo muy raras excepciones no nacen, se hacen a base de esfuerzo y trabajo constante (al igual que cualquier trabajador en la disciplina que sea: para ser realmente bueno es preciso constancia y trabajo).
2.- En todas las universidades anglosajonas, los talleres literarios son una asignatura más en las facultades de letras.
3.- Cualquiera que sepa redactar medianamente bien, y que tenga inquietudes literarias, puede ser un magnífico alumno.
4.- A un taller literario hay que llegar con humildad y con el pensamiento de que se va a aprender, no creyéndose de entrada un Cervantes o mejor que el insigne alcalaíno porque será un pésimo alumno que no se dejará corregir, se aburrirá y entorpecerá las clases.
5.- Quizá este punto debí ponerlo en el 1º o 2º lugar. Escribir es: CORREGIR, CORREGIR, CORREGIR y CORREGIR, de tal modo que el texto quede pulido, tanto como una pista de patinaje por la que, el lector, deslice la vista y no se encuentre obstáculo alguno que le haga desechar la obra que tiene entre manos bien por aburrimiento, falta de comprensión, exceso de rimas...
6.- Y por último, para no aburrir como pongo más arriba, quien desee escribir, llegar a tener un estilo propio, debe leer mucho y bien, es decir: beber de los autores clásicos y contemporáneos pero no sólo ir a conocer el argumento, sino ver las figuras retóricas empleadas, el tono, el estilo, las formas de lenguaje... Es necesario hacer un estudio en profundidad e, incluso, intentar parecérsele (con los ejercicios de intertextualidad) y, cuando menos se lo espere, habrá llegado, si no a la cumbre, sí a empezar la escalada de esa montaña que, aunque parezca que no, se conseguirá con tesón.

Un saludo, Juana Castillo


sábado, 29 de mayo de 2010

V Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" 2010 - TERCER PREMIO Categoría Adulto

LOS LUNES CON K. Alberto de Frutos Dávalos - Madrid (España)
3er. Premio en el V Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" 2010
Categoría Adulto

K. es la chica que los lunes por la mañana, entre las diez y la una, limpia mi casa. Es ucraniana, y la conocí por intermediación de mi ex mujer, Lorena, a cuya casa, me parece, va los jueves. Sinceramente, creo que su trabajo aquí es superfluo, porque vivo solo y soy bastante pulcro, pero ya me he acostumbrado a sus paseos por la cocina y el baño y también a sus canciones. Me gusta empezar la semana oyendo su voz; y, sobre todo, me gusta su sonrisa cuando le pido que haga un alto para compartir el desayuno conmigo. Desde que K. viene a casa, he recuperado el hábito de hacer magdalenas los domingos por la tarde.

Tiene veinticinco años, y su madre, que trabaja en lo mismo, cuarenta y ocho. Aquí, en España, viven también su novio y su tío, pero no sé cómo se ganan la vida. Un día, K. me contó que su novio había sido chófer de un ministro en Kiev, hasta que cambió el gobierno y lo echaron, y que su tío era policía. Según ella, un tercio de las familias ucranianas ha dejado su tierra por falta de oportunidades. Italia y España son los principales destinos de acogida.

No pierde ni un minuto en formalidades. En cuanto llega, se cambia en el cuarto de baño y empieza la tarea. Es rápida y eficiente. Envidio la destreza de su juventud, la rapidez de sus movimientos, ese vigor que parece inagotable. A su edad, me recuerdo como un viejo prematuro que empezaba a echar barriga; y, ahora, a mis setenta y dos años, pago los placeres de la buena mesa con un entumecimiento irreversible, que presagia la inmovilidad del cementerio.

Es muy aplicada. Tanto, que a veces me cuesta convencerla de que pare un momento de trabajar y pruebe mis magdalenas, aunque al final siempre cede, más por cortesía que por apetito. Ese es otro momento radiante en mis mañanas de los lunes, porque puedo charlar un rato con ella. Cuando está trabajando, se enfrasca en la faena igual que un monje en su scriptorium, y me tengo que conformar con la armonía de su voz: canta francamente bien y, aunque no entiendo la letra, me abstraigo con su música. En realidad, prefiero no entender la letra.

Saco las magdalenas de los moldes, y las trituro antes de empaparlas en el tazón de leche. K. me sonríe, e invariablemente me dice que ella se las comerá secas, para conservar el sabor a dulce (en Ucrania, el azúcar es un bien de lujo, porque casi todo lo exportan). Como todas las semanas, yo le digo que a mí me entran mejor así, mojadas en la leche, y entonces ella vuelve a sonreír.

Sé que, cuando salga de aquí, irá a otra casa en la que estará cuatro horas, contando desde la una y media. Una de sus peores experiencias como empleada de hogar tuvo lugar en esa vivienda, que está por la zona de Méndez Álvaro, hace ahora un par de años. Los dueños volvían de trabajar cuando ella se marchaba, y le habían hecho un duplicado de la llave para que pudiera entrar. Pero un día se olvidaron de quitar la alarma, y, cuando K. abrió la puerta, empezó a sonar una sirena delatora y terrible, que, naturalmente, ella no sabía desactivar. Llamó al móvil de la dueña, pero esta no le respondió, y tras unos instantes de zozobra, optó por cerrar la puerta y marcharse a la carrera, temerosa de la Policía y sus pesquisas de papeles en regla. Cuando ya estaba en el portal de abajo, la señora la llamó, y le indicó la forma de desactivar la alarma.

Tiene muchas anécdotas como esa. A todos, o a casi todos, nos pasan cosas en el día a día, y estoy seguro de que, si las piedras o los árboles hablaran, tampoco les faltarían historias que contar, pese a no moverse de su sitio. Y, si no les pasara nada, estoy seguro de que se lo inventarían. Todo menos el silencio, vacío y seco.

En otra ocasión, por ejemplo, me contó que había servido en casa de una vieja con el síndrome de Diógenes. La ocurrencia fue del hijo de la mujer, con el propósito de que hiciera compañía a su madre un par de veces a la semana. Después de un tiempo, K. se excusó diciendo que había encontrado otro trabajo, porque aquel era infernal: ponía un poco de orden en las habitaciones, y, cuando volvía la siguiente vez, se topaba con montañas de objetos inútiles, que la vieja recolectaba durante sus vagabundeos por los cubos de basura del barrio.

Cuando le pregunto por su país, dice que no volvería. “¿Para qué? Ahí no hay nada”. Y, no obstante, cuando se pone a cantar, me cuesta creer que haya sometido del todo a la nostalgia. Hay algo en el tono de su voz que sugiere la ternura del exiliado por la tierra que ha dejado atrás, aunque sus caminos sean de ceniza y sus habitantes se desplacen por ellos como fantasmas. Aunque soy yo quien saca siempre el tema, no le importa explayarse cuando habla de Ucrania. A propósito de su tío, me dijo que era un policía honrado, toda una excepción a la regla del unto tolerado y la vista gorda que, según ella, impera en el país. Sobre las recientes elecciones que han dado la victoria a un político afín a las tesis de Rusia, K. se muestra decepcionada, porque “nadie allí quiere volver con los rusos”.

La conversación no dura más que un cuarto de hora, pero, poco a poco, semana tras semana, mes tras mes, la he ido conociendo mejor. Es triste reconocerlo, pero K. se ha convertido en mi mejor amiga. Cuando mi esposa me dejó –“tienes demasiados pájaros en la cabeza”, me dijo–, me convencí de que la concha se había cerrado para siempre, y de que ya no sería capaz de dirigirme a otra mujer.

Tras acabar la leche, vuelve a la limpieza, y yo sigo tecleando en mi despacho, con la puerta entreabierta para oír su voz. A veces, me pide una botella nueva de lejía, o la llave del trastero donde guardo la escalera, y yo acudo veloz a su llamada. Podría dejar la puerta abierta y que ella se sirviera a su antojo, pero es mejor así: hace que me sienta útil.

Hasta hace medio año, viví aquí con mi hija, Olimpia. Le hacía la comida, y por las noches veíamos la tele o hablábamos. Era agradable oír su voz. Cuando llegaba a casa por las noches, después de estudiar en la biblioteca o quedar con las amigas, mientras se ponía cómoda en su habitación, yo plantaba la barra de pan sobre la estufa, para que estuviera crujiente. Luego, le salió un trabajo en Luxemburgo, algo de la Unión Europea, y me quedé solo. Como me ha gustado escribir desde siempre –y ahora que estoy jubilado lo hago a destajo–, se podría decir que, en cierto modo, nunca he estado completamente solo. Pero los personajes de ficción resultan muy molestos, tal vez porque son demasiado obedientes y previsibles, incluso los más desequilibrados.

Cuando Oli vivía conmigo, le enseñaba todos mis escritos para que me los corrigiera. Ahora también podría hacerlo, claro, pero no me manejo bien con las nuevas tecnologías; y la distancia, por mucho que fantaseemos con su calidez, es siempre apática y fría. A veces se me ha pasado por la cabeza atormentar a K. recitándole mis cuentos, o incluso capítulos sueltos de una novela que estoy terminando, para medir su interés, pero todavía tiene lagunas considerables con la lengua, y no me gustaría que se despidiera dando un portazo y dejándome solo otra vez.

¿Cómo diablos llamarán a los que coleccionamos espejismos?

Además, no podría hacerlo. Quiero decir que K. nunca corregirá mis cuentos. No voy a seguir engañándoles, ni voy a seguir engañándome a mí mismo. Porque, en realidad, K. no existe. Es solo el fruto de mi imaginación, una mujer sin nombre, que carece de pasado, de presente y de futuro. Y, sin embargo, ¿qué diferencia hay? Porque K. podría existir, claro que sí, podría ser real, por qué no; y entonces yo aprendería a hacer magdalenas, y no estaría solo, también, los lunes por la mañana.

---o0o---



Nota.- Los relatos están copiados tal y como llegaron al concurso, sin corrección ortográfica ni estilística. Éste será leído en la emisora de radio Onda Latina (http://www.ondalatina.es/) el miércoles día 2-VI-2010, hacia las 19,15 horas. El programa se repite el viernes y el domingo por la mañana (consultar los horarios en la parrilla de la radio).

jueves, 27 de mayo de 2010

Lecturas autores consagrados: comentario de texto al relato de Ingeborg BACHMANN, La caravana y la resurrección, por Consuelo Gómez.


COMENTARIO DE TEXTO – LA CARAVANA Y LA RESURRECCION
Consuelo Gómez González
FIGURAS RETORICAS:
Los pensamientos se encadenaban cansinamente – PERSONIFICACION
El pecho, los ojos y la frente – ENUMERACION
El viento le golpea – PERSONIFICACION
Como para buscar un cigarrillo – COMPARACION
Si hubiera encendido la estufa, quitado las medias de lana, acostado – ENUMERACION
El viento hubiera entrado por la ventana y encendido el fuego – PERSONIFICACION
El viento golpeaba la venta con los puños gritando – PERSONIFICACION
Lo ven el viejo, el cojo, el tísico y la abuela - ENUMERACION
GENERO:
Fantástico
LENGUAJE:
Actual
PROTAGONISTA:
La propia caravana con todos sus ocupantes
¿DA SENSACION DE QUE HAY MUCHOS PERSONAJES?
SI
¿LO QUE MAS ME HA GUSTADO?
La narrativa, es clara y continua.
COMENTARIO:
Yo entiendo que el relato nos cuenta una manera de ver la muerte. También parece que nos dice que estas personas que van en la caravana, excepto el niño, ya estaban muertas, sin ilusión por la vida y que no notan la diferencia. Con el niño que no ha tenido ninguna vivencia y quiere tener la oportunidad de conocer las cosas de la vida, el narrador nos interpreta la resurrección.
Es un relato irreal y por tanto cualquier interpretación puede ser distinta de la intención que la escritora pone en él.

Lecturas autores consagrados: comentario de texto del relato de Ingeborg BACHMANN, La caravana y la resurrección, por Pepi Núñez Pérez.

La caravana y la resurrección
INGEBORG BACHMANN

Trabajo sobre los textos a comentar:

1.- Señala las figuras retóricas que hayas encontrado (metáforas, comparaciones…)
Cascada de pelo que su figura, consumida por la tuberculosis, parecía incapaz de sostener. Metáfora

El viento golpeaba la ventana con los puños gritando:"¡No te duermas, enciende la estufa, ponte el gorro de lana e inventa un cuento para tu nieto!" Personificación

Ah, si el viento hubiera entrado por la ventana y encendido el fuego...

esa preciosa primavera de oro y azul, que llega con un séquito de flores de cerezo y un tintineo de llaves en el cielo, con carros de nubes en los que viajan los ángeles, que el sol reviste con una coraza de fuego en la que se rompen las flechas del invierno. Descripción

unas campanas estaban llamando, Personificación

¿No oyes las campanas, que gritan "Padre"? Personificación

2.- ¿Sabrías enmarcar el relato dentro de uno de estos géneros?

- de miedo,
- fantástico,
- de intriga,
- erótico,
- de ciencia ficción,
- cuento para niños,
- cuento realista…

3.- ¿Cómo es el lenguaje? ¿Actual o arcaizante? Actual

4.- A pesar de ello, ¿es un texto comprensible en nuestros días? Si

5.- ¿Quién es el/la protagonista? El niño.

6.- ¿Da sensación de que hay muchos o pocos personajes? Pocos, son cuatro.

7.- ¿Qué es lo que más te ha gustado? ¿Por qué? Ese pobre niño que no ha caminado nunca, es el único que agradece el nuevo estado en que se encuentra, quizás por eso, él es quien escucha esas campanas que lo salvan y lo llevan hacía la luz.

Tu opinión: Para mí es un relato que nada tiene que ver con lo que yo imagino de la otra vida, la verdad, me deprimió leerlo. Supongo que la autora quiere decirnos algo, que por el motivo que sea, yo no acabo de captar. Me extraña el anciano, que no se alegra de ya no sentir dolor y caminar con agilidad. Nadie tiene esperanzas, siguen el camino, no escuchan las campanas, sólo recuerdan ese batir del viento en la ventana. Sin embargo el pequeño, que jamás pudo caminar, ahora lo hace feliz, con la cabeza en alto, él sabe que la primavera es otra cosa, precisamente él, que no pudo verla desde su cama, que no supo de ternura, que no pudo disfrutar su vida, ahora es feliz, quizás por eso puede salir de ese camino sin fin y supongo que nos viene a decir que es el pequeño el que se salva, el único que resucita a una nueva vida.

Lecturas autores consagrados: comentario de texto al relato de Ingeborg BACHMANN, La caravana y la resurrección, por Zulhma Fedrizzi.

La caravana y la resurrección
INGEBORG BACHMANN
Reflexion de Zulhma Fedrizzi


Trabajo sobre los textos a comentar:

1.- Señala las figuras retóricas que hayas encontrado (metáforas, comparaciones…)

Imagen Visual
la luz que inundaba el paisaje vacío

Enumeración
No producía colores, ni sombras, ni reflejos, era incognoscible, no podían medirse sus ondas ni determinarse su velocidad;

Metáfora
con una cascada de pelo

Imagen Visual
un joven que andaba con muletas

Personificación
su razón y sus emociones estaban encerradas en sí mismas, moviéndose en círculos, sin dirección

Imágenes de Movimiento
el viento batía en la ventana.
me sostenía la mano oprimiéndola con suavidad

Personificación
Dios ha muerto.

Descripción
esa preciosa primavera de oro y azul, que llega con un séquito de flores de cerezo y un tintineo de llaves en el cielo, con carros de nubes en los que viajan los ángeles,

Personificación
el sol reviste con una coraza de fuego

Oximoron
Salio un sonido de asombre

Imágenes auditivas
-¡Anciano- decía el niño, que, sin saber hablar todavía, de pronto dominaba todas las lenguas-, ya suena la cuarta, la quinta campanada! ¿No oyes las campanas, que gritan "Padre"?
Cuando el niño comprendió que el anciano no oía las campanas, retrocedió corriendo y se precipitó sobre la muchacha con su vehemente súplica:
-¡Escucha! Seis...siete. ..Suenan las campanas...

Enumeración
Lo ven el viejo, el cojo, la tísica y la abuela.

Personificación
La oscuridad inmensa que ha absorbido la luz crepuscular.

2.- ¿Sabrías enmarcar el relato dentro de uno de estos géneros?

- de miedo,
- fantástico,
- de intriga,
- erótico,
- de ciencia ficción,
- cuento para niños,
- cuento realista…

3.- ¿Cómo es el lenguaje? ¿Actual o arcaizante?
Muy bello. Actual.

4.- A pesar de ello, ¿es un texto comprensible en nuestros días?
Comprensible, profundo, lleva a la reflexión.

5.- ¿Quién es el/la protagonista?
La muerte. Varios personajes secundarios, el anciano tomado como eje del relato. La enferma, la anciana y el niño que pasa a ser el nudo y que tiene en sus manos el desenlace. Pasa la atención de uno a otro por turnos. El hilo conductor es la muerte.

6.- ¿Da sensación de que hay muchos o pocos personajes?
Los necesarios.

7.- ¿Qué es lo que más te ha gustado? ¿Por qué?
Me ha gustado mucho. El desarrollo y evolución es muy bueno. Lo he leído y releído. Disfrutando cada párrafo.

Tu opinión:
Gracias por mostrarme la obra de esta escritora que no conocía. Suena en mí la Frase “Quien tiene oídos para oír que oiga”. Tal parece que la resurrección o más bien un pasaje a un mundo superior de luz, llegó para quién pudo oír las campanas.
También se puede pensar ¿qué ocurrió con las demás almas? ¿Eran reales? ¿Volvieron a empezar? El niño ¿volvió a otra vida “común” o a una existencia en plano angélico? Inquietante… Muy rico… De mis favoritos.

Lecturas autores consagrados: comentario de texto al relato de Ingeborg BACHMANN, La caravana y la resurreción, por Adriana Salcedo

RELATO.
LA CARAVANA Y LA RESURRECIÓN.
COMENTARIO – ADRIANA SALCEDO.

-Percibo como figuras retóricas: Comparaciones, hipérboles, exclamaciones.

-Como género lo enmarco en la intriga.

-El lenguaje es actual, y comprensible.
-El protagonista es el viejo. Pero através de él cobran protagonismo, la tísica, la abuela, el cojo y el niño.

-Me gustó este relato.

El hecho de que la autora escriba sobre el después de la muerte, ya atrae la atención, describe en pocas palabras un mundo de sensaciones. Y por sobre todo "la intriga". Uno termina de leer el relato, y no tiene respuesta alguna.

Lectura autores consagrados: Ingeborg BACHMANN, relato: La caravana y la resurrección

La caravana y la resurrección
INGEBORG BACHMANN
Cuando, después de dar unos pasos, el anciano que había muerto miró atrás, no comprendió por qué también a su espalda se extendía un desierto inmenso igual al que tenía delante. No habría podido decir si aquello sobre lo que tan ágilmente se movía era arena o asfalto liso, porque la luz que inundaba el paisaje vacío no era la luz que él había conocido antes. No producía colores, ni sombras, ni reflejos, era incognoscible, no podían medirse sus ondas ni determinarse su velocidad; por lo tanto, no era luz, aunque así la llamaba interiormente el anciano.
El paisaje al que había llegado era simple. No sabía en qué punto había penetrado en él, en parte alguna se veía principio ni fin y, no obstante, él sabía que hacía poco tiempo que caminaba por ese desierto. El hombre recordaba todavía los fuertes dolores que lo atormentaban durante sus últimos días de vida, y descubrió con extrañeza que no se alegraba de encontrarse libre de ellos y poder caminar sin esfuerzo.
Cuando, al cabo de un rato, se volvió de nuevo para mirar atrás, vio que ya no estaba solo. Detrás de él, a una distancia que no podía calcular, venía un niño que alzaba la cabeza con alegría, y, unos pasos por detrás del niño, vio a una muchacha con una cascada de pelo que su figura, consumida por la tuberculosis, parecía incapaz de sostener.
El anciano tuvo la impresión de que el niño y la muchacha lo habían visto y también se veían el uno al otro, pero no sabía como podían comunicarse entre sí. Quizá lo mejor fuera parar y esperar a que lo alcanzaran.
Pero por más que lo intentaba, no conseguía detenerse. Esto es la muerte, se dijo, no poder parar.
A intervalos, el anciano se volvía para mirar a sus compañeros de viaje, que ya eran dos más. A la muchacha frágil la seguía ahora un joven que andaba con muletas. Detrás del inválido venía una anciana encorvada que, por el momento, cerraba la caravana.
A medida que la marcha se prolongaba y la indiferencia y la monotonía se dejaban sentir en la pequeña comitiva, más triste y estéril se hacía para cada uno aquel viaje sin destino ni camino, aunque a ninguno podía alcanzar ya la verdadera tristeza. No es que su razón y sus emociones se hubieran extinguido del todo, pero, al carecer de la esencia de la vida, estaban encerradas en sí mismas, moviéndose en círculos, sin dirección, en una soledad en que los pensamientos se encadenaban cansinamente.
De vez en cuando, el anciano pensaba: Era primavera cuando morí, y el viento batía en la ventana. Mi hijo tocaba su violín, que era un instrumento muy pequeño como para que yo pudiera oírlo bien. Mi hija dijo:"¡Padre! ", y después, varias veces más: "¡Padre!". Lucía el sol por tercera vez en ese año.
A veces la muchacha pensaba: Era primavera cuando morí, y el viento batía en la ventana. El médico miope me sostenía la mano oprimiéndola con suavidad y decía una y otra vez: "¡Qué precioso pelo!".
El joven, de cuando en cuando, balanceaba la pierna más aprisa y se palpa el bolsillo, como para buscar un cigarrillo: Era primavera y yo pensaba: Dios ha muerto. Te tapa la boca con su mano implacable para que no puedas gritar, hace que el viento te golpee el pecho, los ojos y la frente, y el cigarrillo se apaga antes de que tu grito salga de la garganta.
En ocasiones la anciana sentía el deseo de murmurar: Ah, si alguien hubiera encendido la estufa, me hubiera quitado las medias de lana y me hubiera acostado. El viento golpeaba la ventana con los puños gritando:"¡No te duermas, enciende la estufa, ponte el gorro de lana e inventa un cuento para tu nieto!". Ah, si el niño hubiera venido y me hubiera pedido que le contara el cuento del blanco cordero de Pascua que se convirtió en nube. Ah, si el viento hubiera entrado por la ventana y encendido el fuego...
Tan sólo el niño no sabía nada de violines que suenan muy bajo, ni de hijas que dicen "Padre", ni de preciosas cabelleras, ni de Dios, que ha muerto y, sin embargo, puede arrancarte las piernas; ni siquiera sabía de abuelas que esperan a sus nietos y no pueden encender la estufa.
¿Qué es la primavera?, le habría gustado preguntar. ¡Esto no es la primavera de la que habláis vosotros! Tendríais que enseñármela, esa preciosa primavera de oro y azul, que llega con un séquito de flores de cerezo y un tintineo de llaves en el cielo, con carros de nubes en los que viajan los ángeles, que el sol reviste con una coraza de fuego en la que se rompen las flechas del invierno. ¡Ah, qué sabéis vosotros de la primavera!
Él no podía creer, como los otros, que la primavera fueran esas ráfagas de viento que sacudían las ventanas del orfanato en el que había estado toda su vida, echado en el mismo sitio, sin moverse. Su nostalgia latente esperaba sonidos maravillosos aún desconocidos, palabras que aún no había pronunciado y a una persona que aún no había resucitado o que había muerto hacía tiempo.
Esta tierra vasta y despoblada en la que ahora se encontraba no estaba más vacía que aquella en la que él había vivido, y le parecía que nada había cambiado todavía, pero que muchas cosas deberían cambiar.
Cada uno de sus pasos estaba animado de una alegría que él gustosamente habría compartido con los otros. Pero esta alegría no tenía nombre, y tampoco habría sabido expresarla aunque hubiera existido la posibilidad.
Pero, de pronto, en aquella monotonía y aquel vacío indescriptibles, hubo una fuerte sacudida, el niño se tambaleó y estuvo a punto de caer, pero siguió caminando, sin que apenas pudiera apreciarse en él alteración alguna. Con el segundo temblor, consiguió mover las manos y abrir la boca, de la que salió un sonido de asombro infinito, sin que ni al anciano ni a los que se encontraban detrás de él les ocurriera nada parecido. Y cuando percibió aquella violenta vibración por tercera vez, comprendió que unas campanas estaban llamando, con portentosa potencia, a la caravana extraviada en aquella soledad, para anunciar que había llegado la hora en que los caminantes podrían decidir si deseaban terminar su viaje sin destino e ir en busca del hogar en el que no habían estado nunca o, quizá, habían estado desde siempre.
Con una soltura de movimientos que nunca había conocido, el niño abandonó la fila, algo que hasta entonces nadie había conseguido hacer, y corrió hacia el anciano, que veía con asombro que el niño había adquirido una fuerza que ni él ni los otros poseían, pero no lograba entender las palabras que salían de sus labios temblorosos.
-¡Anciano- decía el niño, que, sin saber hablar todavía, de pronto dominaba todas las lenguas-, ya suena la cuarta, la quinta campanada! ¿No oyes las campanas, que gritan "Padre"?
Cuando el niño comprendió que el anciano no oía las campanas, retrocedió corriendo y se precipitó sobre la muchacha con su vehemente súplica:
-¡Escucha! Seis...siete. ..Suenan las campanas...
Pero la muchacha apenas alzó la cabeza y siguió andando, impasible. Tampoco el cojo oye las campanas, piensa el niño, y sigue contando campanadas. Ocho...nueve. ..Quizá la viejecita vea en mí a su nieto.
-¡Abuela, el viento bate en los cristales y encenderá el fuego en cuanto te pongas el gorro de lana y escuches las campanas! Diez... ¡Abuela! - ¡anciana desconocida! Once...
El niño solloza, se siente arder, y ansía tener una voz más fuerte que la campana grande que, grave y potente, suena por duodécima vez en la región infinita y vacía.
Pero, aunque ninguno oye al niño, ahora todos lo ven envuelto en llamas, lo ven el viejo, el cojo, la tísica y la abuela, y siguen andando. Suena la última campanada, con un tañido más fuerte que todo lo que jamás hayan oído, y entonces se detienen. La región infinita y vacía ya no está, ni está el camino, ni están los caminantes.
Sólo en el lugar en el que el niño empezó a arder hay una llama pequeña, en medio de la oscuridad inmensa que ha absorbido la luz crepuscular.

INGEBORG BACHMANN, traducción de Ana Mª de la Fuente, para Ansia y otros cuentos, en edit. Siruela, 2005 - Relato "encontrado" en Internet.

Lecturas autores consagrados: Ingeborg BACHMANN, biobibliografía, por Juana Castillo Escobar

Ingeborg Bachmann - Imagen obtenida en Internet
Ingeborg Bachmann (* Klagenfurt (Austria), 25 de junio de 1926 - † Roma (Italia), 17 de octubre de 1973). Poeta y autora austríaca y una de las más destacadas escritoras en lengua alemana del siglo XX.
Vida y obras.- Hija mayor de un profesor de educación secundaria, Ingeborg Bachmann pasó su infancia y juventud en Carintia, Austria. Durante la posguerra, entre 1945 y 1950, y tras haber comenzado estudios de derecho, se consagró a la filosofía, psicología y literatura alemana tras pasar por las universidades de Innsbruck, Graz y por último Viena, donde terminó sus estudios doctorándose en filosofía con una tesis titulada: La recepción crítica de la filosofía existencial de Martin Heidegger. Pronto publicó su primera historia corta. Su carrera literaria se benefició del contacto con Hans Weigel (literato y promotor de la literatura joven de posguerra) y el renombrado círculo literario Gruppe 47, entre cuyos miembros también se contaban Ilse Aichinger, Paul Celan, Heinrich Böll, Marcel Reich-Ranicki y Günter Grass. De este grupo recibió en 1953 un premio por su primera colección de poemas Die Gestundete Zeit (El retraso consentido).
Un empleo en la emisora de radio Rot-Weiss-Rot (Rojo-Blanco-Rojo, la emisora de radio de las fuerzas de ocupación americanas) facilitó a Bachmann hacerse con una visión amplia de la literatura contemporánea a la vez que le proporcionó un sueldo que le permitió un trabajo literario serio. Además, sus primeras obras radiofónicas fueron publicadas por la emisora, como Ein Geschäft mit Träumen (1952) (Un negocio con los sueños) o Die radiofamilie (La familia de la radio). Sus poemas y dichas obras obtuvieron simultáneamente éxito ante la crítica y el público, lo que le significó gran éxito en el mundo germanófono. Mediante sus poemas buscaba, de acuerdo con el objetivo del Grupo 47, renovar la lengua: no se construye «un mundo nuevo sin un lenguaje nuevo». Otro tema puramente bachmaniano se muestra de manera paulatina: el amor y su violencia inherente a las relaciones, la incomunicación en la pareja, lo trágico de la existencia femenina.
La sesión del Grupo 47 de 1958, denominada Grossholzleute presenció la emergencia de una facción femenina llevada por Bachman, Ilse Aichinger y otras autoras. El Grupo 47 debía liberar a los Hombres de las palabras manchadas por los nazis y ayudarles a escribir un nuevo mundo. También debía servir, se decían ellas, a limpiar la lengua de aquellas palabras de las que se sirven los hombres para hablar de las mujeres en su nombre usurpando su sitio y matando sus pasiones. Fue el principio de un intento literario original y revolucionario de escribir el Amor, con la representación de él que las mujeres hacen con sus palabras (y no aquellas fabricadas por siglos de autores masculinos -sobre este tema, véase la novela de Bachmann Ondine, en la recopilación Das dreißigste Jahr: El trigésimo año-).
Este cambio de objetivo "político", de temática literaria, así como el paso de la poesía a la novela, rompieron el vínculo entre Bachmann y el público.
Posteriormente el trabajo de Bachmann se centra principalmente en temas como los límites personales, el establecimiento de la verdad y la filosofía del lenguaje, esta última siguiendo las ideas de Ludwig Wittgenstein.
En 1953 se mudó a Roma, donde dedicó la mayoría de los años siguientes a escribir poemas, ensayos, libretos de ópera e historias cortas que pronto le significaron fama internacional y numerosos premios. Entre 1958 y 1963 tuvo como compañero al escritor suizo Max Frisch (1911-1991), con quien vivió en Roma y Frankfurt. Esta relación la condujo a Suiza y ofreció el papel del segundo protagonista en la obra de Frisch: Mein Name sei Gantenbein.
En 1959 inauguró, como primera profesora invitada, un puesto relacionado con la poesía creado por la universidad de Frankfurt-sobre-Main para permitir a un escritor de lengua alemana exponer allí su "arte poético". De las seis conferencias inicialmente previstas (desde noviembre de 1959 a diciembre de 1960, Bachmann sólo dará cinco, tituladas Cuestiones de poesía contemporánea).
En 1964 recibió el prestigioso premio Büchner por sus poemas, y compuso para la recepción de éste su texto: Berlín, un lugar de azares.
Malina, primer tomo de la tetralogía inacabada Todesarten, fue su último trabajo publicado en vida, en 1971. Su muerte en un hospital de Roma tres semanas después de un incendio en su habitación, el 17 de Octubre de 1973, dejó su obra incompleta.
La verdadera causa de su muerte sigue sin dilucidar, aunque se rumoreó que no fue debido a las quemaduras sino a su adicción a ciertos medicamentos que su estancia en el hospital hubo de impedir.
El premio Ingeborg Bachmann.- El prestigioso Premio Ingeborg Bachmann, concedido anualmente en Klagenfurt, lleva su nombre.

Bibliografía seleccionada:
Last Living Words: The Ingeborg Bachmann Reader, traducido al inglés por Lilian M. Friedberg. Ed. Green Integer, 2005.
Letters to Felician (cartas a un corresponsal imaginario, escrito en 1945, publicado póstumamente). Editado y traducido al inglés por Damion Searls. Green Integer Books, 2004.
Die gestundete Zeit (poesía lírica, 1953)
Die Zikaden (obra radiofónica, 1955)
Anrufung des Grossen Bären (poesía lírica, 1956)
Der gute Gott von Manhattan (obra radiofónica, 1958)
"Die Wahrheit ist dem Menschen zumutbar" (discurso poetológico en una presentación de premios alemana 1959)
"Frankfurter Vorlesungen" (charla sobre los problemas de la literatura contemporánea 1959)
Das dreißigste Jahr (recopilación de historias, 1961)
Malina (novel, 1971) Traducido al inglés por Philip Boehm. Holmes & Meier, 1999. Traducida también al castellano por Juan José del Solar Bardelli, licencia editorial para Círculo de Lectores por cortesía de Editorial Akal, S.A. 2003.
Simultan (recopilación de historias, 1972). Tres senderos hacia el lago, traducido al castellano por Juan J. del Solar Bardelli. Ed. Alfaguara. Este libro le valió en 1972 el Premio Anton Wildgans, uno de los más prestigiosos de su país.
Todesarten (proyecto de ciclo de novelas, inacabado).

Obtenido de http://es.wikipedia.org/wiki/Ingeborg_Bachmann, remodelado y actualizado por J. Castillo.

lunes, 24 de mayo de 2010

V Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" 2010 - PRIMER PREMIO Categoría Juvenil - Pamplona (Navarra-España)


DIARIO DE UN TAL KILLER
Amaia Goñi Vega - Pamplona (Navarra-España)
1er. Premio en el V Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" 2010
Categoría Juvenil


Querido Diario:
No puedo más.
Sé que me reitero muchas veces, pero esto sobrepasa el límite, el límite entre lo irremediablemente aceptable y lo realmente insufrible.
Se acabó.
También sé que no tengo que hacer pagar a los demás por mis errores, y mucho menos, culparlos. Simplemente estoy escribiendo por órdenes de María, mi nueva psicóloga, a la cual, para variar, no soporto. Dudo que progrese en absoluto, aunque, según ella, confia en mí. Está tratando de alegrarme un poco, cosa por la cual no la odio del todo, pero eso es difícil que ocurra, pues parece que no llega a entender que sus repetitivos y monótonos "¿Qué-tal-estás?" no sirven de nada.
Como bien iba diciendo, nunca creí en estas cursiladas de los diarios, entre otras cosas, porque temía que mi madre pudiera leerlos. Esta claro que, sin duda, debí haber guardado la desconfianza para otro momento, ya que todo esto podría haberse evitado.
Escribir es inútil ahora cuando nada tiene sentido, pues esto tampoco lo tiene. Entro así en una espiral de desesperación, angustia e impotencia, una sensación de verdadero arrepentimiento y dolor.
Es como si mi vesícula hubiera estallado mansamente para que una amarga bilis inundara sus venas extendiéndose arteramente por cada célula de mi cuerpo, envenenando mi sangre y mis pensamientos, produciéndome un dolor tan hondo y tan sordo que mi cerebro no alcanza a encontrar una forma de expresarlo abiertamente.
Ahora, y sólo ahora, puedo recordar momentos concretos de aquella fatídica noche de sábado, cuya fecha nunca lograré olvidar.
Puedo recordar, también, aquellas frases de ánimo que mi abuelo sorteaba durante mi infancia. Pudo ser él quien consiguió hacer de mí un pequeño niño con ilusiones, virtudes y sueños. "Nadie puede cambiar de un día para otro" decía.
Ojala estarías aquí para comprobarlo, abuelo, ojala pudieras volver a alegrarme con aquellas acertadas y sabias palabras. Pero, ojala, pudiera demostrarte que, aunque sólo fuera una vez, tu nieto tuvo razón: se puede cambiar totalmente. Aunque, a decir verdad, prefiero dejar las cosas como están, pues prefiero no añadir la decepción al saco roto de sentimientos que inundan mis delgadas y deterioradas venas.
Y pensar que fui, hasta entonces, un chico totalmente normal, un chico con virtudes, defectos y aficiones, como escuchar el grupo The Killers, motivo por el cual solía ser apodado el Killer por amigos y conocidos que me rodeaban.
Aún me acuerdo cómo mi madre vino a visitarme a la comisaría, y de cómo, a mi parecer, lo peor había pasado. Pero me equivocaba. Ni siquiera estoy seguro de que las cosas lleguen a mejorar algún día.
Aquella noche visitamos los bares que solíamos frecuentar, yo y mis otros seis amigos, íntimos hasta entonces. Me encontraba cansado, extraño para algunos, pues había dormido poco la noche anterior. En el bar de aquella céntrica calle de Madrid cuyo nombre no quiero nombrar, dejamos nuestras pesadas mochilas con nuestros libros que acabábamos de estudiar momentos antes en la biblioteca de la universidad.
Fue ahí donde, sin más propósito que hacer burla a las primeras horas de la madrugada, bailamos para quitarnos el frío. Pronto volveríamos a casa., o al menos eso
pensamos.
De pronto, un grupo de asaltantes irrumpió en el local, sorteando tiros al aire, con tan mala suerte que uno de ellos dio en el abdomen de mi amigo Miguel.
Todos, horrorizados, pasamos a una esquina de aquella entonces pequeña sala, cegados por la iluminación, ausente debido a que los tiros hicieron estallar las bombillas que la hacían posible.
Algunos tuvimos la suerte de salir, siendo yo el único entre mis amigos. Quise llamarlos al móvil, pero entonces me di cuenta de que la mochila me la había dejado en el interior. Era demasiado arriesgado volver.
Huí a mi casa, donde encontré el refugio de mis queridas sábanas de franela, que daban la mejor bienvenida que pude esperar.
Al día siguiente la policía llamó a mi puerta, preguntándome si aquella mochila y que por tanto, todo lo que contuviera en su interior me pertenecía. Lo afirmé, cosa que hizo que dijeran aquella frase célebre de "acompáñenos".
Nadie me creyó, a excepción de mis padres, cosa que aún dudo.
Al parecer, el arma con la que mataron a Miguel y tanto escándalo produjo, se encontraba en el interior de mi mochila, junto con la dirección e información de, según ellos decían, mi víctima.
El odio por parte de mis amigos y de los familiares del fallecido, la impotencia de el no ser creído y las oportunidades que nunca más tendría, hicieron una gran pelota a la cual se fueron sumando la tristeza por la falta de Miguel y la incertidumbre que abarcaba mi total preocupación. Pelota que, como le gustaba decir a mi abuelo, iba de culo, bocabajo y sin frenos.
Aquello me causó enorme trastornos, los cuales psicólogas como María están intentando curar. Es inútil hasta que no me crean.
Mientras eso ocurra aquí seguiré, entre estas cuatro paredes blancas que cada día se acercan más y más a mí, provocándome un ahogo insoportable, unido a la fuerza que aprisiona mis brazos contra mi cuerpo.
¿Ves, abuelo? ¿Ves cómo todo puede cambiar? Tampoco debí creerme aquello que decías de sólo es viejo quien tiene más recuerdos que ilusiones. Dime, ¿qué ilusiones voy a tener a partir de ahora? Abuelo, ahora sé que viví en una mentira, en tu mentira.
Y sí, ahora soy el temible killer, quien hasta hace dos meses era un notable estudiante de medicina con grandes proyectos por delante. Pero, ¿a quién le importa? ¿Quién va a perder el tiempo en escucharme? ¿Quién va a creer mi historia si tan siquiera hubo testigos suficientemente sobrios como para narrar los hechos?
Escúchame, por favor... no estoy loco...

---o0o---

Nota 1.- Como la concursante no pudo acudir a recoger el premio, envió este correo:

Saludos
¿Es necesaria la asistencia al acto para la adjudicación del premio si se ha resultado ganador/a?
Pertenezco a la categoría juvenil y soy de Pamplona, motivo por el cual mis padres no tienen modo de llevarme (ya que en sus centros de trabajo deben avisar con una semana de antelación) y no conozco a segundas personas que pudieran asistir. ¿Perdería entonces el derecho al premio? ¿Puede, por favor, alguien del jurado, hacerse cargo del mismo?
Es una pena, porque si hubiera sido viernes en vez de jueves hubiéramos hecho el esfuerzo de asistir al acto .
Mil gracias, un saludo. Amaia Goñi Vega.
Lunes, 19 de abril de 2010

A mi e-mail responde de nuevo:
Hola Juana,

Soy Amaia, recibí tu correo y te agradezco mucho la compresión que has tenido. Pese a lo que pase en el certamen espero que todos paséis una feliz y entrañada tarde.
Escribo en las siguientes líneas la carta para el jurado que, aunque me hubiera gustado mejorar, he sido incapaz de hacerlo debido al poco tiempo y al estrés que ha supuesto esta semana.
Gracias, que pases una tarde estupenda, Juana

Estimado jurado, estimados ciudadanos de Aluche:
Soy Amaia, una joven pamplonesa. Ante todo os envío mis felicitaciones por organizar este certamen literario que, espero, tantas satisfacciones os haya aportado como a mí el imaginar las mil y una historias que poder relatar, contar, imaginar.
Me hubiera gustado poder compartir esta especial tarde con vosotros, pero me ha sido imposible debido al trabajo de mis padres, distancia, y diversos factores, motivo por el cual pido perdón por mi ausencia.
Pese a haber ganado varios certámenes anteriormente, he de admitir que me ha hecho mucha ilusión y que, sin duda, guardaré este recuerdo entre aquéllos más agradables.
Deseo que paséis una feliz tarde; mis más sinceras felicitaciones a los finalistas y ganadores. Por último, ya que se celebra el centenario de Miguel Hernández, quisiera terminar con una frase que dicho poeta escribió: Aquí tengo una voz enardecida, aquí tengo una vida combatida y airada, aquí tengo un rumor, aquí tengo una vida.

Muchas gracias, mis más sinceras felicitaciones de nuevo y feliz día.

Amaia - Jueves, 22 de abril, 2010

---o0o---

Nota 2.- Los relatos están copiados tal y como llegaron al concurso, sin corrección ortográfica ni estilística. Éste será leído en la emisora de radio Onda Latina (www.ondalatina.es) el miércoles día 26-V-2010, hacia las 19,15 horas. El programa se repite el viernes y el domingo por la mañana (consultar los horarios en la parrilla de la radio).

In memoriam

Juan Antonio Samaranch - Imagen obtenida en Internet
El Marqués de Samaranch fue una figura destacada cuyo nombre es conocido en el mundo entero. No sería exagerado decir que, gracias la visibilidad que dio a los Juegos Olímpicos y al Movimiento Olímpico -sin la cual los Juegos no serían lo que son- consiguió modernizar el Movimiento y salvar los Juegos Olímpicos. Y, al hacerlo, su nombre quedó permanentemente asociado con el Comité Olímpico Internacional.
(Picad sobre el título para continuar la lectura).

In memoriam

Vicente Haro - Imagen obtenida en Internet
El actor madrileño Vicente Haro, padre del también intérprete Quique San Francisco y del productor Vicente Haro, falleció en Madrid el 14 de abril a los 80 años. La empresa del teatro Maravillas, donde San Francisco interpreta Arte, informó hoy del fallecimiento de Haro. (Picad sobre el título).

In memoriam

Lech Kaczyski - Presidente polaco
Imagen obtenida en Internet
El 10 de abril de 2010, un Tupolev Tu-154 del 36º Regimiento de Aviación Especial que llevaba al Presidente de Polonia Lech Kaczyński y a numerosas personalidades políticas importantes de ese país se estrelló por causas aún por determinar en la base aérea de Smolensk cercana a Smolensk (Rusia), pereciendo todos los pasajeros a bordo. (Pica sobre el título).

domingo, 23 de mayo de 2010

In Memoriam de Jaime Espinel

Jaime Espinel - Imagen obtenida en Internet
El escritor antioqueño Jaime Espinel falleció en las horas de la tarde del martes 6 de abril en Medellín debido a complicaciones cardiacas y renales. (Pica sobre el título para saber más de esta noticia, en el enlace adjunto para conocer la biografía del escritor):
---o0o---
De la siembra, de Jaime Espinel, son estos poemas:

Esta palabra que al leerla ordena el caos y convoca olvidos
Es la misma que al decir revólver o tíos es la misma miasma de siempre:
El mismo cuento que alguien te cuenta siempre con otra camisa. Siempre.
Como cantor supomgo que siempre se ha cantado el mismo bolero también con otras maracas
Cuando lo indescifrable siempre ha sido enamorarse de la misma novia que olía a Itaguí
Para que después ninguna me oliera a nada sino a mi silbo de noche cuando al salir de cine
Sin que esa novia a la que le silbaba dulces sílabas mi silbido a sus pecas sin que ella supiera
Al mirarle sus cursis ojos verdes que yo venía de sobrevivir a cuanto avechucho con metralleta
Silbo como un niño aterrado para espantar mis fantasmas que nadie ha visto
Y a los que nos les vale para ahuyentarlos ni mi silbido ni los ajos
Soy el viento
Soy el simún alisio en el país de las maravillas
Si alguna vez en el espejo de mi hermana para no afeitarme al tacto
Después de rastrillar las cuchillas arriba y debajo de mi cara
E intentar tapar con piedralumbre los tajos que me dejé en las mejillas
Desapareció del espejo mi rostro
Se fue no se adónde mi mundo al revés antes del desayuno.

Las alumnas y la profesora del Taller te recomiendan leer:


Las hojas que caen, de Adeline Yen Mah

La verdad es que este libro, basado en una historia real, me ha impresionado tremendamente. Cuenta la historia de una niña china que a los pocos días de nacer muere su madre. Pasado poco tiempo su padre se vuelve a casar, y aquí comienzan las penalidades de estos niños con su madrastra, la cual nada tiene que envidiar a la de La Cenicienta. A mi me cuesta trabajo creer que puedan existir personas tan crueles, pero por desgracia, la mayoría de las veces es cierto. Adeline logra salir adelante, pero siempre vivirá luchando por el cariño que le fue negado de pequeña. Su autora, que estudió medicina, un día decidió contar la historia de su familia, y para mí ha logrado un maravilloso libro que se lee con interés hasta la última hoja. Pepi Núñez Pérez.

sábado, 22 de mayo de 2010

Una frase, una imagen

G. Bernard Shaw - Imagen obtenida en Internet

"Los políticos y los pañales se han de cambiar frecuentemente... y por idénticos motivos." Sir George Bernard Shaw.
(Pica sobre el título).

¿Sabías que...

Virginia Woolf - Imagen obtenida en Internet

En “La señora Dalloway” de Virginia Woolf, Clarissa abandona a Peter y éste se marcha de Inglaterra y no regresa hasta treinta años después. Pero, cuando lo hace, se encuentra con Elizabeth, la hija de Clarissa, a la que no había visto nunca. Sin embargo la autora menciona que “la última vez que la vio estudiaba secundaria” además de otra serie de detalles sobre la relación entre madre e hija que Peter no podía conocer al estar ausente.
(Pica sobre el título para saber más de la autora y su obra).

Proverbio persa

Apadana - Palacio de Persépolis
La paciencia es un árbol de raíz amarga, pero de frutos muy dulces.
Proverbio Persa

El humor no está reñido con la cultura.

La inmigración en el siglo XVII

Mini cuentos universales

Estambul - Vista nocturna de Santa Sofía
LUNA VIEJA - De la tradición oral turca
A aquel hombre, conocido por sus sutilezas, le preguntaron:

-De las dos lunas, la que vemos y la anterior, ¿qué le ocurre a la vieja?

Y sin dudarlo respondió:

-La desmenuzaron para hacer estrellas.

Poemas autores consagrados: Juana Borrero.

Juana Borrero
APOLO
© Juana BORRERO



Marmóreo, altivo, refulgente y bello,
corona de su rostro la dulzura,
cayendo en torno de su frente pura
en ondulados rizos sus cabellos.

Al enlazar mis brazos a su cuello
y al estrechar su espléndida hermosura,
anhelante de dicha y de ventura
la blanca frente con mis labios sello.

Contra su pecho inmóvil, apretada
adoré su belleza indiferente,
y al quererla animar, desesperada,
llevada por mi amante desvarío,
dejé mil besos de ternura ardiente
allí apagados sobre el mármol frío.


Cuaderno así, Cintio Vitier, Ediciones Vigía, Colección del San Juan, Matanzas, 2000.

A la hora de escribir los maestros opinan... Un consejo de Gabriel García Márquez a la hora de escribir.

G. Gª Márquez
Advertencias para escribir mejor de Gabriel García Márquez
1.- Una cosa es una historia larga, y otra, una historia alargada.

2.- El final de un reportaje hay que escribirlo cuando vas por la mitad.

3.- El autor recuerda más cómo termina un artículo que cómo empieza.

4.- Es más fácil atrapar un conejo que un lector.

5.- Hay que empezar con la voluntad de que aquello que escribimos va a ser lo mejor que se ha escrito nunca, porque luego siempre queda algo de esa voluntad.

6.- Cuando uno se aburre escribiendo el lector se aburre leyendo.

7.- No debemos obligar al lector a leer una frase de nuevo.

miércoles, 19 de mayo de 2010

V Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" 2010 - SEGUNDO PREMIO Categoría Juvenil

La autora lee su relato premiado en el C. C. Fernández de los Ríos
NUEVAS ENERGÍAS
Sara Martín Menchén
Segundo Premio, categoría Juvenil - Madrid (España)


Una vez más, cogió sus cosas y partió hacia otra desconocida dimensión. Siempre era lo mismo, ya empezaba a cansarse de la rutina: durante un mes viajaba a otra dimensión, sanaba los corazones humanos y vuelta a empezar. Ojalá aquello fuese un trabajo, pero no lo era, era su destino: su cansado, monótono y triste destino.
En parte estaba contenta que su destino fuese aquel y no el de su amiga… Aunque, lo que más le dolía no era todo el desgaste físico que tenía, sino el daño psicológico que acarreaban las despedidas de la gente que iba conociendo, pero que nunca volvería a ver.
Pero su vida, si es que podía llamarse vida, era así.
Esta vez el Oráculo la había destinado a viajar a una dimensión un tanto extraña según le habían comentado, pero, dentro de esa dimensión, viajaría a un planeta en concreto: la Tierra, a algo así.
Decidió dejar de lamentarse y ponerse en marcha de una vez por todas. Aunque, antes debería pasar por su hogar para poder recargar energías y poder ver a su familia.

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Adoraba aquel templo, era su preferido, el único que mantenía aquella esencia tan…mágica que había logrado no ir corroyéndose a lo largo de tanto tiempo.
Ahora solo le faltaba pasar por casa y emprender la nueva misión.

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-Hola…- fue lo primero que dijo al entrar en casa. Como pudo comprobar, nada había cambiado durante su mes de ausencia. En parte, eso le agradaba. Aunque solo les viera unas horas cada vez, amaba a su familia y ellos a ella.- ¿Cómo estáis?
-Bien hija- dijo su madre, y, acto seguido se levanto de la mecedora para ir a abrazarla.- ¿Y tú?
- Cansada.
- Ya sé que ser sacerdotisa es difícil y agotador.- Le decía su madre mientras le besaba la frente.
-Y aún más cuando tan solo tienes dieciséis años, ningún acompañante y no tienes todos los poderes mágicos desarrollados.
-Pero no tienes más opción.
-Lo sé, y eso me duele.
-Respecto a lo del acompañante… ¡Ya te han asignado uno!
-¡Oh!, ¿en serio?- Mientras decía esto, una sonrisa se le iba dibujando en su hermosa cara.
-Sí. El Oráculo nos lo dijo hoy mismo, pero le pedimos que no te lo dijera para así poder darte nosotros la sorpresa.
Le encantaba eso de su madre, aquellos pequeños detalles que para ella significaban tanto. Realmente le debía bastante a su madre, por todo lo que la había apoyado.
-Por cierto. ¿Y papá?
-Lo siento pero no está, no podrás verlo hasta el mes que viene. Lo siento.
-No pasa nada, de todos modos dale recuerdos, como siempre.
-Claro que sí, cielo. Deberías irte yendo, tu acompañante te espera en la otra dimensión.
-Adiós mamá.-Y, acto seguido se esfumo.
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Como todas las otras veces que viajaba de dimensión en dimensión, se sentía aturdida, no solo por el viaje, sino por encontrarse de repente en lugar que no conocía de nada.
En cuanto se le pasó el mareo, vio que un chico castaño de unos diecisiete años más o menos se acercaba a ella.
-Hola,-sonrió- tú debes de ser Ruth ¿me equivoco?
-No, no te equivocas. ¿Y tú eres…?
- Me llamo Gabriel, y según parece ser a partir de ahora seremos compañeros.
Qué bien pensó Ruth, por lo menos su compañero parecía majo.
-Por cierto, ¿dónde estamos?
-Oh, claro, estamos cerca del Parque de las Cruces en Carabanchel, Madrid.
-Lo siento, no entiendo nada.
-De acuerdo, la tierra se divide en cinco continentes, nosotros estamos en uno de ellos, Europa, y dentro de cada continente, hay países. Nosotros estamos en un país llamado España. España se divide en provincias y nosotros estamos en Madrid que, además, es la capital de España.
-OK, creo que lo voy cogiendo. Es…bonito. Según me contaron la Tierra empezaba a estar bastante dañada por la intervención humana. Pero, por lo menos, parece ser que este parque no está demasiado dañado.
-Si…, deberíamos movernos e investigar un poco.
-Sí.
-¿Eh?, que es esto-dijo Ruth señalando algo que no sabía que era.
- Se llama metro, son vagones que circulan bajo tierra. Este se llama Metro Eugenia de Montijo.
-¿Mmmm...? ¿Un instituto?
-Sí, es el instituto Iturralde, y un poco más lejos el Larra.
-Ya veo. ¿Por cierto, de que modo se pueden sanar los corazones de la gente de aquí?
- Según me informó el Oráculo con cualquier cosa que no sea material.
-Ugh…tendremos que tener cuidado de lo que hacemos entonces ¿no?
-Si- y de nuevo sonrió. A Ruth le pareció una risa hermosa.
Los dos, por un momento, se quedaron mirando fijamente.
-Bueno, pues comenzaremos a trabajar por la noche. Así que no te retrases, por favor – Pero, al instante Ruth se sintió mal por el tono en el que dijo esto, no pudo evitar sonrojarse, asique aparto la mirada.- Nos vemos esta noche aquí a las diez en punto.
-Cla.. claro.-dijo Gabriel también sonrojándose.

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-Ya son las diez y Gabriel todavía no ha llegado…-decía Ruth mientras movía nerviosamente el pie.
De repente. vio que algo iba corriendo hacia donde se encontraba.
-Lo siento.-Se disculpaba Gabriel- Perdona, no pude llegar a tiempo- decía asfixiadamente.
-No…no pasa nada.
-Bueno, pues pongámonos a ello, ¿has conseguido algo de información sobre el lugar?
-Sí, pero no demasiada,...
-Bueno, siempre se ha sabido que las personas tienen un mejor corazón si se sienten a gusto con el entorno ¿no?
-Sí, cierto, entonces deberíamos alegrar un poco estos parques ya que no en exceso, pero con el tiempo se han ido deteriorando.
- Veo que has estado buscando imágenes de cómo era Carabanchel hace unos años ¿no?
-Sí, y la verdad, era muy hermoso.
-Lo sé.
Así que, juntos, Gabriel y Ruth durante un mes se esforzaron en hacer Carabanchel un lugar agradable en el que vivir. Y además, se esforzaron en llenar cada rincón de cierta carga mágica para que las personas que sufrían enfermedades se fueran recuperando.
Aunque sabían que su esfuerzo no se notaría al instante dentro de unos años, la gente lo agradecería.
Cuando terminaron de hacer todo el trabajo, la noche antes de partir estuvieron cenando en un restaurante y más tarde salieron a dar una vuelta.
-Gabriel…¡yo te quiero!-dijo Ruth sonrojada pero por una vez en su vida, dejándose llevar por sus emociones.
En ese instante Gabriel se quedó sin palabras.
-Yo…también.
-¿En serio? Qué bien.-Ruth abrazo con toda su alma a Gabriel.

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Por la mañana quedaron en encontrarse.
-Vamos Gabriel, es hora de irnos-decía Ruth con una sonrisa de oreja a oreja.
-Ruth,… hay un problema…¿nunca te has preguntado cómo es que se tanto sobre la Tierra?-dijo con tono apenado.
-Pues sí.
-Ruth, soy humano-decía llorando- no puedo salir de la Tierra, tengo poderes, algo muy extraño, pero demasiado pocos.
-¡¿Qué?!-Ruth también se puso a llorar- no, no puede ser, ¡no es justo!, yo te amo.- y mientras lo decía lloraba más. So…solo se me ocurre una idea para que puedas viajar conmigo.
Acto seguido, puso sus manos sobre su cuerpo y una luz salía de Ruth y entraba en Gabriel.
-¡¿Pero qué has hecho Ruth?!
-Ahora podremos estar siempre juntos- decía Ruth medio desmayada en los brazos de él.
Sonreían.
Así quedó plasmada aquella imagen, en el mismo lugar donde se conocieron, en el Parque de las Cruces.

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Nota.- Los relatos están copiados tal y como llegaron al concurso, sin corrección ortográfica ni estilística. Será leído en la emisora de radio Onda Latina (www.ondalatina.es) esta tarde, miércoles día 19-V-2010, hacia las 19,15 horas. El programa se repite el viernes y el domingo por la mañana (consultar los horarios en la parrilla de la radio).

domingo, 16 de mayo de 2010

Exposición "Andainas" de M.ª Xesús Díaz - Algunos cuadros

Os dejo una serie de cuadros de la pintora gallega Mª Xesús Díaz, así como el comentario que hice en la presentación:

"Hola, buenas tardes. Gracias a todos por acudir a este evento de luz y color. Les ruego disculpen que todo esto, y lo que añadiré a continuación (no se asusten, no será mucho), se lo lea. El hablar en público me pone muy nerviosa, olvido lo que voy a decir que, por lo general suele ser lo más importante.
Tras este preámbulo les informo que mi nombre es Juana Castillo Escobar, soy escritora, aunque sólo sea conocida por la familia y unos pocos amigos.
Esta tarde-noche tengo el grato placer, además de la gran responsabilidad, de presentarles a la protagonista de esta exposición: María Xesús Díaz con quien “caminaremos” juntos por su obra: “ANDAINAS”.

Antes de emprender el camino haré un poco de historia: “Coincidí” con Mª Xesús en el Diccionario Internacional de Arte y Literatura Contemporánea editado en 2006. Este diccionario es una especie de “guía telefónica” de artistas en la que aparece una foto en blanco y negro, una biografía de no más de 6 líneas, y el correo electrónico, páginas Webs, blogs, etc. etc. donde pueden y podemos encontrarnos. En septiembre de ese año recibí un e-mail de Mª Xesús, me invitaba a visitar el stand que la Sala Aires de Córdoba (editora del diccionario) puso en la FAIM (Feria de Arte Independiente de Madrid) y, de paso, a ver su obra expuesta. Estuve en FAIM y conocí, esta vez ya en persona, a Mª Xesús. Pude ver en vivo y en directo sus pinturas. Deleitarme, en fin, con ellas.
De Mª Xesús os diré que nació en A Coruña (la fecha no se revela, queda feo dar esos datos, más al tratarse de una dama). Se incorporó al mundo del dibujo y la pintura en la Escuela de Artes de A Coruña, aunque su verdadera formación comienza a mediados de los años 80 del pasado siglo y de forma autodidacta.

En cuanto a mis reflexiones y sentimientos al contemplar su labor… puedo decir que desde el mismo instante en el que estuve frente al trabajo de María Xesús, sentí que ella y su pintura son fuertes, potentes, rotundas, que saben transmitir las emociones, al menos las de esa época: principios del 2000 al 2006. A partir de entonces hasta ahora su pintura ha dado un giro, casi radical como, he podido comprobar pero, su poder de transmitir emociones, continúa intacto.
Entonces, por aquéllos años, había “Hojas”, casi en relieve, daban la sensación de que, un leve movimiento del aire, las haría desaparecer de la vista del espectador, en las que ocres, rojos, azules y naranjas se entremezclaban con tenues grises. O, “Árboles”, representaciones oníricas de bosques imaginados por la autora, deformes, siniestros, como apariciones envueltas en un halo de irrealidad y que nos llevaban de la mano al mundo de lo fantástico, para sumergirnos en las nieblas del hermoso paisaje gallego (Hojas y Árboles que también hoy podemos contemplar aquí). O, esa “Ría”, teñida de rojo fuego, de rojo sangre.
O, su obra “Figurativa”: torsos de mujer, personajes pensativos, soñadores en los que hay un alargamiento de las figuras como en el Greco o, mejor aún, recuerdan a las mujeres de Amedeo Modigliani…
Todo esto es hoy por hoy pasado. Quedan, bien es cierto, las obras. Esas obras inolvidables que impactan.

En la actualidad María Xesús ha dado un paso de gigante con respecto a toda su labor anterior, ese caminar, ese recorrido que podemos contemplar en esta sala, con el título: “Andainas”.
Hoy nos muestra, junto a la producción más nueva, dos cuadros que están enmarcados en la etapa anterior: “Visión galaica”, del año 2007 y “El puente”, del año 2008.

En la primera, Visión galaica, dos barcas, con las proas encaradas, parece que cuentan, o se cuentan, sus secretos. Parece que aguarden al pescador que las sacará a faenar, cuando ese cielo tormentoso lo permita. Emergen entre las rocas de un supuesto atracadero, nimbadas por un cielo-mar del que es imposible distinguir dónde empieza uno y dónde acaba el otro. Priman los tonos azulados, ocres, marrones oscuros entreverados de blanco para darles color, volumen y fuerza.
En El puente es la María Xesús de siempre: fuerte, que se complace con los tonos ocres, verdes, azules, que nos retrotraen a la atmósfera neblinosa y mágica de su tierra gallega. Un puente viejo, resquebrajado en su principio, que, por un lado, nos interrumpe el paso por miedo a que se desplome pero, por otro, nos invita a caminar un poco más allá, dar un “salto” hasta esas tablas que están, parece ser, en buenas condiciones y que nos piden seguir el camino, llegar hasta ese recodo en el que se pierde, traspasarlo, saber qué hay más allá… ¿Acaso guarda algún secreto? En ambas pinturas los volúmenes son rotundos, casi en tercera dimensión, realistas, en ellos la figura humana ya ha desaparecido.

En esta nueva etapa, “Andainas”, la autora da un viraje a todo lo anterior. Un salto cuantitativo y cualitativo: deja atrás la pintura realista para adentrarse en el impresionismo. Se aleja del pincel para dar paso a la espátula y a la paleta, utensilios que le ayudan a que las manchas de color sean más grandes, más geométricas, más rápidas, tal vez más nerviosas. Es como si deseara acabar pronto una obra para dar comienzo a la siguiente. Pinta dársenas, puentes, la ciudad… Paisajes que no reflejan un lugar en concreto, sino que son, o pueden ser, cualquier puente, cualquier ciudad, cualquier dársena… Imágenes que han nacido, no de la mirada directa sobre el objeto al natural, sino de la interiorización de la autora, de su “contemplación” interior por llamarlo de algún modo.
Ya no traza los dibujos con tanto rigor, se puede hablar de un impresionismo que roza la abstracción, lo abstracto, aunque aún los volúmenes y las formas son totalmente perceptibles por el ojo de quien los contempla.

La bruma, el misterio, envuelven aún más, si cabe, sus paisajes. Para esto se ayuda de la paleta de colores utilizados: gama de los azules, ocres, verdes, manchas de blanco para dar luz a las zonas oscurecidas, rosa, violáceos, rojos como el del cuadro “Suburbio”, un rojo con el que da calor y pasión al significado de ese enjambre de viviendas oscurecidas, externamente inanimadas, solitarias…

La obra de María Xesús continúa siendo fuerte, arrebatadora y, a la vez, aunque parezca una incongruencia, blanda, sutil porque una pátina de melancolía, de morriña, las envuelve, las hace más dulces, más íntimas, más nuestras… Sí, más nuestras, ya que parece que nos veamos reflejados en sus aguas (aunque la figura humana no aparezca sobre la tela, debemos ser conscientes que, quienes contemplamos tanto la tela como las aguas, al otro lado, casi podemos inclinarnos para beberlas, para refrescarnos, para hundirnos en ellas). Nos reflejamos en ese agua, dadora de vida, siempre el agua, presente de forma casi constante en el trabajo de María Xesús.
Ahora les invito a contemplar los cuadros con los ojos, no sólo de la razón, sino del corazón.
Muchas gracias. Y disculpen si me he demorado más de lo debido.

Juana Castillo Escobar, escritora ®
Madrid, 13-V-2010"


Serie "Puentes" de la nueva etapa

Ahora os invito, a todos los que viváis o estéis en Madrid hasta el 12 de Junio, a que paséis por la galería para contemplar estos cuadros al natural. Os aseguro que vale la pena, son tablas de gran formato, sobre las que brilla el agua, los cielos, la pasión..., nada que ver con las fotos que comparto que, si bien son buenas, no reflejan todo el potencial de la obra en sí.

martes, 11 de mayo de 2010

Exposición "Andainas" de M.ª Xesús Díaz

Serie "Puentes" de la nueva etapa
Exposición de la pintora gallega M.ª Xesús Díaz en la galería SARGADELOS de Madrid, del 13 de mayo al 12 de junio de 2010.
Presentación a cargo de Juana Castillo.
Os invitamos a pasaros por la galería que se encuentra en:

C/ Zurbano, 46. 28.010 Madrid

Teléfono: 913104830

Correo: http://www.galeriamadridsargadelos.com/

Horario: Lunes a viernes de 10:00 a 14:00 a 16:30 a 20:00 h

Sábado de 11:00 a 14:00 h


Mapa del sitio:

Ver mapa más grande

domingo, 9 de mayo de 2010

NOTA

El resto de los relatos ganadores: 3º, 2º y 1er. premio de la Categoría Juvenil, y 3º, 2º y 1º de la Categoría Adultos, los publicaré en las próximas semanas, según se lean (o el día antes de ser leídos) en la emisora de radio Onda Latina: www.ondalatina.es

Las lecturas tendrán lugar los próximos miércoles, hacia las 19,15 horas de la tarde, desde el 12 de mayo hasta el 16 de junio.

Entre tanto daré paso a otras noticias.
Un saludo, Juana Castillo.

viernes, 7 de mayo de 2010

V Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" 2010 - TERCER PREMIO Categoría Juvenil

María de la Mata, en el momento de leer su relato
en el C. C. "Fernando de los Ríos"
UN SUEÑO MÁGICO
María de la Mata Fernández - Madrid (España)
3er. Premio categoría Juvenil

No hace mucho tiempo, había dos hermanos, Izan y Paula. Soñaban con vivir en un mundo de magia y criaturas mitológicas, pero este sueño no era posible.
Vivían en el barrio de Carabanchel donde tenían muchos amigos, hasta que una mañana se despertaron en una casa que no era la suya. Era una especie de cabaña de madera, las camas tenían grandes y macizas patas de madera y estaban cubiertas por dos o tres mantas; por la ventana que había frente a ellos entraba un deslumbrante rayo de luz que los despertó del todo, y entonces oyeron una voz:
- ¡Paula e Izan! Despertaros, tenéis que poneros en marcha en vuestro viaje-
-¿Viaje? ¿Qué viaje?- dijo Izan.
- El viaje al Castillo del Reino , ¡No me digáis que se os ha olvidado!- contestó la voz.
Entonces apareció una señora de mediana edad que llevaba dos bandejas con el desayuno de los hermanos. Desayunaron, se vistieron con las ropas que encontraron en la habitación y salieron al exterior. El exterior les recordaba a su barrio, era como si hubiesen retrocedido en el tiempo hasta la edad media, todo tenía un aspecto muy medieval, pero a ellos les gustaba, era como si su sueño se hubiese cumplido.
Allí fuera había dos caballos, seguro que eran de ellos, uno blanco como la nieve y otro negro como el carbón y en las mantas estaban bordados los nombres de los hermanos, en el blanco ponía Izan y en el negro Paula, preguntaron a la señora que les llevó el desayuno que hacían allí y porque tenían que ir a ese Castillo. Hablaron con ella y les explicó que el Mago Negro, que reinaba en el Reino, les había metido en este sueño, y les podría gustar pero tenían que salir de allí derrotándole y pidiéndole el hechizo que abría el portal mágico para volver al mundo real antes de que el Mago lo invadiera, porque si no se quedarían atrapados en ese mundo y tenían que llegar al castillo en menos de una semana.
Pensaron... pensaron que ese mundo era en el que siempre habían querido Vivir pero no pertenecían a él y tenían que volver al mundo real, y se pusieron en marcha. Preguntaron a la misma mujer si tenía algún mapa para ir al Castillo y ésta se lo dio. Cogieron provisiones, dos espadas, algo de ropa y subieron todo al caballo y se pusieron en marcha. No había tiempo que perder.
Paula e Izan iniciaron el camino, no estaban muy acostumbrados a montar a caballo y estaban doloridos, pero aguantaron hasta llegar a una posada para comer algo. El camino se les hizo fácil, era como si fuese su mismo barrio pero muy cambiado. Llegaron a la posada, dejaron fuera a los caballos bebiendo agua y entraron a tomar un caldo caliente. Cuando estaban acabando oyeron un ruido muy fuerte y desagradable que hizo temblar el edificio. De repente lo que era el techo se
desprendió y dejó ver una criatura gigante con dos grandes alas que se mantenía en el aire ¡Era un dragón! En su lomo estaban dos hombres vestidos de negro y con cara de pocos amigos, bajaron de esa criatura y anunciaron:
-Somos la guardia del Reino y en nombre del Mago Negro, la persona que encuentre a dos hermanos mellizos , un varón y una mujer de unos doce años, tendrá una buena recompensa. Entonces Paula e Izan agacharon la cabeza y el tabernero dijo:
-¡Son ellos! ¡Atrapadles!
En ese momento los hermanos echaron a correr en dirección a los caballo pero estaban rodeados, desenvainaron la espada y lucharon como pudieron hasta despistarles, cogieron los caballos y salieron al galope. Desde ese momento tenían que tener cuidado y no dar su identidad a nadie, y siguieron su viaje. A la mitad del camino encontraron a un señor mayor que les preguntó:
-¿Vosotros sois esos dos mellizos de los que todo el mundo habla?
-¿Quién sois?- preguntó Paula.
-Soy uno de los grandes magos de este reino, el Mago Blanco, y busco a los dos mellizos para enseñarles los hechizos necesarios para vencer al Mago Negro, el mago de la magia negra.- contestó el extraño anciano.
-Bueno solo queríamos asegurarnos, no podemos dar la identidad a todo el que nos pregunte. Sí, somos los mellizos.- dijo Izan
-Pues si los sois tenéis que empezar ya, no hay tiempo que perder.
El mago les guió hasta su casa; una pequeña choza, y allí les empezó a enseñar algunos de los hechizos mas sencillos, les entregó una varita mágica a cada uno y les dijo:
-Os acompañaré en el camino para ayudaros y enseñaros más hechizos y trucos, pero cuando lleguéis al Castillo os tendréis que enfrentar al Mago Negro vosotros solos.
- De acuerdo – contestaron a la vez.
Siguieron su viaje con el Mago, les quedaba muy poco.
-Quedan uno o dos días para llegar. Una pregunta, ¿de dónde venís?-dijo el Mago.
-Nosotros venimos de Carabanchel un barrio de Madrid en España.- dijo Paula.
- Ah, solo era curiosidad. Vamos a parar a comer algo.
Pararon a comer y cuando estaban recogiendo aparecieron unos guardias que les preguntaron si habían visto a los mellizos y ellos lo negaron. Cuando se fueron emprendieron el camino.
Al día siguiente llegaron al Castillo, entraron diciendo que eran de un lejano Reino y les dejaron acceder. Era un castillo muy tenebroso, apenas entraba luz, estaba todo oscuro. Los guardias les guiaron hasta el Mago Negro donde hablaron con él.
-Hola... ¡Somos los mellizos! , venimos a luchar contra ti y que nos digas el hechizo para abrir el portal mágico.
-¡Je , je, je...! aceptaré que luchéis contra mi pero sólo sois unos mocosos y os aviso que no hay ningún hechizo, haced lo que queráis pero no me venceréis.
Entonces fueron a la sala de batallas mágicas donde lucharon contra él pero no aguantaron, era muy poderoso, y el Mago Blanco tuvo que acabar la pelea. Ese malvado mago era contrincante suyo desde hacia tiempo y por ello luchó y venció, el Mago Negro les explicó el secreto del portal.
-No hay ningún portal ni hechizo, lo único que tenéis que hacer es cerrar los ojos, pensar en vuestro hogar y volveréis a vuestra casa porque esto sólo es un sueño.
Después de esta explicación Paula e Izan cerraron los ojos y de repente se despertaron en la cama de su casa, comprendieron que sólo había sido un sueño y habían cumplido su sueño ¡Vivir en un mundo de magia! Pero se quedaron con la duda ... ¿Cómo es que habían soñado lo mismo?

FIN

Nota.- Los relatos están copiados tal y como llegaron al concurso, sin corrección ortográfica ni estilística. Será leído en la emisora de radio Onda Latina (www.ondalatina.es) el próximo miércoles día 12-V-2010, hacia las 19,15 horas.

V Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" 2010 - Finalista Categoría Adulto

Foto del autor
LA ÚLTIMA I. T. V.
Juan Ruscalleda Massó - Malgrat de Mar (Barcelona-España)
Finalista Categoría Adulto


Aunque el mal tiempo había escondido a la gente en el interior de sus casas, los pocos que circulaban por la avenida tampoco se percataron del trajín de la grúa. Otoñeaba, y la ventisca y una molesta lluvia hicieron que el empleado municipal apremiara la labor. En no más de cinco minutos, el viejo coche ya estaba atrapado por el brazo mecánico que debía llevarlo al desguace.
Llevaba algo más de tres meses aparcado, abandonado en la calle, ignorado por propios y extraños, y la dejadez empezaba a delatarse en la suciedad que cubría la descolorida chapa. Su antiguo propietario, Don Ramón, aquel anciano que por motivos de salud apenas salía a la calle, había fallecido hacía dos semanas, también consumido y sumido en un abandono mayúsculo. Igual que el auto. Casualidades de esos tiempos, que trata por igual a personas y artilugios. Ignoro si almacenaba más calendarios aquel hombre de encorvado caminar, o el desangelado automóvil que estaba siendo retirado.
Este debió ser, en su origen, de un metalizado azul intenso, aunque los años borraron su patina, y aquel añil reluciente se convirtió en un desmejorado y pálido color entre blanco y azulino mate. Algunas veces, a petición del dueño, la vecina del entresuelo lo arrancaba y daba un par de vueltas por las calles circundantes. Era la única manera que conservara cierto brío y no se amuermaran pistones y bielas. Al dueño le pasaba igual. De tarde en tarde bajaba a la calle, solo por el hecho de estirar las piernas, y pasear por el barrio donde había vivido todo su existir, pues todo el día en casa acababa por acartonarle el cuerpo.
Años atrás, en vida de la esposa de Don Ramón, cuando era más vital, más joven, con más nervio, solían coger el vehículo y desplazarse a no pocos horizontes. En verano, playa. En invierno, la montaña. También el auto, de nuevo, tenía una impronta que fue perdiendo con el pasar de los días. Al igual que su propietario, fue amontonando años, y de la misma manera que el titular se jubiló, al coche le pasó lo mismo. Apenas lo utilizaba.
La vitalidad de antaño, la de Ramón, había menguado, y sus fuerzas ya no eran las de antes. También al vehículo, un Renault-12, de los genuinos, de los de humareda al acelerar y ruido ronco, le tosían las fuerzas y su agilidad, pese a no tener ni dirección asistida, en nada se parecía a la de su estreno.
Tampoco estaba asistido aquel abuelo, que pasaba no pocos días sin visita alguna. Con los hijos viviendo en la distancia, tuvo suerte de gastar buena salud, que le mantuvo activo hasta hace bien poco. Igual que el carro, de los de antes, de plancha recia y motor de hierro. Nunca se quejaba. Su dueño, tampoco. Con una revisión de mecánico el primero, y un chequeo anual el segundo, tenían cubiertos los mínimos para capear otra temporada, aunque el jubilado últimamente tuvo que ir más a menudo al mecánico, perdón al ambulatorio, pues su salud menguaba de manera alarmante.
De tarde en tarde, el anciano espaciaba las cortinas de su piso e intentaba observar, desde la ventana, la ubicación del vehículo y comprobar que seguía allá donde lo había aparcado. En otra época, tras los cristales, se veían hasta los campos del extrarradio. Al crecer el barrio, ahora solo se vislumbraba asfalto y cemento. Cosas de esos tiempos, tan cambiantes, tan ajenos.
……….
También Don Ramón había cambiado y ya no gastaba el empaque de antaño. Algo parecido a lo de su auto que, de nuevo, era el más admirado y reluciente del vecindario. Pero el tiempo, cruel, quiso que a uno empezaran a salirle canas, y al otro un hilo de oxido en el guardabarros. “Nada grave” según el mecánico. La misma expresión que recibió del médico de cabecera, ante aquella consulta sobre el dolor que tenía en el brazo. Ambos, pese a esos achaques, salían airosos de las acometidas que la vida les iba dando. Hasta ese invierno.
La última I.T.V. pasada por Don Ramón, perdón, por el Renault, quedó patente que lo que le quedaba para estar en circulación, era propina. También el chequeo al que se sometió su propietario delató que la edad no pasaba en balde, y los días que le podían quedar eran un regalo. Su corazón latía a menor intensidad de la necesaria, y la energía de su titular empezaba a flaquear. Literalmente, ambos subsistían “de prestado”, como gustaba llamarlo el anciano. Sin embargo el buen cuidado externo de ambos, era suficiente prueba de que aún gozaban, aparentemente, de cierto margen. Y eso era un logro en ese mundo donde todo tiene que ser nuevo, pues lo viejo, y los viejos, son desterrados donde no sean estorbo.
El último invierno, sin embargo, torció la salud de aquel hombre, que ya apenas salía de casa. Casi igual quedó el carro, que yacía aparcado al final de la calle. Un resfriado dejó en cama durante más de dos semanas al propietario. La recuperación fue lenta, y pasó factura al cuerpo del afectado. También el automóvil quedó varado, sin que nadie lo arrancara ni para dar una vuelta y desentumecer rodamientos y poleas. El cacharro quedó esos días a expensas del frio y de la lluvia. En el barrio, con las prisas cotidianas de cada uno, nadie reparó en ello. Ni tan siquiera la vecina acertó a ponerle aquella protección impermeable que lo cubría en épocas invernales. Ni ella, ni nadie, se acordaron del vetusto coche, ni tampoco del anciano dueño.
Ahora, el viejo Renault estaba sucio. El último aguacero hizo que se colara agua en el motor de arranque, y una rueda delataba un alarmante bajón en el nivel de presión. Casi tanto como el que le detectó el médico cuando visitó, de urgencias, al anciano.
Por motivos parejos, ambos languidecían. Uno, inmóvil, llevaba aparcado desde hacía no pocos días. El otro, asentado en su cama, enfermo, y digiriendo días repetidos en la soledad más absoluta. En una de las pocas ocasiones que se levantó para ir al aseo, no pudo evitar el correr las cortinas para observar desde la lejanía a su pequeña joya, muda, derrotada, que también se consumía irremediablemente a la intemperie.
Inerte, permanecía a la espera de volver a ser puesto en circulación, para demostrar que aún conservaba alguna fuerza en aquel motor que fue envidia de no pocos vecinos. También Don Ramón esperaba recuperarse y volver a tumbar otro año, convencido como estaba que tenía fuerza y voluntad para aguantar otro envite. Extrañaba la rutina de antaño, con sus tertulias de café y sus chácharas con el panadero y la frutera. Quizás ese momento no volvería a producirse, pues su decadencia era más que palpable, al igual que la de su coche. Todo lo viejo es prescindible. Todo lo desechable acaba arrinconado y ... olvidado.
……….
Al día siguiente que la grúa se llevara el viejo coche, varios vecinos comentaron en tertulia improvisada el hecho. Alguien afirmó que su dueño había finado dos semanas antes. Acabó sus días solo, sin el cariño de sus hijos, y olvidado por ajenos y conocidos. Poca gente, pese a ser del barrio de toda la vida, sabía del penar de aquel anciano. El coche, estacionado como estaba entre un flamante deportivo y un portentoso todoterreno, también pasaba desapercibido a ojos de paseantes y moradores, que fijaban sus miradas en los relucientes modelos aparcados a su alrededor. Al viejo auto, nadie le dirigió un gesto, ni tan siquiera de compasión. Al dueño, le pasó igual. Para su desgracia, ambos eran sombra de lo que en su día fueron.
En la informal cháchara, nadie del vecindario supo precisar el destino de ambos. Se daba por hecho que uno iría al desguace y el otro sería residuo de materia, aunque en el corro había serias dudas de cuál de los dos iría a lo primero y cuál a lo segundo.
……….
Curioso tiempo el que nos toca vivir, que trata por igual a personas y artilugios.

Nota.- Los relatos están copiados tal y como llegaron al concurso, sin corrección ortográfica ni estilística. Leído en la emisora de radio Onda Latina (www.ondalatina.es) el miércoles 5-V-2010.
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14 de Febrero - DÍA DE SAN VALENTÍN

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21 de Marzo-Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial

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